Si antes la humildad
había significado para nosotros la abyecta humillación, ahora
empieza a significar el ingrediente nutritivo que nos puede deparar
la serenidad.
DOCE PASOS Y DOCE TRADICIONES, p. 71
¿Con
cuánta frecuencia me concentro en mis problemas y frustraciones?
Cuando estoy pasando un “buen día”, estos mismos problemas
disminuyen de importancia y mi preocupación por ellos mengua. ¿No
sería mejor si pudiera encontrar una fórmula para dar rienda suelta
a la “magia” de mis “días buenos” y aplicarla a los pesares
de mis “días malos”?
¡Ya tengo la solución! En vez
de tratar de huir de mis dolores y desear que se vayan mis problemas,
puedo rezar para obtener la humildad. La humildad curará el dolor.
La humildad me sacará de mí mismo. La humildad, esa fortaleza
concedida para mí por ese “poder superior a mí mismo” es mía
sólo con pedirla. La humildad devolverá el equilibrio a mi vida. La
humildad me hace posible aceptar alegremente mi condición humana.
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