Fernando
G. Castolo
Es domingo, y es día de disfrutar de un agradable postre helado, sea de chocolate, limón, vainilla, nuez o fresa. Con las ansias infantiles, durante toda la semana, esperábamos el domingo para que nuestros padres nos deleitaran con las delicias del nevero. Hoy, en 2023, he vuelto a ver a aquel nevero de mis años tiernos.
Una muy agradable sorpresa observar que pervive y que aún arranca sonrisas gracias a sus delicias. No sé cómo se llama, pero me consta que su presencia en el paisaje urbano de Ciudad Guzmán cuenta más de cuarenta años.
Conserva su rostro bronceado y afable, siempre dispuesto en ofrecer su producto con aquella generosa vocación de un servicio que abrazó hace varias décadas. Es él, me dije, y otras voces coincidieron en señalarlo como el que hace más de cuarenta años, se robaba las sonrisas de los niños que, bulliciosos, corríamos tras sus deliciosas nieves de garrafa. Sea, pues, este breve texto, un homenaje sincero a los neveros de nuestra ciudad.
*Historiador e investigador.
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