Tal es
la paradoja de la regeneración en A.A.: la fortaleza que surge de la derrota
total y la debilidad, la pérdida de la vida antigua como condición para
encontrar una nueva vida.
— A.A.
llega a su mayoría de edad, p. 46
Los
miles de palizas que me dio el alcohol no me animaron a admitir mi derrota. Yo
creía que conquistar a mi “enemigo-amigo” era mi obligación moral. En mi
primera reunión de A.A. fui bendecido con el sentimiento de que estaba bien que
admitiera mi derrota ante una enfermedad que no tenía nada que ver con mi
“carácter moral”. Instintivamente supe que estaba en presencia de un gran amor
cuando crucé las puertas de A.A. Sin ningún esfuerzo de mi parte llegué a darme
cuenta de que era bueno y apropiado amarme a mí mismo, como Dios lo ha
dispuesto.
Mis
pensamientos me habían tenido cautivo y mis sentimientos me liberaron. Estoy
agradecido.
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