Fernando G. Castolo
El 6 de septiembre de 1927, se encontraban en
Ciudad Guzmán un grupo de acejotaemeros
acompañados del padre don Gumersindo Sedano,
quien se proveería de hostias, vino y todo lo
necesario para el ejercicio de su ministerio en el
campamento, instalado en las escabrosas
geografías del Nevado. Se hospedaron en casa de
unos amigos, por el rumbo de la montaña oriente.
Nadie contaba con que una "vieja viciosa",
pordiosera, comprendió que podía hacerse de
algunas monedas y denunció a aquellos ante el
capitán Urbina, jefe de la guarnición en Ciudad
Guzmán.
A la mañana siguiente, prestos, aprehendieron a los
infortunados. Ninguno puso resistencia y
entusiastas gritaban "Viva Cristo Rey!" El capitán
se dirigió al padre Sedano, bofeteándole,
exigiéndole que se callara. Por respuesta el padre
dijo: "Los católicos no somos bellacos, ni
cobardes. Somos tan valientes como el que más.
Dénos armas y sabrán de lo que somos capaces..."
Cada vez más irritado el capitán, dió la orden para
que, al bordo de un camión, fueran dirigidos hacia
la Estación.
La gente observó cuando, por toda la calle
Reforma y la Calzada, eran conducidos a su fatal
destino. En cuanto los bajaron del camión
empezaron a matar a los jóvenes acejotaemeros,
mientras el padre Sedano observaba aquel siniestro
espectáculo, entre las risas del capitán y su tropa. A
todos los fusilados los colgaron en los árboles a fin
de que la gente observara el horror de lo que les
esperaba a los amigos de Cristo.
Al padre Sedano le esperaba otro fin: lo
descalzaron y le desollaron las plantas de los pies;
enseguida, le echaron una soga al cuello para
ahorcarlo, pero la rama de la que pendía la soga se
desgajó. En una segunda ocasión pasó lo mismo:
cedió la rama del árbol. En la tercera, finalmente,
se consumó el cobarde acto. Todavía enfurecido, el
capitán Urbina mandó que se trajera una tabla en la
cual se inscribiera el siguiente texto: "Este es el
Cura Sedano", y se le puso al pie, para tomarle la
fotografía. Como este episodio, hubo muchos y
muy frecuentes durante los sangrientos tiempos de
la Cristiada.
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