Pero,
¿acaso la confianza nos exige que hagamos la vista gorda a los motivos de otra
gente, o de hecho, a los nuestros? Claro que no; esto sería una locura. Sin
duda, debemos considerar, en toda persona en que confiemos, tanto su capacidad
para perjudicar como su capacidad para hacer bien. Un inventario privado de
este tipo puede enseñarnos el grado de confianza que debemos extender en
cualquier situación determinada.
— Como
lo ve Bill, p. 144
Yo
no soy víctima de otros, sino más bien una víctima de mis esperanzas, de mis
decisiones y de mi deshonestidad. Cuando espero que otros sean lo que yo quiero
que sean y no lo que ellos son, cuando ellos no cumplan con mis expectaciones,
entonces me siento lastimado. Cuando mis decisiones se basan en mi
egocentrismo, me siento solitario y receloso. Sin embargo, cuando practico la
honestidad en todos mis asuntos, invariablemente gano confianza en mí mismo.
Cuando examino mis motivos y soy honesto y confiado, soy consciente de los posibles
daños que algunas situaciones pueden entrañar y puedo evitarlas.
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