Pedro Vargas Avalos
Desde hace varios lustros, dos personajes son
centrales en la vida estatal y en el devenir nacional.
Jalisco no se podría entender este siglo XXI, sin
considerar el papel que ha desempeñado Enrique
Alfaro Ramírez, (EAR) su actual gobernador. Lo
mismo se puede decir de nuestra patria: la
corriente centuria queriendo o no, tiene como
referencia al primer mandatario federal, Andrés
Manuel López Obrador (AMLO).
Ahora bien, aun cuando ambos personajes son
fundamentales en el análisis histórico reciente,
tanto de la Entidad como del país, a sus variadas
afinidades, las diferencian profundas disimilitudes.
En el caso del ejecutivo jalisciense, es tapatío, hijo
de un rector de la Universidad de Guadalajara-
UdeG- (el abogado Enrique Alfaro Anguiano) que
en su momento fue líder estudiantil, destacado
estudiante y actual Notario Público,
paradójicamente su vástago, egresó del ITESO
(Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de
Occidente, regenteado por jesuitas)con título de
ingeniero y no como sería lógico suponer, de
jurista, del Alma Máter tapatía, la universidad
oficial (UdeG), sino de un centro escolar de índole
privado.
Por lo que ve al primer magistrado de la nación, de
origen modesto, es oriundo de Tepetitán, Tabasco;
sus padres, Andrés y Manuela, le dieron su
nombre: Andrés Manuel. Y éste se educó en
escuelas oficiales, hasta egresar de la UNAM,
como licenciado en ciencia política y
administración pública.
Ambos políticos ingresaron al Partido
Revolucionario Institucional, cuando eran los
tiempos del “partidazo”, es decir, la época del
partido casi-único, el que describió punzantemente
el escritor peruano Mario Vargas Llosa: la
dictadura perfecta. Eran los días en que quien se
hiciese político, como expresara el matusálenico
líder obrero cetemista Fidel Velázquez, el que se
movía no salía en la foto. Es decir, había que ser
muy disciplinado con los de arriba, la cúpula
tricolor, y con mucho respeto al partido y sus jefes,
hacer méritos para lograr ascensos.
Pero por sus características personales, que son de
insurgencia a lo acostumbrado, no pudieron
continuar sus trayectorias en el priismo, así es que
EAR, afiliado por 1999 en el PRI, tras ser
postulado (2002) para alcalde de Tlajomulco de
Zúñiga, perdió y solo llegó a regidor. En 2005
dimitió de su instituto político y sostenido por el
Partido de la Revolución Democrática (PRD) logró
ser diputado local plurinominal en la LVIII
legislatura (2007-2010). Luego, aliados el
perredismo con el Partido del Trabajo (PT),
alcanzó la presidencia municipal de Tlajomulco,
donde auspició un despegue sensacional de la
población.
En 2012, previos forcejeos con dirigentes estatales
del partido del águila azteca, dejó a éste y se
granjeó el apoyo del partido Movimiento
Ciudadano, (MC) organismo que lo proyectó para
contender en los comicios por la gubernatura del
Estado, perdiendo la elección ante el priista
Aristóteles Sandoval.
Más experimentado y por medio de una agrupación
política (Alianza Ciudadana) pero con el respaldo
de MC, logró ser primer munícipe de Guadalajara
el año de 2015. Y desde ese sitial, bregó para ser
candidato del mismo partido a la gubernatura,
triunfando en 2018, y desempeñando hasta la fecha
ese importante cargo. Eso sí, con muchas críticas,
reproches y no pocas estimaciones difíciles sobre
su actuar, y con insistencia, en su genio poco
condescendiente. Algunos periodistas que
asistieron a sus conferencias estilo mañaneras de
AMLO, rebautizaron esas reuniones como
“regañaderas”. Incluso, ambos han cometido
errores al apoyar a ciertos políticos: Alfaro con
Alberto Uribe, que se salió de su grupo; Amlo con
gente como Lily Téllez y Germán Martínez, este
último elocuente ejemplo del alacrán que a quien
le ayudó a pasar el río, lo emponzoñó,
justificándose al decir, es que, traicionar, es mi
naturaleza.
Recientemente, Alfaro había sido una especie de
adalid de una decena de gobernadores que
disentían de cómo se conducían los demás colegas
de ellos, en el seno de la Conferencia de
Gobernantes, de mucha actividad hace unos años y
por ahora, casi sin escucharse. Ese puñado de
mandatarios se hicieron llamar “federalistas”, hasta
que diversos motivos, sobre todo el término del
período sexenal para algunos, los diluyó. Pero
Alfaro allí llevaba la voz cantante, y de tal
circunstancia surgió la idea de que era
presidenciable, perfil que conservó hasta hace unos
días, cuando anunció que no buscaba tal pretensión
y que solo quería terminar su mandato en Jalisco,
para retirarse de la política.
Como se puede colegir de lo antedicho, en muchos
aspectos, la trayectoria del actual presidente de la
nación, Amlo, es parecida: se iniciaron en el PRI,
se rebelaron a sus dirigentes, pasaron al PRD -
donde López Obrador fue líder nacional- y poco
antes, no pudo ser gobernador de Tabasco, debido
a unos comicios sucios y muy alterados, al típico
estilo de los alquimistas electorales tricolores: su
rival fue Roberto Madrazo, para darnos una idea
cabal de su mañoso adversario. Pero luego fue
gobernador del DF, y tras padecer los ataques
perversos de Fox y cómplices, que lo desaforaron,
se sobrepuso y pugnó por la presidencia de la
república en 2006 -cuando se hizo del poder Felipe
Calderón, “haiga sido como haiga sido” dijo este
mismo, en cínica frase que lo ha calificado como
usurpador- y repitió en 2012, cuando Enrique Peña
Nieto, en trama bien urdida por las “mafias del
poder” mexicano, llegó a Los Pinos, para tristeza
de México, pues encabezó uno de los gobiernos
más corruptos de nuestra historia.
Finalmente, AMLO, ante una verdadera cascada
apabullante de votos, arribó a la jefatura de la
república en 2018, y de allí a la fecha ha llevado a
cabo lo que se conoce como Cuarta
Transformación, 4T, considerando que la primera
fue la lucha por la Independencia (1810-1821), la
segunda, la guerra de Reforma (1857-60) y la
tercera la Revolución Mexicana (1910-1917). El
ejercicio de la 4T ha sido a contracorriente, ante
una tremenda “law Fare” o guerra judicial y
buscando, bajo su divisa de “Por el bien de todos,
primero los pobres”, luchar contra la corrupción y
hacer que la libertad, la justicia social con
desarrollo general, así como la democracia,
imperen a plenitud. Esa lid formidable, entraña
separar el poder económico del poder político, lo
cual es tan trascendente, como aquella batalla del
siglo XIX en que se separó a la iglesia del Estado.
Como se puede ver, tanto el gobernante jalisciense
como el presidente de la república, se han echado a
cuestas tareas colosales, que, por lo delicado de las
mismas, algunas no se alcanzarán,(como la
refundación estatal) o quedarán a medio camino
(tal es la lucha contra la corrupción). Pero de que
ambos pasarán a la historia, eso es seguro, pésele a
quien le pese y le duela a quien le duela.
Ahora, el gobernador EAR anunció que ceja en el
empeño de ser aspirante presidencial de la
oposición; habla de que el partido que regentea -
aunque no esté afiliado a el- o sea el MC, debe
reconsiderar el ir unido con los del Frente Amplio
por México (FAM) que antes eran Va por México.
Exige que la dirigencia nacional, que reitera a cada
rato que “con el PRI ni ala esquina” (léase Dante
Delgado, el fundador, guía y dueño) escuche lo que
en Jalisco se plantea. Al respecto, desde el aludido
jarocho -Dante- hasta el inefable “Alito” lo
consienten, y no digamos sus huestes locales, que
lo reverencian y expresan: como Ud., quiera señor.
Algo parecido sucede en el caso de AMLO, aun
cuando a él en lo particular, sus adversarios del
FAM y los medios tradicionales -que incluyen a los
comentócratas defenestrados por su régimen- lo
tratan de maneras tan insidiosas, que solo en
tiempos de Madero se vieron. Pero a pesar de todo,
allí está el lopezobradorismo, con ventajosos
porcentajes para repetir en el 2024, y su fundador,
recibiendo según las encuestas, el visto bueno de
alrededor del sesenta por ciento del pueblo, que al
final de cuentas será lo que valga.
Para finalizar, hemos de anotar que ambos líderes,
han asegurado que, terminado su correspondiente
período de gobierno, se retirarán de la política.
Muchísima gente pone en tela de duda tal
aseveración, pues los dos personajes están hechos
para vivir en y dentro del quehacer público. Por
ello, es muy difícil predecir si esa intención se
cumplirá; de allí que cada ciudadano se hará su
reflexión y de tal forma, definirá su veredicto, el
cual, como gritan los locutores y cronistas del
deporte, finalmente la opinión del respetable, es lo
que importa.
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