Reflexiones sobre la lengua
Ramón Moreno Rodríguez
Por siglos ha habido unanimidad en decir “buenos
días”, y a nadie le parecía problemática esta expresión. De un tiempo a esta parte, a algunos
perfeccionistas del saludo les ha dado por corregir lo que piensan que es una
manera viciada o errónea de expresarse y con suma propiedad corrigen y se
corrigen saludando con un tajante “buen día”. Quienes así proceden creen ser
correctos, mejor aún, perfectos en el dominio de la lengua, pero en verdad no
han visto la viga en el ojo propio. Los ignorantes con iniciativa son los más
peligrosos. Estas personas piensan que han hecho una sesuda reflexión sobre la
lengua y se disponen a poner en su lugar a los ignorantes. Craso error, no
existe incorrección alguna en decir “buenos días”. Personas ha habido que me
dictan su saludo haciendo hincapié en el singular: remarcan varias veces las nnn, de su buennn. Yo finjo que no me doy cuenta y persisto en responder con
el ortodoxo plural.
Los usos de la lengua se rigen por
un principio consensual. Es decir, todos aceptamos una forma determinada, un
modismo tal, una manera de ver las cosas que nos rodean y no otra. Por ejemplo,
los españoles prefieren decir “las once menos cuarto” y los mexicanos hemos
aceptado “cuarto para las once”. En fin, ellos desandan lo caminado y nosotros
nos consolamos con lo poco que nos falta para llegar a la meta. Da lo mismo, es
una manera de ver la realidad.
No hace mucho tiempo tuve un vecino
del que tenía noticias era profesor de filosofía y él estaba enterado de mi
condición de literato. Por nada del mundo dejaba de decirme, buenaaa nocheee, aunque en ese momento
estuviera temblando y todos bajáramos las escaleras del edificio a velocidades
propias del terror, de tan introyectada que tenía su ultracorrección y de lo
muy convencido que estaba de su argumento de que el plural en tales casos era
un uso de los tontos o de los ignorantes. En alguna ocasión en que las prisas
no apremiaban aquellos encuentros circunstanciales, me dictó cátedra de
filosofía, disimulando en la falsa modestia su torpe inferencia. Me dijo, usted
disculpará colega, pero a mí me da por pensar que los días suelen tener sólo
una tarde o una noche o una mañana, por eso me atrevo a desearle buen día y no
buenos días.
Sonriendo le contesté, grave verdad
ha descubierto usted, lo felicito. Y seguí mi camino. Por supuesto que no
intenté explicarle el uso de los plurales de intensidad, no tenía caso. El
estaba muy convencido de su deducción y era preferible dejarlo seguir saludando
de esa rebuscada forma.
En efecto, el plural en español no sólo sirve para
indicar múltiples cantidades, también muestra intensidad. Sucede que no siempre
reflexionamos otros usos similares al buenos
días, y por eso no descubrimos esa otra función. Algunos ejemplos nos
revelarán esta característica. Sucede que para expresar de manera circunspecta
lo mucho que nos alegra el éxito de la persona con la que charlamos, podríamos
decir le doy mis sinceros parabienes.
También, en una carta o un mensaje podríamos escribir le doy mis más sinceras felicitaciones. Y otro tanto podemos decir del sentimiento
expresado en sentido contrario: condolencias.
Incluso, una palabra de la que difícilmente pensaríamos que es plural de
intensidad, gracias, en efecto lo es
porque a quien nos regala algo, por ejemplo, se la decimos y con ella
expresamos que nuestra gratitud es totalmente sincera y por ello le atribuimos
al donante una multiplicidad de “gracias”, es decir, de una gracia varias veces repetida e
intensificada por nuestra amabilidad.
Por lo tanto, debemos concluir que
nunca ha sido incorrecto el uso del plural en buenos días y que el afán de usarlo en singular no sólo es
artificioso sino que responde a la lógica de la ultracorrección. En términos
lingüísticos se le llama ultracorrección a cualquier fenómeno que busca enmendar
lo que ya está bien dicho o escrito, como insistir que la expresión correcta es
vaso con agua en lugar del
correctísimo vaso de agua.
Por último, debo aclarar que no es
lingüísticamente inapropiado decir buen
día, sino pedante, de tan afectado. Me explico. En la construcción bacalado sí hay un error por
ultracorrección, pues en el sustantivo bacalao
se está corrigiendo por analogía el uso coloquial del verbo comprao (participio) que debe
construirse con d intervocálica: comprado. Dicho de otra manera, la
palabra bacalado no existe, pero la
frase buen día sí está bien
construida; como ya dijimos, es una forma válida pero que se configuró a partir
de una confusión del sentido que deben tener los plurales. ¿Debemos usarla? Yo
opino que no, entre otras causas porque ya tenemos la otra, que es totalmente
castiza.
¿En qué acabará este uso moderno del saludo? No es posible saberlo. Si la afectación se generaliza y termina por desplazar al centenario buenos días, dejará de parecernos afectada esa peculiar manera de saludar cicateramente, como diciendo, “para usted hoy tengo UN deseo de bienestar; ¿quiere varios? ¡crúcese mañana en mi camino y verá cómo, generosamente, le regalo uno más!”.
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