Pedro
Vargas Avalos
El
16 de junio reciente nuestro hermoso Estado de Jalisco cumplió 200 años de su
creación como entidad, (1823) proclamando la república federal como el sistema
ideal para la nación mexicana. La fecha, en sus inicios fue muy celebrada y al
poco tiempo de estar constituido, el Congreso local decretó que sería un día
festivo para los jaliscienses. Sin embargo, con la caída de la república
federal en 1834, se echó al olvido y hasta años recientes se volvió a celebrar,
sobre todo gracias a la actividad de los cronistas municipales y especialmente
del Instituto de Estudios del Federalismo “Prisciliano Sánchez” de grata
memoria y que desafortunadamente, la incuria del anterior gobernador, facilitó
su desaparición.
Para llegar a la actual celebración,
se recorrió una andadura larga y llena de vicisitudes. Nuestro querido Estado, antes de la conquista
estaba poblado por un mosaico de etnias: nahuas, tecos, cocas, cazcanes,
chichimecas, huicholes y hasta tepehuanes, allá por el extremo norte,
colindando con Durango. En ciertas regiones recibían nombres muy localistas,
por ejemplo, en Lagos de Moreno, donde radicaban los xiconaques, mezcla de
etnias generalmente llamadas chichimecas.
Una cultura madre asentada en
tierras jaliscienses, fue Teuchitlán, donde se admiran los restos arqueológicos
de Huachimontones, caracterizados por pirámides circulares, grandes juegos de
pelota, cultivos de chinampas y cuyo dios principal era el viento, llamado
Ehécatl. Floreció unos siglos antes de Cristo y duró hasta la centuria VII de nuestra
era.
Los conquistadores hispanos
principales fueron, Alonso de Avalos por 1523-24; enseguida Francisco Cortés de
San Buenaventura, por 1524-25, siendo alcalde de Colima. Ambos personajes
fueron parientes de Hernán Cortés, el vencedor de lo que sería Nueva España. El
tercer dominador-colonizador de estas tierras, fue el Lic. Nuño Beltrán de
Guzmán, a partir de 1529. Era de noble familia y oriundo de Guadalajara,
España, razón por la cual recibió ese nombre nuestra actual Perla Tapatía,
capital de Jalisco. Por cierto, nuestra urbe, ha tenido cuatro fundaciones: en
Nochistlán, (hoy Zacatecas); en Tonalá, en Tlacotán (comprendido en Ixtlahuacán
del Río) y finalmente el valle de Atemajac, donde desde 1542 tiene su asiento.
La enemistad de Guzmán con Cortés
hizo que, siendo aquel presidente de la primera Audiencia gobernadora de Nueva
España, le quitara los pueblos que Cortés tenía encomendados en Jalisco:
Tuxpan, Tamazula y Zapotlán, con sus comprensiones territoriales. Esto originó
un tremendo pleito entre ambos personajes, donde por primera vez se ve la
palabra “tapatío” documentalmente. Luego se registró el vocablo en Chapala, por
lo cual, el gentilicio “tapatío” es de todos los jaliscienses, es decir, son
sinónimos.
El nombre sugerido por Guzmán para
su conquista fue el de la “Mayor España”, pero la reina gobernante (doña Juana)
no lo aprobó y en cambio impuso el de Nueva Galicia. Así se conocería durante
alrededor de tres siglos, aunque cuando entraron los Borbones a reinar en el
imperio hispánico, variaron la división geopolítica (1786, con Carlos III) y
nuestra Nueva Galicia se denominó Intendencia de Guadalajara, a fines del siglo
XVIII.
En ese tiempo de colonia,
Guadalajara fue una especie de polo de desarrollo del occidente y el norte del
país. Por ello aquí, residían los grandes potentados mineros y ganaderos, así
como del comercio. La ciudad fue sede de obispado, de una Audiencia Real, de un
Consulado, colegios y muchas oficinas de importancia: al finalizar el siglo
XVIII, 1792, hubo Universidad y luego imprenta. En pocas palabras, era seria
competidora de la enorme ciudad de México.
En el tiempo de la guerra de
independencia, la entonces Intendencia de Guadalajara fue teatro de hazañas,
como las batallas de La Barca y la de Zacoalco (Santa Catarina), libradas en 4
de noviembre de 1810 y que abrieron la antigua Nueva Galicia al padre de la
Patria, Miguel Hidalgo, quien decidió trasladarse -desde Valladolid, hoy
Morelia- a la también conocida como Sultana de Occidente, donde estableció lo
que fue el primer gobierno nacional independiente: él como generalísimo sería
el ejecutivo, nombrando al Lic. Ignacio López Rayón, Secretario de Despacho, y al Lic. José Ma.
Chico, ministro de justicia; otros
cargos se asignaron para Allende y el Amo Torres. También organizó la
Audiencia (que sería ulteriormente el Supremo Tribunal de Justicia) y el
Ayuntamiento de la ciudad.
Además, de ese gran logro (organizar
el primer gobierno nacional) el 6 de diciembre emitió el decreto de Abolición
de la Esclavitud, documento que puso a lo que iría a ser Jalisco, como la
cabeza mundial de los derechos humanos. Otro notable avance fue la publicación
de el primer periódico independiente, el 20 de diciembre de 1810, y que se
llamó El Despertador Americano.
Durante la fase siguiente de la
lucha por la independencia, hubo hechos épicos, pero destacan dos: el sitio del
fuerte del Sombrero, a cargo del héroe Pedro Moreno-donde brilló su esposa D.
Rita Pérez de Moreno, y su hijo el niño héroe, Luis Moreno Pérez, muerto en el campo
de batalla a los 13 años de edad- y como segundo suceso, la resistencia de la
isla de Mezcala que duró más de cuatro años (1812-1816) y en la cual se
distinguieron Encarnación Rosas, de Tlachichilco, José Santa Ana, de Mezcala, y
el sacerdote, Marcos Castellanos. Es el único lugar -de toda América- donde
permaneció invicta la insurgencia, y solo una capitulación permitió que los
españoles se apoderaran de la isla.
En Jalisco se proclamó la
independencia política antes que en la ciudad de México: en Tlaquepaque, bajo
la divisa de “Independencia o muerte”, se pregonó el 13 de junio de 1821 por
Pedro Celestino Negrete. En la capital del país, se hizo el 27 de septiembre de
ese año. Sobrevino un breve periodo en que rigió una Junta Provisional guiada
por Iturbide; luego éste conspiró para que se le proclamase emperador en 1822,
siendo coronado por el obispo de Guadalajara, D. Juan Cruz Ruiz de Cabañas, con
el beneplácito de Luis Quintanar, iturbidista decidido y por ello, nombrado
Mariscal de los ejércitos imperiales y jefe superior político de la (ciudad)
Provincia de México. De este cargo, enseguida fue enviado con igual puesto a
Guadalajara, en donde tomó formal posesión del gobierno el 20 de noviembre de
1822, sustituyendo al General Pedro Celestino Negrete, no muy bien visto -por
sus principios liberales- tanto por Quintanar, como por su favorecedor.
Jalisco es el hermano mayor de la
federación mexicana, pues el Estado, que aspiraba por el republicanismo desde
la caída del malogrado emperador, 23 de febrero de 1823, se hacía llamar así
desde inicios de ese año, y se inclinaba hacia la forma federalista, desechando
el centralismo; al fin, se creó oficialmente el 16 de junio de 1823, con el
nombre de Estado Libre de Xalisco y postulando el aludido sistema federal.
Debemos enfatizar que el Dr. José de Jesús Huerta Leal, -nativo de Acatlán, hoy
de Juárez- siendo vocal de la diputación provincial de Guadalajara, redactó el
documento de la creación del Estado, manifestando que en ningún instante se
dudó de escoger como nombre para la naciente Entidad, el de Xalisco,
denominación que tenía desde la etapa prehispánica.
A partir de esa memorable fecha, y
ya con su nombre transformado en Jalisco (con jota en lugar de equis) nuestro
Estado fue denodado sostén de la república federal y puntal de la vida
municipal. Si el Doctor Huerta fue el notable maestro de los políticos
federalistas de la primera mitad del siglo XIX (como Valentín Gómez Farias y
Melchor Múzquiz, incluso Ramos Arizpe), don Prisciliano Sánchez se consideró en
el gran adalid del sistema con su libro “El Pacto Federal de Anáhuac”. Otro
destacado difusor de este régimen lo fue D. Francisco Severo Maldonado, con su
obra “Contrato de Asociación para la República de los Estados Unidos de
Anáhuac”. Y así se sumaron numerosos jaliscienses para hacer triunfar esas
ideas. Quintanar – señalado como iturbidista, y montado por interés en la
política republicana de los jaliscienses- fue preso y llevado con tal carácter
a la ciudad México. Jalisco, generoso, le concedió jugosa pensión de tres mil
pesos, el mismo día -25 de enero de 1825- en que asumió como primer gobernador
constitucional Prisciliano Sánchez.
En la capital de la nación, se
expidió la Constitución Federal de 4 de octubre de 1824, y Jalisco emitió su Constitución
particular el 18 de noviembre de ese año, que ya estaba terminada meses antes,
pero se esperó a que se publicara la de orden federal. Aquí los grandes pilares
fueron Prisciliano Sánchez (diputado y luego primer gobernador constitucional
del Estado) junto al Dr. Juan N. Cumplido.
México seguiría su marcha, con
lamentables tropiezos; en uno de los principales, participó Luis Quintanar,
quien mostró su real pensamiento conservador y dio un cuartelazo contra Vicente
Guerrero, y enseguida desconoció al presidente Bocanegra, integrando un efímero
triunvirato con Lucas Alamán y Pedro Vélez, con lo que se debilitó el sistema
federal, dejando todo preparado para que su amigo Anastasio Bustamante (también
Mariscal iturbidista) llegara a la presidencia, en un gobierno
cuasi-centralista. Tras la gestión del vicepresidente Gomez Farias, estalló en
1834 el plan de Cuernavaca, que de plano acabó con la república federal y
entronizó a Antonio López de Santa Anna. En estos años Quintanar tuvo varios
puestos y se le premió nombrándolo presidente del Tribunal Superior de Guerra,
falleciendo en 1837. Por ello, el Congreso local (en 1833) le quitó la pensión
que le había otorgado generosamente y lo tildó de traidor al federalismo. En
consecuencia, haber rebautizado recientemente el parque Solidaridad de
Guadalajara, como Luis Quintanar, no fue algo adecuado: debió haberse llamado
José de Jesús Huerta.
El dificultoso siglo XIX templó a
los jaliscienses y la Entidad siguió siendo vértebra nacional. Sus literatos,
poetas, y en general escritores, periodistas, políticos, filántropos, juristas,
ingenieros y maestros, por solo mencionar algunas profesiones, consolidaron a
Jalisco. Su productividad en la agricultura, lo convirtió en granero de la
patria. La ganadería le dio un lugar privilegiado nacionalmente y el hombre de
campo, convertido en charro, le dio indumentaria y perfil definitivo. El
comercio, las comunicaciones y la industrialización, avanzaron grandemente, así
como crecieron los centros escolares de todos los niveles, convirtiendo a la
Perla Tapatía, en una especie de Meca de los estudios y por tanto en Atenas de
Occidente.
La música, con su mariachi y los
grandes compositores e intérpretes, consagraron a Jalisco como el orfeón
nacional, y el cine, al igual que el deporte, lo proyectaron
internacionalmente. La gastronomía y nuestras bebidas (tequila, raicilla y
mezcal) hacen único al Estado. Sus santuarios son excepcionales (Talpa, San
Juan de los Lagos, Temastián, Zapopan, etc.). Los destinos de sierra, los pueblos
-más que mágicos- encantadores, las tradiciones graciosas, la belleza de la
mujer tapatía (equivalente a jalisciense), la gallardía y bonhomía de los
nacidos en estas tierras, sus playas excelentes y la cálida hospitalidad de
quienes viven en Jalisco, lo convierten en efectivo símbolo de lo que entraña
la frase: Jalisco es México.
Por todo lo anterior y mucho más que
en este artículo no es posible agotar, es que nos congratulamos de que nuestro
espléndido Estado, celebre fastuosamente, con sus 125 municipios, el 200
aniversario de ser libre y soberano. ¡Viva Jalisco! ¡Vivan los tapatíos!¡Vivan
los jaliscienses, nativos y avecindados!¡Viva Jalisco!
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