Salvador
Encarnación
Cuando ingresé
al Capítulo sur de la entonces Sociedad de Geografía y Estadística del Estado
de Jalisco (el título de Benemérita se le concedió años después), eran cinco
los miembros más asiduos: Juan S. Vizcaíno, Ramón Villalobos Castillo Tijelino, Ernesto Neaves Uribe, Enrique
García González y Federico Munguía Cárdenas.
Las reuniones del Capítulo sur
sirven para el intercambio de ideas, libros, documentos; además de incrementar
la amistad. Recordar esas convivencias es grato. Lo haré en este momento de
esos cinco miembros, de los cuales, cuatro de ellos concluyeron su paso
terrenal y viven por su legado.
Se festejó en Zacoalco, octubre de 1989, el 125 aniversario de la instalación de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística del Estado de Jalisco. Don Federico Munguía Cárdenas leyó un texto sobre la historia de esa población. Lo acompañan en el presídium, miembros de la Directiva Estatal, del H. Ayuntamiento de Zacoalco y del Capítulo sur. Foto: Baudelio Llamas. Archivo: SE
1
Don Juan S. Vizcaíno, el cronista de Zapotlán, según los díceres, se metió al archivo municipal a rescatar un sinfín de documentos entre ellos algunos del Siglo XVIII. Cuando por fin salió todo él era un garapiñado por las infecciones. Tiempo después le pregunté sobre la veracidad de ese comentario. “Sí, es verdad —contestó—. Me metí a la brava, sin condón y sin nada”.
Lo conocí en el archivo de Zapotlán.
Corría, quizá, el año de 1983. Alguien me comentó que él tenía el libro Zapotlán de Guillermo Jiménez. “Así es”.
Aseguró. De un estante extrajo el libro y me lo permitió al mismo tiempo que
dijo: “No permito fotocopiarlo. Si quiere pasarlo a mano, lo puede hacer”. Y se
sentó en la mesa para cuidar el libro.
Años después encontré a don Juan
formando parte del Capítulo sur. Era, por decirlo así, el mismo: pantalón
verde, camisa café a cuadros y tirantes; boina en la cabeza. Siempre busco
motivos para salirse con la suya. Aunque no siempre lo lograba. Una vez nos
informó, vía telefónica, que el restaurante Las
Palomas, el sitio de la junta en Zapotlán, iba a estar cerrado. Por lo
tanto la reunión se trasladaba a su casa en calle Mariscal. Acudimos. Al
término, se presentó Lupita su esposa y nos dijo: “Ahora sigue el pozole. Pasen
por favor”.
2
Juan José
Arreola en su cuento Tres días y un
cenicero escribió: “Lo cierto es que ahora se presentó en mi casa Ramón
Villalobos Tijelino, el escultor de
Zapotlanejo…” fue una sorpresa el mirar a un personaje de un cuento de Arreola
ahí sentado en la mesa del Capítulo Sur. De vacile fácil, el escultor decía de
su persona: “Aunque estoy chaparrito soy de los Altos de Jalisco”.
En una reunión, entre opiniones, Tijelino
trabajaba duro con unas tijeras y cartón. Miraba de reojo y seguía con su
faena. “¿Qué tanto haces?” Le preguntó don Federico al final. “Acabé —dijo—.
Estoy haciendo tres máscaras de estos compas”. Los compas éramos Miguel Ángel
Barragán, Adrián Gil Pérez y yo. Solemne se puso de pie y nos regaló la obra.
“Perdón —dijo—, olvidé algo”. Me pidió la máscara. Se la llevó a la boca y le
dio un soplido inmenso. “Me faltaban los cachetes”, dijo.
3
Muy serio y
con un aire místico, don Ernesto Neaves Uribe fue coordinador del Capítulo sur.
El ilustre teatrero de Zapotlán que le dio vida a Juan Vites, el de La feria
de Arreola, estaba ahí, solemne. Era y no exagero, un obispo laico al que sólo
le faltaba la mitra. Con su voz de barítono contaba y a veces recitaba las
pastorelas de Zapotlán.
Vivía corrigiendo a sus nuevas amistades la pronunciación de su apellido.
“Buenos días, maestro Nieves” Lo saludé con respeto. “Ne-a-ves”, me corrigió de
inmediato.
Cargado en años, rejuvenecía “el
profe” Neaves” cuando organizaba actividades culturales. Y más si era teatro.
Era un muchachote en acción: cargador, acomodador, tramoyista, actor y al
final, agradecía el aplauso del respetable.
A finales del año de 1995, cayó el
telón que dio por terminada su vida.
4
Un exbasquetbolista
de la selección de Teocuitatlán de Corona es miembro del Capítulo. Él
organizaba también el futbol de ese pueblo. Me di cuenta, tiempo después, que
era dueño de un museo y autor de dos libros: Gral. José María Donato Guerra y Amado Guadarrama. Su nombre: Enrique García González, de profesión
médico cirujano partero, aunque en Teocuitatlán se le conoce como “El doctor”
como si fuera su nombre de pila. Por muchos años fue el tesorero del Capítulo.
En cada junta nos informaba a cuanto ascendía nuestro tesoro y agregaba: “Y
aquí lo traigo por si alguien lo quiere contar”.
El Ayuntamiento de Teocuitatlán le
rindió, en 2022, un homenaje más. Acudieron principalmente sus amigos, miembros
de la Directiva de la Benemérita Sociedad más el Capítulo sur. Un mes antes, la
Asociación de Cronistas Municipales de Jalisco le otorgó un reconocimiento por
su Trayectoria. “No te creas —me dijo—. Los héroes ya están cansados”.
5
La presencia
de don Federico Munguía Cárdenas fue y es fundamental en la historia del
Capítulo Sur. Su amistad recorría todos los ámbitos. Su inmenso archivo estaba
a disposición de quien quisiera consultarlo y más, prestaba su fichero
personal.
—Estoy maravillado —me dijo—. Me
trajeron unas pastillas para la memoria, buenísimas.
—¿Y cómo se llaman? Le pregunté.
—Se llaman, se llaman… Mira que no me acuerdo…
Acudían, don
Federico y don Juan, a la reunión mensual de directiva en Guadalajara. Al término
llegaban a comprar un pan “sabrosísimo” a una panadería antigua. Una vez, mientras
don Federico hacía fila para el pago, don Juan pidió permiso para pasar al
baño. De inmediato se escuchó un grito
despavorido: “¡Federico! Avienta ese pan. Aquí hay más ratas que gente”.
En marzo de 2017 falleció don
Federico. Días antes, el Capítulo lo visitó unos minutos. Estaba alegre, de
buen semblante. La noticia fue una sorpresa.
6
Esteban
Cibrián no participó en el Capítulo por dos razones. La primera, cuando él
ingresó a la Sociedad no se habían constituido los Capítulos. Su tema de
ingreso fue: “El Gral. Francisco Villa en Zapotlán (1915)”. Presentado el 15 de septiembre de 1981 en
Ciudad Guzmán. La segunda razón por lo avanzado de su edad. Falleció en
1985 cuando el Capítulo estaba en
formación. Otro miembro con el que no participé fue la maestra María del Carmen Orozco Cano. Ella ingresó
al Capítulo el 29 de noviembre de 1986 con el tema: “Del silabario a la
informática en la educación”. La maestra trasladó su domicilio a Guadalajara y
pasó su membresía a esa ciudad, aunque siempre decía: “Yo soy del capítulo
sur”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario