Víctor Hugo Parado
México
es un país que durante los últimos 35 años ha ido construyendo un andamiaje
para que la sociedad en su conjunto viva en un sistema democrático. Para
convivir, compartir, relacionarnos con preferencias o diferencias, al final de
cuentas se trata de vivir con otros.
Señala
José Woldenberg, en su blog de la revista Nexos que “personas, organizaciones
sociales, partidos, medios y redes, tienen idearios, religiones, cuerpos
valorativos que pueden coincidir o no con los nuestros. Solo en muy pequeñas
comunidades, indiferenciadas, quizá se puedan observar unanimidades, que por
cierto cuando se rompen suelen generar violencia, expulsiones, intolerancia”.
Continua
Woldenberg señalando que “esa diversidad, connatural a la vida, es la que en
democracia coloniza a las instituciones del Estado y obliga a las diferentes
fuerzas políticas a coexistir con otras, lo que incluye, a quienes han ganado
el gobierno. Esa diversidad, observada con el filtro democrático, es parte de
la riqueza de la sociedad y por ello hay que preservarla y ofrecerle cauces
para su expresión.
La
fortaleza de los sistemas democráticos, sin duda, tienen como cimientos a la
educación, que, en el país, debe formar en consonancia con lo establecido en el
Artículo Tercero de nuestra Constitución, basada en el respeto irrestricto de
la dignidad de las personas, con un enfoque de derechos humanos y de igualdad
sustantiva. Tendiente a desarrollar armónicamente todas las facultades del ser
humano, que fomente el amor a la Patria, el respeto a todos los derechos, las
libertades, la cultura de paz y la conciencia de la solidaridad internacional,
en la independencia y en la justicia; promoviendo la honestidad, los valores y
la mejora continua del proceso de enseñanza aprendizaje.
Y,
por si fuera poco, la educación debe impulsar y motivar la libertad de
creencias, ajena a cualquier doctrina religiosa; basada en los resultados del
progreso científico, contraria a la ignorancia, las servidumbres, los
fanatismos y los prejuicios. Que tenga en mente a la democracia como un sistema
de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural de la
sociedad; una educación que contribuya a la mejor convivencia humana, a
fortalecer el aprecio y respeto por la naturaleza, la diversidad cultural, la
dignidad de la persona, la integridad de las familias, la convicción del
interés general de la sociedad, los ideales de fraternidad e igualdad de
derechos de todos, evitando los privilegios de razas, de religión, de grupos,
de sexos o de individuos.
Cualquier intento de apartarnos de lo pluralidad debe ser resistido, no tiene espacio ni en la política, la simple convivencia social y menos, mucho menos, en la educación.
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