Víctor Hugo Prado
De
acuerdo con Transparencia Internacional, la corrupción se define como “el abuso
del poder para beneficio propio” puede existir a gran escala, menor y política,
según la cantidad de fondos perdidos y el sector en el que se produzca. La
corrupción es uno de los mayores desafíos a los que se enfrentan los Estados en
la actualidad. Debido a esto, el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 16 de
la ONU “Paz, Justicia e Instituciones Sólidas” establece como una de sus metas
“Reducir considerablemente la corrupción y el soborno en todas sus formas”.
De
acuerdo con información del sitio del Sistema Nacional Anticorrupción, “la
corrupción en México implica pérdidas económicas equivalentes al 10% del
Producto Interno Bruto (PIB) nacional en el 2017, otras fuentes recientes
sostienen el dato. Lo que implica que por cada $100 pesos que la economía
mexicana genera como riqueza, $10 pesos son destinados a la corrupción”.
La
cara más cruda de la corrupción se muestra cuando se analizan los costos en el
ámbito social, los cuales se manifiestan en el malestar generalizado por parte
de la sociedad ante las altas cifras de corrupción en México. Lo más grave es
cuando los recursos no llegan a donde deberían llegar, limitando el acceso de
los mexicanos a infraestructura y servicios dignos y decorosos, en salud,
educación, seguridad, vías de comunicación, transporte, servicios de todo tipo,
entre ellos los elementales como agua, luz, drenaje. Además, que la corrupción
provoca brechas de desigualdad en la justicia generando altos índices de
impunidad, violencia e inseguridad.
La
corrupción, por si fuera poco, tiene efectos adversos en la gobernabilidad de
las sociedades, generando insatisfacción con la democracia a nivel nacional, pérdida
de credibilidad y confianza en las instituciones políticas del gobierno, en los
partidos políticos, en los legisladores, en las instituciones del sistema
judicial en México, en la administración pública del gobierno y desconfianza en
los servidores públicos.
De
acuerdo con el INEGI y su Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental,
“la tasa de prevalencia de corrupción al realizar un trámite personal reportado
por los propios ciudadanos es de 14,701
por cada 100 mil habitantes, hoy es 21%
superior que hace 10 años”. Así la corrupción haciendo estragos.
Los
esfuerzos para combatir la corrupción deben ser concertados y consensuados. En
ello, deben participar las instituciones del Estado, de los Poderes de la Unión,
de los sectores empresariales y laborales, la educación sigue siendo un recurso
imprescindible para crear cultura anticorrupción, y de nuestro lado, la
indispensable participación de una sociedad civil unida, dispuesta a no
tolerar, a denunciar y rechazarla en todas sus formas.
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