Fernando
G. Castolo
"Cerro
del Sochule", así lo leí en aquel viejo papel del siglo XVIII. Estudiando
la Maestría en Ciencias de la Arquitectura, se me solicitó un tema de
investigación. Decidí asomarme al patrimonio de mi pueblo y ahí me encontré, a
punto de ser dinamitadas, las ruinas de una construcción en el paraje conocido
como Las Peñas.
Todavía
aquello no era Parque Ecológico. Cuando me aproximé a la auscultación del
inmueble pregunté sobre el propietario de aquellos terrenos. Se llama don
Crescencio Castillo Villanueva, me dijeron. Busqué al personaje en su
casa-habitación de conocida zona residencial. Me recibió con ciertas reservas.
Le
comenté sobre mi posible proyecto de investigación y le pareció interesante,
mucho más cuando se enteró que yo era nieto de un compañero suyo en la fábrica
de Atenquique. Muy afable me acercó unos viejos papeles: eran las escrituras
originales de toda esa fracción de la montaña oriente, dominada por un par de
monolíticas piedras conocidas como Las Piedras de los Compadres.
Me permitió paleografiar aquel interesante
acervo y fue cuando leí en los mismos que la zona se conoció como el Cerro del
Sochule, palabra náhuatl que significa "lugar sagrado". Entendí por
qué. Las Piedras de los Compadres tienen (o tenían) en su parte baja complejos
diseños de petroglifos prehispánicos; entonces, este punto, así lo entendí, era
considerado como sagrado en la época precortesiana.
Con los años y las investigaciones pude
corroborar aquella hipótesis. Respecto a las ruinas, averiguamos que se trataba
de un viejo complejo de molienda, que funcionaba con la fuerza hidráulica del
arroyo Los Guayabos, y que trituraba trigo, cereal parte integral de la dieta
de los peninsulares. La investigación se llevó a cabo en un momento crucial del
paraje. Aquel estaba siendo dinamitado para eliminar las grandes peñas del
proyectado periférico Oriente de la ciudad, desapareciendo, por cierto, la
monumental piedra conocida como Las nalgas del Diablo.
Al
ver los tesoros patrimoniales que se conservaban, tanto don Crescencio como las
autoridades municipales, dieron marcha atrás y se repensó un proyecto que
culminaría como Parque Ecológico, con una interesante propuesta realizada por
estudiantes de arquitectura del ITESO.
Hoy
en día, y en gran medida gracias a don Crescencio Castillo Villanueva, los
zapotlenses podemos disfrutar de una zona de esparcimiento con terrazas,
arboledas y vestigios patrimoniales de nuestra más arraigada identidad, en lo
que se conoció como el Cerro de Sochule, un lugar sagrado para todos nosotros.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario