Pedro Vargas Avalos
Nos
dice el diccionario que un ‘váguido’ es una indisposición pasajera que se
produce tras una situación de angustia o susto muy grandes. Esto es lo que ha
sobrevenido luego de que, con gran alharaca, se supo que el primer mandatario
nacional había suspendido su gira por el sureste del país, el pasado domingo 23
de abril estando en Mérida. Allí, se dijo -por un periodista de El Diario de
Yucatán, que luego éste medio agrandó y los políticos y pseudopolíticos, que
abundan, escandalizaron- lo siguiente: “según sus fuentes, el mandatario había
sufrido una complicación cardiaca cuando se disponía a desayunar en la Base
Aérea Militar Número 8 de Mérida dentro de un edificio conocido como Casa de
Piedra” (Ricardo Raphael, Milenio 24-04-023).
Para Jenaro Villamil, el periodista
y escritor, que preside el Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano
(SPR), al glosar la serie de murmuraciones y especulaciones que el hecho del
“váguido” antedicho desató, una especie de “salto mortal” lo dio Raymundo Villa
Palacio, quien escribió el 25 en Estrictamente Personal: “El Gobierno no mintió
cuando dijo que el Presidente Andrés Manuel López Obrador tenía COVID-19. Lo
que ocultó es que el virus le produjo un infarto.” Así, se desarrolló una
“infodemia” sobre el tema. El primer magistrado, vía twitter, informó: “Ni
modo, amigas y amigos: salí positivo a COVID19. No es grave. Mi corazón está al
100 y como tuve que suspender la gira, estoy en la Ciudad de México y de
lejitos festejo los 16 años de Jesús Ernesto. Me guardaré unos días…”. Lo del
festejo es referente al cumpleaños, el 23 de abril, de su hijo menor de edad.
Eso de infodemia, hay que entenderlo
como expresión compuesta por la palabra información y la voz epidemia, generada
por algún acontecimiento muy interesante para la comunidad, pero que a veces
genera o permite surjan noticias falsas, es decir, fakenews. Y estas en el
medio político, causan verdaderas turbaciones, las cuales luego se aclaran,
pero el daño social que produjeron ya no lo sanan totalmente, conforme el
refrán que dice, “la mentira, cuando no mancha, tizna.”
El
secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, debido al desmayo
presidencial, desde el lunes 24 encabeza las mañaneras que habitualmente dirige
AMLO, apoyado en el secretario de Salud, afirmó que “el presidente estaba recuperándose
del contagio de Covid19, y más que pronto sería dado de alta”. La Doctora
Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del gobernante, de gira por Tabasco, declaró:
"Les quiero decir que la única y auténtica verdad es que nuestro presidente
está muy bien", resguardado en Palacio. Para el miércoles 26, el mismo
máximo servidor público de México, difundió un video, en el cual explica
detalladamente el suceso. Tras mirarlo, Joaquín López Dóriga, opinó que, ese
video, -grabado en el museo de la Intendencia de la Traición a Madero, en
Palacio Nacional-, lo “dedicó a sus
amigos y adversarios y en el que no quedó duda de que se había recuperado.”
Sostiene el renombrado “teacher”, sobre este tópico de la salud del Presidente,
que “fue el tema central de todos los mexicanos, se dijo de regreso y lo hizo
en modo López Obrador.” Por la noche, en el programa Tercer Grado que modera
René Delgado en Televisa, el antes citado Riva Palacio, dio una disculpa
reconociendo su error.
De esa
manera transitó esa especie de soponcio que registró la nación, casi toda la
semana pasada. Desde luego, los críticos de AMLO, se dieron vuelo difundiendo
con tintes falsos, la noticia. Pero al margen de ello, surgen varias
inquietudes al respecto: Una es la principal, lo que sucedería en nuestra
Patria si permanentemente, no hubiese titular del poder ejecutivo. Pero también
es muy transcendente, el saber por todo el pueblo, como está la salud de su
gobernante y en caso de enfermedad, conocer si posee la capacidad para ejercer
su cargo. En esta hipótesis, también aplicaría para los mandamases de Entidades
federativas o municipios. Las inadvertencias normativas en ambas suposiciones,
son notorias y resulta, por tanto, de suma importancia que se legisle sobre el
tema.
Dice
la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en su artículo 84:
“En caso de falta absoluta del Presidente de la República, en tanto el Congreso
nombra al presidente interino o substituto, lo que deberá ocurrir en un término
no mayor a sesenta días, el Secretario de Gobernación asumirá provisionalmente
la titularidad del Poder Ejecutivo. En este caso no será aplicable lo
establecido en las fracciones II, III y VI del artículo 82 de esta
Constitución. Quien ocupe provisionalmente la Presidencia no podrá remover o
designar a los Secretarios de Estado sin autorización previa de la Cámara de
Senadores. Asimismo, entregará al Congreso de la Unión un informe de labores en
un plazo no mayor a diez días, contados a partir del momento en que termine su
encargo.” En los siguientes párrafos explica el dispositivo constitucional
aludido, las clases de presidentes que pueden surgir: el interino, que es
nombrado por el Congreso, cuando la falta del presidente es en los primeros dos
años de su período, en cuyo caso el nuevo gobernante convocará a elecciones
presidenciales, para que quien triunfe, concluya el período del ausente. Si la
desaparición definitiva es en los postreros cuatro años del período, entonces
se nombra por el Congreso a un presidente sustituto, mismo que terminará la
etapa sexenal inconclusa.
Sin
embargo, sobre el estado de salud, específicamente el mental, aunque puede ser
también alguno que se dictamine impide ejercer atribuciones presidenciales
plenas, no hay providencia que lo regule. Y es indispensable que sobre tema tan
delicado no haya lagunas legales.
Una
nación no puede vivir armónicamente sin mandatario legítimo; la política es
esencial en la sociedad, y el pueblo, tiene el derecho de saber el estado de
salud de sus gobernantes, a la vez que estos, invariablemente deben gozar de
salud suficiente para el desempeño de su demandante encargo. En el estatuto
correspondiente que los legisladores forjen, se deben incluir todos los funcionarios,
puesto que no debe confiarse el ejercicio de funciones de gobierno a ciudadanos
que no estén plenamente sanos, es decir, aptos, para desempeñar esos puestos.
Finalizamos
nuestro comentario recordando que, en puntos tan escépticos pero factibles, como
el que hoy dilucidamos, se debe proceder como afirma la sabiduría popular: más
vale prevenir que lamentar.
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