Todas
estas flaquezas generan el miedo, que es, en sí mismo, una enfermedad del alma.
— Doce
Pasos y Doce Tradiciones, p. 46
“El
temor llamó a la puerta; contestó la fe; nadie estaba allí”.
Yo
no sé quién dijo lo anterior, pero la verdad es que indica muy claramente que
el temor es una ilusión. Yo mismo creo la ilusión. En mi juventud, yo
experimenté el temor y pensaba equivocadamente que su mera presencia me hacía
un cobarde. No sabía que una de las definiciones de “valor” es la “disposición
de hacer lo correcto a pesar del temor”. El valor entonces no es necesariamente
la ausencia del temor. Durante las épocas en que yo no tenía amor en mi vida,
con toda seguridad tenía temor. Temer a Dios es tenerle miedo a la alegría.
Mirando retrospectivamente, me doy cuenta de que, durante las épocas en que más
temía a Dios, no había alegría en mi vida. Según aprendí a no temer a Dios,
aprendí también a experimentar alegría.
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