martes, 23 de mayo de 2023

Bellezas inadvertidas


  

Fernando G. Castolo*

 

 

El vestigio mudo de una rancia y bella arquitectura de la ciudad, reclama su olvidada historia. Se trata de una acrótera (término arquitectónico que se traduce como base de un adorno), rematada con su respectivo acroterón (propiamente el adorno), adosada a lo que fue el consultorio médico del Dr. Rafael Sandoval Hidalgo y Costilla, hoy oficinas del Obispado de Ciudad Guzmán.



Esta especie de columna pegada al muro y rematada con un hermoso jarrón, es vestigio de aquel hermoso enverjado que circundaba el espacio atrial de la vieja parroquia de Zapotlán, espacio hoy convertido en calle Ramón Corona.





Eran una serie de acróteras unidas entre sí por artística herrería, en cuyo centro se abría un monumental arco de ingreso al espacio atrial, con una singular espadaña coronada por una cruz, arco de formas inspiradas en el neoclasicismo, con sus columnas corintias, que tuvo sus aires renovados en el ocaso de los años decimonónicos.


Algunas postales que circulan en el ciberespacio dan cuenta de esta belleza arquitectónica que desapareció para dar paso al nacimiento de la arteria Ramón Corona. Único vestigio que pervive de este enrejado que circundaba el vetusto atrio ajardinado de la hoy Parroquia de El Sagrario. Ahí está, estoico, centenario, vivo... Honramos su pervivencia dando cuenta de su función original: una acrótera con su respectivo acroterón, del más puro estilo neoclásico.





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