Salvador
Encarnación
…y por
fin se fue. El avión mejor conocido como el presidencial (TP01 Boeing 787), fue
adquirido por la república de Tayikistán. Desde su adquisición por Felipe
Calderón, dio la finta que era un regalo sexenal para Peña Nieto. Este aparato
ha sido motivo de noticia por sus escandalosos costos.
La compra que ascendió a 2 mil 931.2 millones
de pesos no causó el menor escozor a Felipe que dejaba un país empobrecido y en
guerra contra el narco. Eran sus últimos días en Los Pinos y así mostraba su bienvenida
al nuevo presidente. Calderón, ya de salida, cargaba con los costos políticos
de la compra; con los económicos el pueblo de México.
El regalo fue insuficiente. Peña, ya
como presidente, le invirtió 79.8 millones de dólares para equipamiento de
cabina, una suite presidencial con baño, sala de reunión, mullidos asientos con
tecnología y la reducción de 270 a 80 pasajeros. El hangar, costo aparte, para
guardar el avión costó casi Mil millones de pesos.
El lujo no sólo fue del avión,
también el de sus ocupantes. En un viaje, para ejemplificar, efectuado el 27 de
octubre de 2017 por Peña, gastó: 41, 225 pesos en pasta de dientes y cepillo
dental. 157,852 pesos en agua de tocador para dama (marca Carolina Herrera) más
70,435 pesos por la de caballero. Gel para el pelo 36,627 pesos, etc. Sumando
estos y los gastos omitidos, ascendían a un poco más de Un millón de pesos.
Estos egresos (o sangrías, mejor dicho) no se reportaban porque estaban bajo el
rubro de “seguridad nacional”.
Andrés Manuel López Obrador, desde
su campaña, dijo que de ganar, el avión estaría a la venta. Ya presidente, en
una conferencia de prensa con el avión de fondo, dijo: “Es tan grande, que las
personas se ven pequeñas”.
Esos
costosos aparatos se deprecian pronto. Los años, el uso, el modelo, influyen
bastante. Haciendo la resta por depreciación la venta llegó a Mil 657 millones
de pesos. Varios comentaristas hicieron hincapié, o alarde, en la pérdida
económica por su venta y no contaron, ni comentaron, la depreciación. Valga el
ejemplificar con un auto comprado en agencia. En cuanto sale de ella, baja su
costo por depreciación.
El
avión padeció dos desatinos. El primero fue el nombre que le endosaron: José
María Morelos y Pavón. Al millonario avión se le puso el nombre del Siervo de
la Nación, el autor de los Sentimientos de la Nación donde uno de ellos ordena:
“…la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben
ser tales que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la
indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus
costumbres, aleje la ignorancia, la rapiña y el hurto”. El segundo fue la rifa.
Mejor dicho, el gancho para una rifa. Porque lo que se entregó fue dinero a los
afortunados ganadores.
Con
su venta se fue un símbolo de una época faraónica del binomio priismo-panismo. (Se
puede decir que el avión fue una pieza de premonición: Años después, el PRI y
el PAN se coaligaron abiertamente en las elecciones.)
Se
informó que el dinero de la venta será invertido en la construcción de dos
hospitales.
Y se
fue el avión. Ojalá que ya no vuelva junto con su significado: el despilfarro
sin importar la pobreza de la mayoría de los ciudadanos. Adiós al depreciado y
despreciado avión presidencial.
Coincido con el planteamiento y felicito al autor.
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