Un
momento por favor
J. Jesús
Juárez Martín
Nadie lo explica, pero Gerardo-- "alumno distinguido" -- tiene casi dos semanas que no quiere asistir al Colegio, primero pretextó malestar estomacal, luego decía dolerle la cabeza, ahora sólo llora y pide quedarse en casa haciendo sus deberes escolares, aunque no vea a los muchos amigos que tiene en su grupo. Su Maestra sabe que esta resistencia se da desde aquel día que jugaron fútbol con el "Cuarto B".
-- “Claro
que ganamos, tengo mejor equipo que ellos, pero sé que hubo un pequeño disgusto
breve con Arturo y Gerardo, porque al acercarme cuando discutían callaron, y se
retiraron los dos. Bueno; la historia es que se pelearon continuaron
discutiendo a la salida, en la esquina continuó la pelea, pero todo creo que se arregló porque en los
recreos, sé que Arturo busca a Gerardo.
Así
comentaba la Maestra Yolanda a la Directora, que pregunta la razón del ya
cuarto retardo de Gerardo en esa semana y de ordinario puntual. Son los únicos
retardos del año escolar y los dos primeros los justificó con receta médica por
los malestares aducidos por el niño. Lo raro es que a juicio del Doctor el niño
lo que requiere es descanso, porque parece estar cansado; sin embargo, su Maestra
Yola, lo duda, Yola, su Maestra y la mamá la apoya, llevándolo a clases a pesar
de la resistencia de su niño, aunque después de largas pláticas que los
retrasan y la angustia reflejada del voluntarioso chico, hasta hace unos días.
Casi
al terminar las clases, la directora pidió a la Maestra Yolanda que enviara a
Gerardo, para que le ayudara a arreglar los libros de la Biblioteca, como en
otras ocasiones.
Aquel niño comunicativo de
ordinario, por ahora lacónico en sus contestaciones y eficiente en su
desempeño, convenció a la autoridad escolar que está cansado y que requiere del
día viernes para su descanso.
A la salida del viernes, el cambio de ánimo
del niño es evidente, alegre se despide y lleva que estudiar y que hacer en casa.
El entusiasmo para el trabajo se recupera
esa tarde, con sus quehaceres de casa y su rarea para el lunes, el final de
semana está vibrante su ánimo, cascabelero como siempre, todo augura que la
mañana del lunes, a la primera hora del día estará listo para el regreso a la
escuela.
--¡Vaya,
caprichos! Me alegro que, esté bien, mira esto... -- El papá, decía a la
confundida mamá, orgulloso por la calidad de los trabajos que revisó por la
noche del domingo.
Al despertarse el papá el lunes encontró
que Gerardito estaba en el baño y se quejaba de dolor de estómago. Al pedirle
que se apurara porque el reloj no paraba, las lágrimas aparecieron como en los
anteriores días, negándose a ir a la escuela.
-- ¿Qué
pasa? --Exclamó amenazante el papá
--
Nada. No puedo ir a la escuela... estoy malo...
-- Mira
hijo, hay algo que nos ocultas, has estado contento desde el viernes y apenas
llega el día de clases y te enfermas. El doctor dijo que estabas cansado, tú
has sido un "trompo zumbador" sábado y domingo. Nadie te aguantó el
paso. ¿Dónde estaba tu cansancio?
-- Me
duele el...
--
Pienso que sólo tratas de engañarnos. ¡Dime! ¿Te hizo algo la Maestra?
-- No.
¿Por qué lo piensas?
--
¿Entonces quién? Es mejor que cooperes y me digas lo qué pasa, porque de todas
maneras te llevaré a la escuela.
El sollozo entrecortaba las palabras y el
arrebato inicial, fue cambiándose en un diálogo sin palabras y un intercambio
de inquirentes miradas
-- Es
que a Chiquilín, le debo... veinticinco...
pesos... y...
-- Esa
no es razón, págaselos con la alcancía de tu domingo.
-- Y mañana...
¿qué? ... sólo me dan 20 pesos...
-- ¿De
qué le debes?
--
Desde el otro día prometí darle un refresco diario, pero desde el lunes pasado,
tengo que darle refresco y diez pesos o veinticinco pesos y ya no los completo...
--
¿Qué? ¿Cómo está eso?
-- Es
que como anoté un gol contra ellos, nos peleamos y me ganó, luego me pidió un
refresco diario para dejarme en paz, pero...
Pronto
comprendió la razón del problema y lo llevó a la casa de su antiguo
condiscípulo, padre de Armando a quien se le conocía desde su infancia en la
escuela como Chiquilín por su estatura enorme a los casi 11 años.
La
inesperada y temprana visita antes de ir a la oficina o salir para la escuela, fue una sorpresa. Rápido, encontró la medida adecuada el
sorprendido padre de Armando, que así amonestó a su hijo:
--- Trae
tu alcancía y dale lo que le has quitado en estos días a Gerardo.
...
Pero papá, fue un trato.
---
Nada, eso no es justo y obedece que ya es tarde y te llevaré hoy a la escuela.
Aunque inconforme, entregó los $ 100.00
pesos y las promesas de nunca más y amistad se hicieron ante los papás que por
siempre habían sido compañeros y rivales deportivos desde hacía 31 años en el
misma escuela.
... Por
ahora con eso basta, pero jovencito piense bien lo que hizo, luego platicaremos
seriamente, porque ahora ya se hizo tarde.
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* La Maestra de guardia, que conocía del
disgusto de los niños al verlos llegar juntos, pensó; "los niños son
nobles, no necesitan que los adultos intervengan en sus problemas, todo se
arregla"
* A la hora del recreo, la Directora y la
Mtra. Yolanda, miraban con alegría que
el diagnóstico del doctor había sido acertado.
---
Sólo un breve descanso y helo ahí, de nuevo la bujía del equipo. Hasta pienso
que nunca se cansa, ¡Míralo!...
* Es viernes y la comida de la casa de Armando,
el papá solemne pregunta al hijo:
---
¿Qué has pensado de lo que hiciste con Gerardo? Anda platícamelo
---
Bueno papá, todos cometemos errores, discúlpame.
--- Me
alegro que lo reconozcas y ojalá esto te sirva de lección.
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Cierto papá, si no me avorazo, todavía me estaría dando un refresco, él no se
hubiera rajado y yo tendría mi dinero y alcancía.
---
¿Qué, qué? -- Interrumpió con un manotazo el papá.
Se acabó la plática y no hubo postre para
el hijo, que lo mandaron a su cuarto. ¿Pasará
la tarde jugando, o viendo T. V.? ¿Creerá usted que estudiará?
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