Pedro Vargas Avalos
Desde
hace varios años, las relaciones entre los dirigentes del Instituto Nacional
Electoral (INE) y la presidencia de la república, con todo lo que ésta significa,
se habían venido agriando. Los motivos eran varios, pero destacan dos: origen y
pretensión.
El origen de los principales actores
de esa porfía es muy distinto. El lado representado por el mandatario nacional
es la lucha política desde la oposición y su divisa resulta muy elocuente: por
el bien de todos, primero los pobres. En cambio, por la parte de quienes se
apoderaron del INE (su ahora exconsejero presidente y quien lo secundó
ciegamente, y que fungió como consejero Ciro Murayama), su fuente fue el
reparto entre partidos políticos de cuotas, enjuague pactado cuando se escogió
quien sería presidente de la institución (con evidente aprobación del ejecutivo
federal en turno) en los días en que se registró la mutación del antiguo IFE
por el actual INE. Su complemento, a la vista de los hechos, fue su apego a los
privilegios que van desde los altos ingresos hasta las prestaciones múltiples,
prebendas que onerosamente usufructuaron a costas del erario y a contrapelo de
la ley.
El primer magistrado federal,
impulsó una política de austeridad, sostenida en reformas a la Constitución y
la expedición de normas reglamentarias que se simbolizan en la Austeridad
Republicana; la mira es reducir gastos exagerados en la nómina burocrática,
conforme el principio de que “no debe haber un gobierno rico a la par de un
pueblo pobre”, tal como venía sucediendo desde hace varias décadas en la vida
pública del país. La vieja frase de que “vivir fuera del presupuesto es vivir
en el error”, había cobrado tal vigor, que se acuñó otra máxima lastimosa: Cada
sexenio brotan comaladas de millonarios. No es nada extraño que la ciudadanía,
impulsada por acaecimientos como esos –entre otros factores- se volcara en las
urnas en los comicios de 2018 y llevara al poder, por primera vez en nuestra
historia, a una corriente de izquierda.
El INE pretendió proyectar la idea
de que representa la democracia y por lo tanto, el organismo era el ingrediente
determinante de ese resultado. Eso es insostenible, porque quien fungió de
elemento definitivo, fueron los votantes, es decir, el pueblo.
Los episodios que protagonizaron desde
ese ya alejado 2028, los consejeros electorales, muy especialmente el que los
presidió (Lorenzo Córdova) y el seguidor de él, Ciro Murayama, les ganó a pulso
el título de reclamantes de cualesquier acto que calificaban de contrarios a la
autonomía del INE. Las oposiciones de la llamada Cuatro T, tuvieron un asociado
en esa actitud contestataria y, de variadas maneras, se advirtió que se habían
aliado ambos elementos. De esa forma, surgieron enunciados que los identifican:
“El INE no se toca”, es uno; otro, “Mi voto no se toca”, para culminar con el
de “La democracia no se toca”.
Lo anterior solo vino a ser la cara
de las diferencias entre funcionarios electorales y la Cuatro T. Lo más añejo
era la tirante pugna por evitar que – a los altos funcionarios electorales- se
les quitara sus emolumentos inmoderados y evidentes derroches presupuestarios,
ignorando principios esenciales, ya no solo legales, sino de moral cívica y
conducta pública. El rechazo visceral de la oposición a la reforma
constitucional en materia electoral, que tantas cosas positivas contenía,
provocó que se emitieran leyes secundarias en ese ramo, que se identificaron
como Plan B: para combatirlo, unieron acciones las oposiciones y el INE,
sosteniendo falsamente, aquellos que se pretendía suprimir al organismo, y
estos, según Lorenzo Córdova, que se quería destazar.
El tiempo, que todo lo vence, hizo
su aparición y precisó que el período de Lorenzo y Ciro, llegaba a su término.
De esa manera, el 3 de abril tomó el timón del importantísimo órgano comicial,
la Licenciada en Administración Pública, de 59 años de edad y nativa de Sonora,
Guadalupe Taddei Zavala, expresidenta del Instituto Electoral sonorense, donde
organizó los debates entre candidatos, así como una elección con sufragantes
indígenas. Su actividad en la materia electoral es de varios lustros, en los
cuales acreditó grandes aptitudes. Como no hubo acuerdo entre los partidos
políticos para elegir consejeros (en total cuatro) por mayoría calificada, se
llevó a cabo la selección por medio de sorteo (insaculación) realizado en la
Cámara de Diputados el uno de abril. Y como ella (Taddei Zavala) lo expresó, la
suerte y un acuerdo, producto del desacuerdo entre diputados, la llevó al lugar
que ahora ejerce. Todas las fuerzas políticas la respaldaron, con excepción de
los panistas, quienes iniciaron un juicio para desconocerla, porque según sus
intolerantes dirigentes, no garantiza la imparcialidad. Lo más probable es que
esa impugnación naufrague. El presidente AMLO, aseveró que el procedimiento fue
bueno, pues eliminó el nefasto reparto que antes hacían los partidos.
Contrario al protagonismo de su
antecesor, reconociendo la solidez del INE, la flamante presidenta –la primera
en la historia del INE- se manifestó, correspondida con la Cámara baja que la
sorteó; enseguida manifestó su aprensión por hacer más sin dispendio, atenta a
lo que dijo es reclamo social: abatir costos de las elecciones. Y agregó su
preocupación por atender a los miembros de a pie del Instituto, lo cual ni en
sueños formó parte de los afanes de los consejeros salientes, todos felices con
las millonarias liquidaciones que recibieron, a costillas de los contribuyentes
mexicanos, quienes jamás las habrían aprobado.
Ella afirmó que buscará tener la
confianza de partidos y ciudadanos en la organización y resultados de los
comicios, para lo cual escuchará las voces de todos, llamando al ciudadano a
votar invariablemente. Y habiéndola interrogado sobre su sueldo, dijo tajante:
me sujetaré a la ley y ganaré menos que el presidente de la república, como
ordena la Constitución. Sobre sus compañeros consejeros, estableció que ella
respetará su decisión, pero reiteró: la actual ley está vigente y debe
acatarse.
Algo que es trascendente fue su
reflexión: el INE debe regresar a su tarea, que es organizar elecciones,
dejando a los actores políticos el hacer política; y, además, ha de sostener
coordinación, con autoridades y demás factores, para forjar comicios
excelentes.
Un reto inmediato, es el nombrar
titular de la Secretaría Ejecutiva, y para ello aseguró que procurará que sea
decisión de los once consejeros del Instituto. Sobre ese tema todo observador
estará muy atento, pues es el funcionario más poderoso del organismo y de él
dependerá su marcha idónea. Finalmente, dejó en claro que ella no se reunirá
con actores políticos fuera del local que comanda, pero subrayó, que estará
pronta para recibir a todo el que la busque -para consultas- en materia de su
competencia.
Los mexicanos debemos estar
confiados en que el arribo de una mujer al Instituto Nacional Electoral, es un
parteaguas –es decir, un antes y después- para organizar elecciones. Por ello,
debemos encarar con optimismo, el decisivo año de las votaciones más grandes en
la historia de la nación, las cuales tendrán verificativo el venidero 2024. En
ellas, participaremos entusiastas y con la mayor convicción de que seremos los
ciudadanos quienes decidiremos el futuro de la patria.
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