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lunes, 17 de abril de 2023

Forjador de planes, ejecutor de empeños: mensaje póstumo

 


 

Pedro Vargas Avalos

 

 

Mucho se ha escrito sobre el recientemente finado Raúl Padilla López, exrector de la Universidad de Guadalajara en el periodo 1989-1995. La mayoría inmensa de opiniones expresadas, refieren sus importantes contribuciones a la cultura en general y especialmente a la educación universitaria. Poco se habla de sus planes no cristalizados o de plano fallidos, que como todo ser humano, es claro los tuvo, resaltando el férreo control sobre su casa de estudios.



            El domingo 2 de abril, se le encontró dentro de su domicilio, exánime y con evidentes muestras de que, él mismo, se había privado la existencia. Esta circunstancia trágica, de alguna manera fue connotación de su trayectoria: su padre, el político Raúl Padilla Gutiérrez, murió el 28 de diciembre de 1972, delante del joven retoño, cuando este apenas tenía 18 años de edad. Y se asegura que, la misma arma usada por su progenitor, le sirvió a cabo para perpetrar la fatal decisión con que puso punto final a su vida, el ahora desaparecido líder moral que fue de la máxima casa de estudios de Jalisco. Los motivos, los explicó él en una misiva postrera dirigida a sus “seres queridos, amigos y universitarios.” Indudablemente aquí se encuentran, desde familiares y protegidos, hasta colaboradores, simpatizadores y simples universitarios.


            El contexto dentro del cual aconteció el deceso, lo califica como “coyuntura difícil”, situación que evidentemente se precipitó por dos factores: uno político y otro de salud. El primero se refiere a que, según su apreciación, era considerado “enemigo por las máximas autoridades federal y estatal que están dispuestas a perpetrar cualquier patraña con tal de destruir a ‘sus enemigos’.” Enseguida subraya que ese escenario no es lo determinante para su personal decisión letal, puesto que se ha enfrentado a “iguales o peores circunstancias” a las que encaró con entereza. Pero luego comunica que se ha cerciorado, que, desde hacía mes y medio, padecía alzhéimer, enfermedad neurológica que produce la pérdida de la memoria: al respecto menciona que ese padecimiento en su caso, es severo y cada vez más recurrente, con lapsos de hasta diez horas, cuestión que le dificultaba crecientemente guardar las apariencias, presintiendo que lo siguiente sería más terrible, agravado por el estrés.


            La conclusión del guía moral del Alma Máter jalisciense, fue descarnada, valiente y tajante: “Ya no soy útil como en otras coyunturas” y remata afirmando que sirve más con su partida. De esa impresionante forma, tras pedir repetidamente perdón, abandonó este mundo, el forjador de sueños, ejecutor de empeños y muy controvertido, Raúl Padilla López.





            En El Informador del lunes 3 de abril, las ocho columnas de su primera plana lo decían todo: “Muere Raúl Padilla; deja legado educativo y cultural.” Por su parte, el periódico “Mural” de la misma fecha, asienta: “Pierde UdeG a su pilar”. En el diario NTR, se afirma que el ilustre ausente, era “un ícono”. El impreso “Milenio” en su versión tapatía, completaba localmente la fatídica nota: “Muere Raúl Padilla, exrector de la UdeG y gestor cultural”. Otros medios reconfirmaban la noticia y nuestro semanario Conciencia Pública, en su página inicial publicó: “El Adiós Sorpresivo de Raúl Padilla” agregando: “Conmociona su muerte al mundo Político y Cultural”.


            Al que esto escribe le tocó conocer y tratar en algunas ocasiones al extinto dirigente universitario. Cuando éste apenas era estudiante en la Facultad de Filosofía y Letras (de la UdeG), coincidimos, y como lo sería en todo su porvenir, forjó el plan de ser líder del alumnado de su escuela; en ese proyecto, me incluyó y figuré en su planilla: él me exhortó para que redoblara mis afanes de escribir.


            Tiempo después, el afanoso Padilla López, ocupó la presidencia de la porfiada organización estudiantil, mayoritaria cuanto tormentosa, de su época: la FEG (Federación de Estudiantes de Guadalajara). Por esos días el que escribe, se desempeñaba como Director de Averiguaciones Previas en la entonces Procuraduría General de Justicia del Estado: allí, eran constantes los motivos de comunicarse, Padilla buscando defender a sus seguidores, siendo el mensajero uno de sus apreciados compañeros. Por tales causas en cierta vez, Raúl me planteó algunos planes sobre materia política, cuyo fin no era precisamente favorable para el ejecutivo estatal (Flavio Romero de Velasco). El asunto no pasó a mayores y quedó como un propósito pendiente, pero revelador de las ansias del futuro promotor del libro.






            Otros dos episodios nos enlazaron: el esfuerzo por llevar a una mujer relevante a la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, que el suscrito desplegó, y que el entonces diputado local Raúl Padilla, retomó: por su influencia logró que fuese, no la heroína insurgente Rita Pérez de Moreno (que proponía el autor de esta colaboración) sino la universitaria Irene Robledo. El otro incidente fue cuando buscando fortificar el Instituto de Investigaciones Jurídicas, le sugerí fuese un abogado oriundo del Estado y lacónicamente me dijo: ¿Dónde hay alguno que tenga méritos prominentes? Y se nombró a un jurista destacado foráneo.


            Transcurrieron los años y luego de varios cargos importantes, Padilla López hizo méritos para aspirar a la Rectoría de la Universidad jalisciense por excelencia. Y el empeño se coronó cuando, con el respaldo del líder de facto de la Casa de Estudios (Álvaro Ramírez Ladewig) el 8 de marzo de 1989, encabezó la terna de candidatos que el Consejo General Universitario envió al gobernador  de Jalisco, Lic. Guillermo Cosío Vidaurri. Este, que fuera amigo cercano del finado padre de Raúl, lo nombró rector, el cuadragésimo tercero de la historia de la Universidad de Guadalajara, tomando posesión el 1° de abril y cubriendo el período completo de seis años. En los primeros meses de su gestión, enfrentó duros cuestionamientos de la combativa FEG y buen número de maestros, con marchas multitudinarias que estuvieron cerca de removerlo; sin embargo, con arrojo y habilidad, supo salir avante.


            El crecimiento de la universidad fue palmario durante el gobierno de Carlos Rivera Aceves, sustituto de Cosío, defenestrado con motivo de las explosiones del sector Reforma de la Perla Tapatía, en abril 22 de 1992. Aprovechando la transición, llevó a cabo una trascedente tarea que agigantó a la Universidad, creando una red que cubrió a la Entidad y benefició a la juventud del occidente mexicano. Ese crédito, y la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), sobre todo, le generaron una imagen de promotor formidable de la cultura y la intelectualidad, no solo de México sino del submundo hispánico, con ligas en el orbe entero.


            En medio de múltiples éxitos, nuestro multicitado personaje también registró contratiempos. Quizás los mayores, fueron su encontronazo con Carlos Briseño Torres, cuadragésimo Rector (2007-28 de agosto 2008) quien intentó fallidamente, reemplazar a Padilla de su papel hegemónico en la UdeG. El triste final de ese pleito fue la destitución de Briseño y después su lamentable suicidio, en noviembre 19 de 2009.

            También podemos enlistar como decepción, su relación con el club Leones Negros de la UdeG, cuando habiendo conquistado su ascenso (regreso, más bien dicho, pues en 1994, siendo Rector Padilla López, había descendido de la primera división del futbol nacional) en 2014. El protagónico exrector, asumió la presidencia del club, con tan mal tino, que al año siguiente (2015) los melenudos volvieron a descender. Y allí sigue el equipo, en ese purgatorio del balompié, que es la actual división de ascenso.






            Finalmente, un desatino en el ramo político lo constituyó su alistamiento en la campaña electoral del panista Ricardo Anaya, en abril 4 de 2018, donde fungió como Coordinador en el ramo cultural de la frustrada coalición “Por México al Frente”. El antiguo activista de izquierda, inopinadamente, se sumó a los representantes de la derecha, quienes fueron sepultados por los votantes del pueblo mexicano.


            El homenaje que se rindió al finado exrector, en el paraninfo de la universidad, institución que controló los 30 años recientes, -por que recibió fuertes críticas- fue más que merecido, y allí se dijeron los panegíricos que a pulso conquistó el famoso desaparecido. El momento no era adecuado para narrar lunares, sino remarcar logros y cualidades, lo cual se cumplió con creces.


            Raúl Padilla López, líder y jefe a la par, se marchó, pero su genio y figura, estarán presentes, no como un semidiós, sino como lo que fue: un característico jalisciense, que con sus defectos –porque errar es de humanos- y tesoneras cualidades, conquistó para bien de sus coterráneos, notables galardones, y con ellos, un lugar significativo en las páginas de nuestra historia.



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