Víctor Hugo Prado
Escribe
Irene Vallejo en su libro Alguien habló
de nosotros, que Tucídides advirtió el desmoronamiento de la democracia en
Atenas mediante el síntoma de una crisis latente en el significado de ciertas
palabras. Por ejemplo, él pensaba que la política se deteriora si el servilismo
dentro de las facciones se empieza a llamar lealtad. Remata Vallejo afirmando
que la salud de una sociedad se puede diagnosticar auscultando sus
palabras.
Muchas
de las palabras, de frases de no pocos gobernantes, empezando por el
presidente, son utilizadas para insultar, manifestando odio y frustración,
utilizadas para enfrentar, para polarizar, para dividir a la sociedad, para
complacer a un sector que está con ellos y para denostar a otro igual de grande
que no está con ellos.
Hablar
de los adversarios políticos es acusarlos de racistas, de clasistas, de
conservadores, neoliberales, hipócritas, corruptos o corruptazos, déspotas,
rateros, antidemocrátas, ladinos, señoritingos, intelectuales orgánicos, vende
patrias, simuladores, fantoches y más.
Si a la
prensa o periodistas se refiere, la que no está con él, la que critica a su
gobierno, les llama sabelotodos, hampa del periodismo, chayoteros, pasquines,
prensa fifí, amarillistas, paleros, prensa vendida, obnubilados, mercenarios de
la información, paladines de la transparencia, golpeadores.
No
por nada, Gabriel Zaid, a quien el presidente llamaría intelectual orgánico, lo
definió como el artista del
insulto, del desprecio, de la descalificación. Su creatividad en el uso de
adjetivos, apodos y latigazos de lexicógrafo llama la atención. Luego, Zaid
escribe más de 80 expresiones que el presidente utiliza para agredir,
mencionaré solo algunas del repertorio publicado por él en Letras Libres:
achichincle, alcahuete, camaján, canallín, fifí, fresa, malandrín, mapache,
pelele, salinista, noeporfirista, traidorzuelo, zopilote.
En tiempos que se impulsa una reforma educativa
de la educación media superior, que tiene como propósito desarrollar una base de
habilidades, de conocimientos y de cultura para adolescentes y jóvenes, que les
permita aprender a aprender de por vida. Bajo principios de una comunidad en
bienestar y de integración solidaria, no parece ser el mejor ejemplo de quien
conduce los destinos del país y de quienes lo acompañan en las distintas tareas
del gobierno.
No
será la mejor lección para las siguientes generaciones ver una sociedad
dividida y enfrentada que ha hecho suyas las palabras y las convierten en
acciones para violentar. El gran reto, es encausar a una sociedad a mejores
escenarios de bienestar con oportunidades para todos. Las palabras futuras
deben cambiar para lograr trascender como sociedad en donde caben todos.
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