Reflexiones
sobre la lengua
Ramón Moreno Rodríguez*
Como
algunos lectores nuestros lo habrán notado, en esta región occidental del país
es muy frecuente escuchar que las personas, cuando charlan informalmente con otras,
y mencionan a una tercera, es frecuente escuchar que la primera pida a la segunda
–al despedirse– que cuando vea a esa tercera le dé saludes. El
interpelado suele responder que sí, que así lo hará. Dice: “cuando lo vea con
gusto le daré tus saludes”.
Como
le es evidente a los que viven en el centro del país, y en general en cualquier
otra región hispanoparlante del resto de nuestro país o de otras naciones, ese
uso les parece extraño porque ellos jamás lo construirían así, sino que dirían
“lo saludas de mi parte” y el otro responde “claro, de tu parte le daré
tus saludos”.
Nada
hay de extraordinario en estas diferencias. Es lo normal en el uso de las
lenguas; es decir, que se conoce como dialecto o variedad diatópica a
las formas regionales de cómo usar la lengua y en esta zona occidental de
México hay unos usos peculiares del español que abarca los estados de Jalisco, Michoacán,
Colima y Nayarit. En esta zona geográfica hay muchas palabras y modismos y
construcciones sintácticas que sólo se usan por acá y son extrañas o
desconocidas en otras regiones del país (esto no quiere decir que sean
totalmente desconocidas en otras terceras regiones del habla hispana). Ya en
otra ocasión hablaremos de términos como poder una cosa, (por soportar,
alzar un bulto) eso me sabe, (por eso me agrada) etc. Y de seguro en
otras reflexiones tendremos ocasión de comentar otras muchas, como el
que una cosa “gane para allá” (¡Como si se tratara de un concurso!) o
que algo o alguien “está cuarro” o que los zapatos se sujetan con cabetes
y no con agujetas, y otras más. Y por supuesto hay usos a la inversa: es decir
que se usan en el centro del país, pero son desconocidas en esta zona
occidental nuestra; pienso ahora en términos como jaletina, en lugar de gelatina;
papelote en lugar de papalote o “ir con Dios” en lugar de “ir a Dios
o simplemente adiós. Y quizá no esté de más mencionar que en otras
regiones del habla hispana hay usos que son completamente desconocidos en
nuestro país, sea por caso que en España llaman cacahuetes a lo que
nosotros llamamos cacahuates o chapapote al chapopote.
Pues
bien, en el caso de saludes en lugar de saludos es una curioso
construcción que a mi parecer es arcaizante, y con ello no pretendo descubrir
el hilo negro porque, quienes nos dedicamos a estos asuntos de la lengua,
sabemos perfectamente que en términos generales el español de México (como en el
resto de América) tiene un uso arcaizante muy característico. En fin, que hoy
quiero reflexionar sobre el hecho de buscar de dónde nos vino el uso de saludes
(que nada tiene que ver con amigos, amigas y amigues, y
otras yerbas que el amable lector de seguro habrá escuchado).
Antes
de escribir este artículo estudié el tema y llegué a la conclusión de que las
vías por donde pudo haberse generalizado esta característica fórmula del
saludopuede tener dos vías. La primera es porque puede ser la forma plural del
sustantivo salud y así podemos desearle
a alguna persona que tenga salud o en plural (ya hemos hablado del
plural de intensidad como en buenos días) que tenga muchas saludes.
La
otra opción, y es por la que terminé por inclinarme, es que procede del verbo saludar,
pero no conjugado en indicativo (yo saludo, tú saludas, él saluda, etc.) sino
en subjuntivo (yo salude, tú saludes, él salude, etc.). No obstante, tiene una
grave dificultad decantarse por este origen porque, como algunas personas lo
habrán notado ya, saludes, en los ejemplos mencionados arriba están
funcionando (aparentemente) como sustantivo. Es decir, en la oración “le das
mis saludes” o “Yo le daré tus saludes” La palabra en cuestión es el
modificador (Objeto Directo) que se añade al núcleo del predicado (verbo): das/daré.
Repitiendo. Núcleo del predicado (verbo), “das”; objeto directo
(sustantivo), “mis saludes”. Núcleo del predicado (verbo), “daré”;
objeto directo (sustantivo) “tus saludes”. Bueno y pase. No obstante,
nada difícil es sostener que no, que saludes sí es verbo en subjuntivo;
sea por caso el siguiente ejemplo: “que me lo saludes” o “sí, sí,
saludes de tu parte”. En ambos casos funciona perfectamente como
subjuntivo, porque, como también ya sabemos, el subjuntivo se utiliza para
construir acciones que indican deseo o posibilidad de que la cosa se realice. Y
así se podrían explanar estas oraciones como: “cuando haya la posibilidad, te
pido que le desees salud de mi parte” o “Sí, ya te entendí, tu deseo es que
tenga salud”.
Pero,
¿por qué, al glosar los enunciados tuvimos que cambiar el verbo (saludar) por
el sustantivo (salud)? Pues eso, aunque no lo parezca, saludar es un
verbo derivado, es decir, que se “construyó” a partir del sustantivo “salud”.
Ahora
bien, el argumento definitivo para decir que es un verbo en subjuntivo (saludes) y no un sustantivo (saludo) descansa
en el origen latino de la construcción. Veamos.
Saludar
es un verbo que ya existía en latín (saludare) y se utilizaba, como
ahora en español, para construir la amable expresión de bienvenida, de
presentación de un cumplido en el encuentro entre dos personas que charlan.
Pero es conveniente aclarar que no era la única manera de hacer esa función
fática de la lengua, sino que había (como en el español) muchas otras: valeo,
salve, saluto, ave. (¿en español cuáles tenemos?: hola, quíhubole, qué onda,
buenas, abrazos, etc.) Quizá la más usual en el habla coloquial era “ave”.
Recuerde el lector sus lecturas bíblicas y le vendrá a la mente que la
traducción del latín al español de cierta famosa oración con frecuencia se dice
con el saludo en latín: “Ave, María, llena eres de gracia”. Una traducción más
equivalente al sentido literal sería: “Hola, María, tus gracias son muchas”.
Pues
bien, saludar se usaba con mucha frecuencia en el lenguaje escrito y no
en el oral. Para ser más precisos, se utilizaba mucho como fórmula al iniciar o
finalizar una carta: alicui salutem dicere osalutem tibi plurimam adscriba oalicui multam salutemo plurimam salutemo tu Petri salutem dices; y muchas otras fórmulas se han
conservado en los códices. Pues bien, como podemos observar, la forma usada
para “saludar” es salutemen
todos los casos. Si aplicamos nuestros conocimientos de gramática histórica del
español, podemos evolucionar, sin titubeo alguno, la palabra “salutem” como “saludes”. Es
decir, que pudo construirse saluto
(saludo) como se podía hacer y se hacía, pero en todos los casos no fue saluto sino salutem. Dicho con otras palabras, más
formal salutem
más coloquial saluto.
¿Es
esto sorprendente? Claro que lo es, porque normalmente la evolución del latín
al español fue a la inversa; es decir, evolucionaron hacia el español las
expresiones coloquiales del latín, y no los términos estándar o los cultismos;
así tenemos que casa derivó de casa y no de domus(esta
última era la más usada, la primera era propia del latín rústico y se refería a
una choza); caballo
de caballus
y no de equs
(ésta era la de
uso universal) y un largo etc.
Para
concluir, ¿esto quiere decir que el español hablado en el occidente de México
es un español arcaizante y cultista, que prefiere las construcciones formales a
las coloquiales? No, por supuesto que no hemos querido decir eso, y dado el
caso, el fenómeno sería a la inversa. Lo que pretendo establecer es que
“saludes” no es un caprichosoinvento de los occidentales de México (como sí es
un caprichoso invento que de seguro no se generalizará el amigues, compañeres,
y otros tantos), sino que tiene una lógica construcción y que es muy probable
que en el español medieval debió utilizarse mucho esta fórmula (saludes/
salude/salud) en lugar de saludos. No es pues una voluntariosa
construcción saludes, sino muy castiza, y que no dudaría que en ciertas
regiones rurales de España se utilice. No sería un fenómeno nuevo, hay muchos
casos así en el que el español arcaizante de Hispanoamérica, aunque desconocido
en las ciudades españolas de hoy, se usaba y se usa en algunos pueblos, de la
misma manera que se usa acá en América.
Doctor
en literatura española. Imparte clases en la carrera de Letras Hispánicas en la
UdeG, Cusur. ramon.moreno@cusur.udg.mx
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