Víctor
Hugo Prado
En
México, de acuerdo con el artículo 34 de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos, son ciudadanos de la República los varones y mujeres
que, teniendo la calidad de mexicanos, reúnan, además los requisitos de haber
cumplido 18 años y tener un modo honesto de vivir.
Junto
con la ciudadanía se adquieren derechos y obligaciones que otorga la Ley como
el derecho a votar y ser votado para cargos de elección popular, participar en consultas
sobre temas de trascendencia nacional, participar en procesos de revocación de
mandato, ejercer el derecho de petición, asociarse libremente para participar
en los asuntos políticos del país, entre muchos otros; a la vez que, el
ciudadano se obliga a inscribirse el Registro Nacional de Ciudadanos, a formar
parte de los cuerpos de la milicia, a asumir contractualmente las obligaciones
que él mismo determine.
Hasta
ahí está bien, la versión legal del ciudadano; empero, no todos bajo el amparo
del artículo 34 constitucional asumen el pleno rol de ciudadano, por una parte,
muchos individuos se autoexcluyen de manera voluntaria para generar derechos y
obligaciones desiguales, por ejemplo, negarse a votar o negarse a pagar
impuestos. Y otros, que no pueden acceder al disfrute total o parcial de
derechos civiles y políticos por irresponsabilidad del Estado que debe
garantizarlos, o porque grupos, sobre todo vinculados a la delincuencia
organizada, han arrebatado derechos plasmados en la Ley. Cuando suceden estas
dos vertientes en una sociedad, Guillermo O´Donell denominó ciudadanos de baja
intensidad. Apáticos o desplazados de derechos y de una participación activa,
necesaria para enfrentar las cada vez más complejas condiciones de la vida
social, política, económica o cultural de un pueblo.
Por
ello, las instituciones educativas desde nivel básico hasta nivel superior, no
deben dejar de insistir en formar ciudadanos que en contraste debemos llamar de
alta intensidad, comprometidos desde su infancia con su entorno, desarrollando
conocimientos, actitudes, valores y competencias para mantener y acrecentar los
principios democráticos de una sociedad. Que logren capitalizar en la conducta
personal y social a un sujeto que se desenvuelve de manera autónoma, con pensamiento
crítico, principios éticos, capaz de lograr un andamiaje de participación
colectiva basado en el respeto, la justicia, la igualdad, la libertad y el amor
a la comunidad. Ejerciendo derechos, cumpliendo con obligaciones, capaz de
lograr transformaciones sistemáticas y permanentes hasta lograr otras de gran
calado. Un ciudadano que no permita regresiones en materia de derechos humanos
en la casa de todos, si de todos los mexicanos.
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