Víctor
Hugo Prado
El INE
ha resistido los embates de los planes A y B que desde la presidencia se han orquestado
para desmembrarlo. El plan A implicaba una reforma para reconstituir una
institución electoral, derivando en una, carente de garantías para la
realización de elecciones libres, basadas en principios rectores como la
imparcialidad, legalidad, objetividad, certeza e independencia. Frente a esta
reforma los equilibrios de poder se activaron y no dejaron que el oficialismo
se saliera con la suya: destruir al INE.
Como
consecuencia surgió el plan B que aprobaron las Cámaras de Diputados y
Senadores, que concentran la mayoría constituida por Morena, PT y PVEM, y que
fue publicado en el Diario Oficial de la Federación. Combatido en la SCJN por
el INE, partidos, ONG y otros actores políticos. Ese perverso plan B que
postulaba la desaparición de cuatro de cinco vocales en los 300 distritos
electorales del país. El plan B que proponía reducir el tiempo para la capacitación
de las y los funcionarios electorales que surgen de la ciudadanía. El plan B
que instaba recortes para deshacerse del Servicio Profesional Electoral
Nacional, cuyos integrantes son capacitados y evaluados constantemente. El plan B que ponía en riesgo el voto
universal, libre y secreto. El plan B que pudiera afectar de manera directa las
condiciones de equidad en la contienda y el ejercicio del sufragio libre, que
daba pie a que se propagandizaran los actos de gobierno bajo el argumento de la
libertad de expresión, que abría paso a que funcionarias y funcionarios
públicos incidieran en las elecciones. Ese plan B que convocó en contra a
cientos de miles de manifestantes libres, en distintas ciudades del país, sin
acarreos, motivados por la defensa de la democracia.
Ese
plan B que, si no está muerto, si en coma; porque la SCJN admitió la
controversia constitucional presentada por el INE y ha concedido una suspensión
para que las modificaciones legales no se apliquen hasta que los ministros
resuelvan si son constitucionales. Por tanto, el INE preserva funciones y
estructura institucional para seguir funcionando como hasta antes de la
aprobación del llamado plan B. La suspensión decretada por el
ministro Javier Laynez, ha sustentado su decisión en que la reforma impulsada
por el Gobierno supone violaciones a los derechos políticos de los ciudadanos.
Ahora toca al pleno de la Corte resolver la controversia constitucional de
plano. Mientras tanto, como en las historietas del coyote y el correcaminos, el
primero ha maquinado un plan C para tener injerencia en un órgano que le ha
dado paz y confianza electoral a los mexicanos y con ello una paz social tan necesaria
y exigible por los tiempos convulsos en los que vivimos.
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