Reflexiones sobre la lengua
Ramón Moreno Rodríguez*
Hoy iniciamos una nueva andadura.
Esta serie de artículos periodísticos tuvo su inicio hará unos cuatro años en
un pequeño periódico universitario. Hoy, las circunstancias nos traen a un
nuevo espacio: El Volcán, periódico guzmanense con un perfil más
amplio y más abierto que el universitario. Trataremos de adaptarnos a un
publico diferente pero no menos importante, sino más. Espero que el reflexionar sobre
las palabras que usamos cotidianamente sea motivo de enriquecimiento para
nuestros lectores. Nada mejor que aprender y distraerse sanamente con una
lectura que pretende ir más allá de lo inmediato. |
Hace ya algunos años quizá diez o
más, se ha ido generalizando el gusto por sustituir la palabra jurar y
usar en su lugar prometer. Dicha moda, porque creo que es eso: una moda,
se ha impuesto sin ton ni son, y de tal manera es poderosa esta inclinación en
muchos hablantes de la lengua, que parece que el objetivo es erradicarla
primera y hacerla desaparecer de nuestro idioma. Pareciera que la aqueja algún
mal contagioso, pareciera que es un tabú imposible de pronunciar. Quienes así
proceden muestran una pacata actitud, una gazmoñería y una ignorancia supinas.
Veamos por qué.
Podemos decir que en español existen
sinónimos totales y sinónimos parciales. Se entiende por los primeros, aquellos
vocablos que independientemente del contexto en que su usen vendrán a
significar más o menos lo mismo, tal cosa sucede con palabras como alfabeto
y abecedario. En el contexto que las utilicemos significarán más o menos
lo mismo, aunque claro, tienen sus diferencias; si no fuera así, no tendríamos
las dos. Es decir, una es un neologismo construido a partir del griego y la
otra a partir del latín.
En cuanto a los sinónimos parciales,
tenemos lo casos en que las dos palabras comparadas (pueden compararse tres)
tienen un espacio común en el que comparten el significado, pero no en todos
los contextos. Veamos el fenómeno de barro y lodo. En los dos
ejemplos que se siguen son sinónimos por completo:
El triciclo de los buñuelos se atoró
en el barro del estacionamiento
Las ruedas quedaron atascadas en el lodo.
Por otro lado podemos construir
ejemplos en los que una sola palabra no signifique lo mismo si le variamos el
contexto. Tomemos exclusivamente la palabra barro y analicemos esto dos
ejemplos:
Decorada cazuela de barro
Atascada rueda en el barro.
Es evidente que un barro es
muy diferente del otro y no hay manera de hacerlos sinónimos. Es decir, que las
palabras pueden tener dos, tres, cuatro y más significados y que quizá sólo en
uno de sus sentidos sea coincidente con otra y podríamos en consecuencia tener
sinónimos pero que existen otros casos –otros contextos– en los que es
prácticamente imposible hacer sinónimos. Nunca pensaremos en el mismo barro
si hablamos del formado en el estacionamiento al utilizado en el torno del
alfarero.
Pues exactamente eso sucede con jurar
y prometer, que en ciertos contextos pueden ser sinónimos pero en otros,
es imposible que lo sean. Por ejemplo uno de estos usos de moda está en el
“juramento” de un cargo público. Quiero decir que en estos años se ha colado la
costumbre de que en ciertos actos protocolarios, los nuevos funcionarios que
asumirán un cargo, como el de presidente de la república o el de secretario o
ministro de un país, el interpelado debe comprometerse a desempeñar leal y
positivamente las funciones que se le han confiado, y en lugar de jurar,
como ha sido costumbre por muchos siglos, ahora prometen. Es decir,
cuando se les conmina a que se expresen contestan con un lacónico “Sí, lo
prometo” En lugar de un “Sí, lo juro”. Y tan poderoso ha sido este influjo, que
la expresión se ha colado hasta en quienes toman la protesta, pues preguntan:
¿Juras o prometes cumplir lealmente el cargo de…? En lugar de sólo pedir que juren.
¿Por qué en nuestros días se ha
hecho políticamente correcto prometer, y jurar es políticamente
incorrecto? Sin duda por un malentendido, sin duda por una actitud de postureo;
en fin, sin duda por pedantería. Se colige de esta actitud que jurar, como lo
define el DRAE, es una promesa hecha ante Dios, pero el que recibe el cargo no
profesa ninguna religión, más aún, es ateo, por lo tanto, se le hace imposible
poner a Dios como testigo de su futuro bien actuar, que prefiere restringirlo a
su fuero interno, a su buena voluntad de actuar con rectitud; y esto, sin duda,
es algo valioso y digno de encomio. Bien que no delegue en Dios una cosa que
sólo es de él; qué bueno que no se enreda a Dios en tales y turbios procederes
a que se enfrentará el presidente de un país. Bueno y pase, aunque académicos
he leído que niegan la corrección de esta nueva construcción. Dice Gregorio
Salvador Caja que: “Me temo que el escamoteo de los juramentos procede de
una lamentable confusión entre lo sagrado y lo sacro, y creo que habrá que
interpretar la anodina promesa como una boba afirmación de laicismo, con ignorancia u olvido de que la dimensión
de lo sagrado va mucho más allá de lo religioso”.
También habrá otros prometedores
que se vayan al otro extremo del sentido que comentamos; y es que,
precisamente, porque se es cristiano cabal y no se está dispuesto a violentar
un mandamiento muy claro de la religión (no jurar en nombre de Dios); pues
alegan: “Yo respeto a mi Dios, y en estas cosas mundanas yo no lo mezclo; allá
los gentiles que lo hagan, que con facilidad ponen a Dios por testigo con total
desvergüenza.
En fin ya digo, pura gazmoñería.
Pues este uso de prometer en
lugar de jurar, bueno y pase porque entre otras cosas prometer significa
“decir que hará cierta cosa obligándose a ello”, como lo asienta María Moliner
en su lexicón.
Pero hay otros usos en que es
imposible intercambiar el significado de juro por prometo porque
se aluden a ámbitos distintos. En primer término, debemos darnos cuenta que
ambas expresiones tienen un cierto aspecto temporal, por decirlo así, y el
significado de prometo apunta hacia adelante, hacia el futuro, mientras
que el campo semántico de juro tiende hacia el pasado.
Prometo
es un compromiso explícito de que, en lo futuro, se procederá de tal o cual
manera, pues viene del latín promittere (pro-mittere),
es decir, “enviar hacia adelante”, mientras que juro tiene que ver con
una idea de resolver un enigma que está en el pasado o de clarificar algo ya
sucedido, y como es imposible haber estado en ese lugar o en ese momento, se
interroga al que sí lo estuvo y que, anteponiendo a Dios como testigo, se le
pide que disuelva el enigma, se le conmina a que clarifique aquellos hechos
concluidos y cerrados.
juro
juro
prometo prometo
prometoprometo prometo
juro prometo prometo
Es decir, guerra total a la palabra juro
porque es maligna y propia de gente ignorante e inculta. El académico español
antes aludido sostiene que este uso de prometo es dialectal de la zona
de León y otros lugares de Castilla. ¿Por qué se ha generalizado un uso
regional hispano cuando en Hispanoamérica lo usábamos correctamente? Por una
torpe moda llamada ser “políticamente correcto”.
*Doctor
en literatura española. Imparte clases en la carrera de Letras Hispánicas en la
UdeG, Cusur. ramon.moreno@cusur.udg.mx
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