Pedro
Vargas Avalos
Hace
unos meses, se desechó por no haber alcanzado el apoyo calificado de las
cámaras federales, un proyecto de reformas electorales que se denominó Plan A.
En esencia, eran modificaciones constitucionales de la mayor trascendencia:
disminución de puestos de elección, rediseño del Instituto Nacional Electoral
(INE), supresión de Organismos Electorales Locales (OPLES y Tribunales),
eliminación de gastos ordinarios para partidos políticos, etc. Algunas
encuestas sobre ese tema, demostraron que el pueblo era partidario de ellas;
pero el andamiaje para realizar cambios a la Constitución, -dos terceras partes
de diputados asistentes- entraña el apoyo de los partidos de oposición, los
cuales, contrarios a esas ideas -que los tocaba en el ramo de dinero, que
reciben gratuitamente por el solo hecho de ser partidos- votaron en contra, por
lo que el proyecto se desechó. Así, es que surgió la iniciativa para reformar
varias leyes secundarias, y crear una, las cuales, por ser reformas ordinarias,
solo necesitan mayoría simple: de esa forma nació el Plan B de reformas
electorales, combatido a ultranza por todo opositor al actual gobierno federal.
La reforma electoral en su formato
de plan B, ha recibido embates de toda índole, mismos que mañosamente, se hacen
constar en la defensa de la democracia, la intocabilidad del INE, la del voto,
la libertad de expresión y otras ideas que se han esgrimido recientemente; el
efecto es que a la sociedad en general se le ha convulsionado sin mayor razón,
ya que ninguno de esos planteamientos ha disminuido ni puesto en riesgo la vida
nacional. Pero la obcecada actitud de los opositores a la administración
federal, denominada como la Cuatro T, los ha hecho caer en posiciones de
teatral catastrofismo, siendo los más destacados en tal postura, la politóloga
Denise Dresser y los aún consejeros electorales Lorenzo Córdova y Ciro Murayama,
(Eduardo Huchim, exconsejero electoral, en el Programa Largo Aliento con Sabina
Bergman, Canal 14 TV 9-3-023). A esos comentócratas, se les agregan bastantes
en los Estados y sobre todo, muchísimos opinólogos insertos en los diarios
“nacionales”: para todos ellos, símbolos de la derecha, es un “puñal en el
corazón de la democracia”.
Esa
forma de actuar, más que catastrofismo, tiene tintes apocalípticos, como si la
aprobación de esas reformas, verificadas con estricto apego a las leyes, fuese
a ser el fin del mundo, asegura el distinguido investigador de sociología de la
religión, (exconsejero electoral en el Estado de México, Bernardo Barranco) lo cual,
desde luego, está lejos de la realidad.
Esos
fatalistas, han tejido una red de “falacias sombrías” para pulverizar todo lo
que modifique el aparato que regula al Instituto Nacional Electoral, en lo cual
incluyen la defensa de su obesa cuanto onerosa burocracia. Impresionan al
ciudadano sencillo con el cuento de que el padrón electoral va a estar en manos
del gobierno, lo cual es falso, a pesar de que la Constitución establece que la
administración federal debe emitir una especie de cédula de identidad: más la
desconfianza que se le tuvo al gobierno cuando manejó los comicios, la cual se
la ganó a pulso, provocó que ahora, a la credencial emitida por la autoridad
electoral, se le dé un valor extraordinario. Los impugnadores le agregan que,
por ello (pregonan falsamente que el INE ya no tendrá el manejo del padrón), no
habrá certeza en el sufragio, ni en el conteo del voto, y por lo tanto
volveremos al tiempo de las trampas electorales, cuando el PRI era amo y señor
del quehacer político nacional, lo cual obviamente es una patraña.
Otra
crítica es difundir que, con el Plan B, volverá el tiempo de la caída del
sistema; pero no dicen lo cierto del proyecto, ahora ya ley, de que busca desde
el mismo día, al tiempo de que se da el PREP, se den resultados definitivos,
como se hace en muchísimos países democráticos. También falacias de los impugnadores
son que se perdería el voto libre, y que los funcionarios de casilla serán
miembros del gobierno; eso no puede ser, pues el organismo electoral continúa
vigente manejando este renglón.
Es
esencial entender que las elecciones no las hace el INE: este es un aparato
burocrático que las organiza, pero quien recibe y cuenta los votos, son los
ciudadanos. El Plan B, reduce el presupuesto de la estructura, no tocando para
nada el capítulo de los ciudadanos. El fin último -manifiesta Eduardo Huchim-
del Plan B es el ahorro, evitar el costo enorme de las elecciones mexicanas,
racionalizar aparato y personal del INE: este año, en el cual no hay elecciones
federales y muy pocas locales, solo el organismo tiene en números redondos 14
mil millones de pesos y se compone de más de 17 mil empleados, lo cual es
descomunal. Pero todo se agrava porque hay porciones pequeñas -250 o 300
personas- que consumen exagerado presupuesto (recibe cada una, remuneraciones
mayores a la del presidente de la república-, mientras que otras fracciones
apenas ganan lo indispensable. Ahora bien, al dispendioso gasto del INE, hay
que agregar el formidable desembolso del Tribunal Federal Electoral. Y si
seguimos por este sendero, se debe tener en cuenta lo que requieren los OPLES
(organismos públicos locales electorales) y sus correspondientes tribunales
estatales, quedando aún por contemplar los subsidios que se otorga a los
partidos políticos, con lo cual el dinero que en el renglón electoral se eroga
en el país, es colosal.
Para
tener idea de lo anterior, se da el ejemplo del Instituto Electoral del Estado
de México (IEEM), que, según Bernardo Barranco, exconsejero, en 2006 costó 150
millones de dólares: era como el quinto de América Latina, o sea, un estado
mexicano costando más que repúblicas enteras, como Chile por ejemplo.
También
aducen los catastrofistas, que, con el multicitado Plan B, se perdería el tener
boletas en papel impreso con papel seguridad, infalsificable, más la tinta
indeleble para que no haya duplicidad de votantes; en consecuencia, aseguran,
regresaría la votación múltiple y cómputos inducidos para favorecer al partido
en el gobierno (que lógicamente sería MORENA). Esto es burda mentira, porque ni
se eliminan para votar los impresos seguros, ni las tintas indelebles luego de
emitir el sufragio. Difundir esta falsía, genera miedo en mucha parte de la
sociedad, y lo que pretende la oposición -que es igual a decir “la derecha”-, es
ganarse a esos sufragantes potenciales atemorizándolos.
Los
miembros del aparato burocrático electoral, están ajenos a la situación
socioeconómica del pueblo; sus altos directivos tienen salarios y prestaciones
privilegiadas, de tal suerte que su mayor preocupación es no perder esa
posición opulenta. Ese fenómeno es propio de todas las burocracias doradas,
llámese judicial, partidaria, universitaria, filo gubernamental, etc. Tomemos
como ejemplo el caso del señor Edmundo Jacobo Molina, licenciado en filosofía
quien increíblemente, con ese currículum, llegó a director de Capacitación del
Instituto Mexicano del Petróleo. (¿?¡! sic).
Para
gran sorpresa, en los tiempos del reparto de cargos para cuates y por cuotas de
partidos, se le nombró secretario ejecutivo del IFE, antes de ser INE, en 2008,
por un periodo de seis años. Como sobrevino la transformación del instituto, de
federal a nacional, en 2014 tramposamente (sosteniendo sórdido borrón y cuenta
nueva) se le volvió a nombrar por otro período, ahora de siete años, todo con
su amigo Lencho Córdova. Cuando se iba a concluir ese ciclo, en otro maniobrero
madruguete, porque estaban por ingresar en abril de 2020 cuatro nuevos
consejeros al INE, Córdova fraguó y consumó entre enero-febrero otro
nombramiento -avalado por sus alcahuetes consejeros- y así se le alargó,
facciosa e impúdicamente, otro período a Jacobo, el cual lo dejaría en tan
importante puesto hasta 2026. Se puede preguntar uno, ¿por qué tanto apego a
ese empleo? Pues nada más ni nada menos, que como en el caso de los consejeros
del INE y la cauda de asesores que tiene cada uno, disfrutan salarios y
prestaciones que ni el presidente de la república percibe, contradiciendo la
Constitución que en su artículo 127 precisa que nadie debe ganar en la
administración pública más que el primer mandatario. Edmundo Jacobo nos cuesta
a las y los mexicanos cuatro millones 105 mil pesos anuales, seguro de vida por
nueve millones 840 mil pesos, gastos médicos mayores por un millón 831 mil pesos
y otras prestaciones de lujo, como dote matrimonial, marcha individualizada,
etc. Todo lo investigó el Dr. Ángel Balderas, maestro matemático de la
Universidad de Querétaro, y el resumen es el siguiente: las prestaciones del
señor Jacobo, envidiables para cualesquier trabajador mexicano, incluyen,
además del sueldo mensual ($246,292.00): medidas de protección al salario,
$513, mil pesos; fondos y seguros de ahorro para el retiro, $447,000.00; seguro
de vida con 40 meses de percepción bruta mensual, 9 millones 840 mil pesos;
gastos médicos mayores por 295 salarios mínimos generales mensuales, 1 millón
831 mil pesos al año; seguros a las personas , por 103 mil pesos; también se le da prima vacacional, prima
quinquenal, aguinaldo sin deducciones, gastos funerarios e indemnización por
fallecimiento; dos períodos vacacionales de 10 días hábiles cada uno, seguro
colectivo de retiro y de separación individualizado”. Con razón señala el
antedicho autor, “este tipo de abusos es lo que se defiende cuando se dice “el
INE no se toca”.(El Universal de Querétaro, 3-III-2023).
Ahora
bien, el caso de Jacobo es doblemente interesante, porque “La Secretaría
Ejecutiva es la que administra los recursos del instituto, los recursos humanos
y financieros, es la que tiene la chequera […] Lo grave del asunto es que
Edmundo Jacobo se está quedando y no se está permitiendo que los nuevos
integrantes elijan al siguiente Secretario Ejecutivo y además se le permitió un
amparo, aquí hay algo gravísimo, nadie tuvo por qué permitirle un amparo a este
hombre […] Lorenzo Córdova ya se va y deja a su operador político al frente de
las arcas del instituto”, comentó la diputada Julieta Ramírez.(Sin Embargo,
14-03-2023) la cual, mientras hablaba en la sesión extraordinaria del INE, la
semana pasada, era objeto de burlonas muecas tanto de Córdova como de su
contlapache Jacobo, reinstalado con bombo y platillo.
Para
lograr una genuina reforma electoral, se necesita no estar tan crispado el
panorama nacional, pues eso impide se logren acuerdos idóneos. En el momento
que transcurre, se ha querido identificar al INE con la democracia, lo cual es
falso: jamás una sola institución puede significar todo un sistema democrático.
Nunca unos cuantos árboles serán un bosque.
Todo
organismo ciudadano, por naturaleza debe integrarse por cuadros -hombres o
mujeres- de grandes valores, que siendo reflejo sano de nuestra realidad social,
permitan su marcha correcta con perspectivas de superación. Esto debe ser lo que,
por ahora, en el proceso de nombrar a cuatro nuevos consejeros del INE, debe
imperar. Con un Consejo General en que todos sus integrantes, no solo dos como
ahora, participen y sumen esfuerzos, se podrá alcanzar una mejoría en la
organización de los comicios, la cual, por naturaleza, no puede ya ser tan
despilfarrada ni tan protagónicamente sesgada, como lo ha sido hasta hoy.
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