Graba
en la conciencia de cada individuo el hecho de que se puede poner bien a pesar
de cualquier otra persona. La única condición es que confíe en Dios, y haga una
limpieza de su interior.
_—
Alcohólicos Anónimos, p. 98_
En nuestras
reuniones a menudo tratamos del tema de las esperanzas. No tiene nada de malo
esperar progresos de mí mismo, buenas cosas de la vida o buen trato por parte
de otra gente. Lo malo está en dejar que mis esperanzas se conviertan en
exigencias. No lograré ser lo que quiero ser, y las situaciones se
desarrollarán de tal manera que no me complacerán, porque la gente de vez en
cuando me fallará.
La
única pregunta es: “¿Qué voy a hacer al respecto?" ¿Sumirme en la ira o en
la lástima de mí mismo? ¿Vengarme y hacer que la situación vaya de mal en peor?
O, ¿confiaré en el poder de Dios para traerme bendiciones a los líos en los que
me encuentre? ¿Le preguntaré a qué debo dedicarme a aprender? ¿Sigo haciendo
las debidas cosas que yo sé hacer, sea lo que sea? ¿Me tomo la molestia de
compartir mi fe y mis bendiciones con otras personas.
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