Víctor
Hugo Prado
Enfatiza
Fernando Savater, que el ciudadano nunca debe apartarse de la política. “Esa idea de que los políticos son sectarios,
olvida que los políticos somos nosotros, y que los políticos que hay ahora en
ejercicio son nuestros mandados, y que, si son malos, manipuladores y
corruptos, nosotros tampoco quedamos en buen lugar y permitimos que manden…A un
político se le debe exigir que se mantenga íntegro y no se contamine con la
corrupción... Se le tiene que exigir que cumpla las leyes, que persiga los objetivos
para los cuales ha sido elegido, que se mantenga íntegro y no se contamine con
la corrupción económica o de abuso de poder”.
Frente
a la diversidad de problemas y los tiempos adelantados de la política estas
reflexiones tienen aplicabilidad mayúscula. Tenemos que iniciar la labranza de
una ciudadanía consciente y comprometida que exige condiciones para formar y
reforzar su posición como sujeto colectivo con identidad, noción de
pertenencia, corresponsabilidad, dispuesto a involucrarse activamente en la
participación a fin de robustecerse. Dicha ciudadanía requiere, como propone
Savater, una vez más: “una formación intelectual en los valores compartidos y
en los hábitos del pensamiento crítico racional (que incluyen tanto la
capacidad de persuadir argumentalmente como la de ser persuadido por
argumentos, excluyendo, por tanto, el fanatismo de principios absolutos a
priori)” (Aguilar Valenzuela 2006). Una formación que debe darse en escenarios
como la escuela, la casa, la participación social y en la participación
política directa.
La
cultura de la participación ciudadana se ensancha y recrea en la cultura de la
transparencia, indispensable para que la sociedad pueda colaborar y sea capaz
de generar propuestas orientadas al bien común. La participación no se promueve
si no se conocen los asuntos públicos de efecto mediato e inmediato (programas,
proyectos, implementación de políticas públicas), la ignorancia no propicia el
involucramiento ni la argumentación, ni definición de posturas para resolver
problemas colectivos y, la información a medias, sesgada o tendenciosa provoca
división, exclusión, enfrentamiento, desvanece la conciencia social, inhibe la
participación, ensancha las barreras entre las demandas sociales y las
políticas de Estado, dificulta la posibilidad de crecer en democracia y subsume
a la sociedad a un autoritarismo.
La
participación social y ciudadana permite la conformación de redes solidarias,
de plataformas para la interlocución, gestión y evaluación de las políticas
públicas. Los escenarios de colaboración dan cuenta de las formas cualitativas
y cuantitativas de la participación y representan un diagnóstico de las
capacidades institucionales; además, permite medir el pulso de la
gobernabilidad y la gobernanza, lo que deberá estar en la agenda de buen
gobierno. Por lo que viene y vendrá requerimos una ciudadanía tan proactiva
como insobornable.
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