jueves, 8 de diciembre de 2022

Una ciudadanía tan proactiva como insobornable


 

Víctor Hugo Prado

 

 

Enfatiza Fernando Savater, que el ciudadano nunca debe apartarse de la política.  “Esa idea de que los políticos son sectarios, olvida que los políticos somos nosotros, y que los políticos que hay ahora en ejercicio son nuestros mandados, y que, si son malos, manipuladores y corruptos, nosotros tampoco quedamos en buen lugar y permitimos que manden…A un político se le debe exigir que se mantenga íntegro y no se contamine con la corrupción... Se le tiene que exigir que cumpla las leyes, que persiga los objetivos para los cuales ha sido elegido, que se mantenga íntegro y no se contamine con la corrupción económica o de abuso de poder”.



Frente a la diversidad de problemas y los tiempos adelantados de la política estas reflexiones tienen aplicabilidad mayúscula. Tenemos que iniciar la labranza de una ciudadanía consciente y comprometida que exige condiciones para formar y reforzar su posición como sujeto colectivo con identidad, noción de pertenencia, corresponsabilidad, dispuesto a involucrarse activamente en la participación a fin de robustecerse. Dicha ciudadanía requiere, como propone Savater, una vez más: “una formación intelectual en los valores compartidos y en los hábitos del pensamiento crítico racional (que incluyen tanto la capacidad de persuadir argumentalmente como la de ser persuadido por argumentos, excluyendo, por tanto, el fanatismo de principios absolutos a priori)” (Aguilar Valenzuela 2006). Una formación que debe darse en escenarios como la escuela, la casa, la participación social y en la participación política directa.





La cultura de la participación ciudadana se ensancha y recrea en la cultura de la transparencia, indispensable para que la sociedad pueda colaborar y sea capaz de generar propuestas orientadas al bien común. La participación no se promueve si no se conocen los asuntos públicos de efecto mediato e inmediato (programas, proyectos, implementación de políticas públicas), la ignorancia no propicia el involucramiento ni la argumentación, ni definición de posturas para resolver problemas colectivos y, la información a medias, sesgada o tendenciosa provoca división, exclusión, enfrentamiento, desvanece la conciencia social, inhibe la participación, ensancha las barreras entre las demandas sociales y las políticas de Estado, dificulta la posibilidad de crecer en democracia y subsume a la sociedad a un autoritarismo.


La participación social y ciudadana permite la conformación de redes solidarias, de plataformas para la interlocución, gestión y evaluación de las políticas públicas. Los escenarios de colaboración dan cuenta de las formas cualitativas y cuantitativas de la participación y representan un diagnóstico de las capacidades institucionales; además, permite medir el pulso de la gobernabilidad y la gobernanza, lo que deberá estar en la agenda de buen gobierno. Por lo que viene y vendrá requerimos una ciudadanía tan proactiva como insobornable.





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