Eduardo
Campos Flores
Con el
fin de mantenerse en el poder y garantizar que Morena gane la próxima sucesión
presidencial, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha convertido sus
conferencias mañaneras e informes presidenciales en un arma de propaganda en su
batalla por el control de la realidad. Su táctica consiste en saturar a los
mexicanos de contenidos y mensajes para rebasar su capacidad de comprensión. Da
afirmaciones evidentemente falsas, engañosas o que no pueden ser verificadas
por los ciudadanos de a pie, como el que ahora en México “ya no se tolera la
corrupción” “se está construyendo uno de los mejores sistemas de salud del
mundo”. Un México donde se ha “logrado aminorar la desigualdad y la pobreza”,
entre otras.
Por
todo ello, ha quedado claro que los informes de López Obrador no informan, ya
que son actos deliberados de desinformación. Esto tiene efectos muy graves. El
presidente al saturar su discurso con afirmaciones falsas y engañosas, se
vuelve un obstáculo para que el pueblo de México se llegue a dar cuenta sobre
lo que es real y lo que no. La ciudadanía no puede hacerse un juicio certero
sobre la realidad, lo que le impide enfocar su atención y energías en las
posibles soluciones a los problemas del país.
Bajo estas circunstancias para
luchar por un mundo mejor, es necesario resistir una campaña de desinformación
sistemática y persistente dirigida desde Palacio Nacional, lo cual exige mayor
compromiso con los sectores más marginados y olvidados de nuestra patria, se
requiere más esfuerzo y honestidad intelectual para detectar los “otros datos”
de AMLO y poder actuar en consecuencia.
Mientras que, en materia económica,
atravesamos por tiempos difíciles, el presidente presume cifras en economía,
recuperación en empleo, seguridad, pero debido a que sus afirmaciones son
falsas y engañosas, no queda otra alternativa más que seguir denunciando y
desenmascarando las mentiras y la demagogia de AMLO y sus aprendices, como sus
“Corcholatas” entre los que se cuentan Adán Augusto y Sheinbaum.
Estoy de acuerdo con los que dicen
que los resultados de un gobierno siempre deben ser evaluados por otras
instancias, le guste o no a AMLO y sus incondicionales. Ser juez y parte como
pretende López Obrador y Morena no es lo idóneo. Se debe evaluar el desempeño
económico de las administraciones federales, con la frialdad de las cifras.
Para ello, el indicador clave es el Producto Interno Bruto (PIB), a pesar de
que la presente administración ha señalado en diversas ocasiones que, desde su
punto de vista, ya no debería tomarse como indicador de crecimiento y
desarrollo.
Con base a datos del Banco de México
(BM), economistas aseguran que el crecimiento de la economía mexicana durante
el sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador será de apenas 1.5%, el
segundo más bajo en la historia contemporánea del país, superando solamente el
1.09% que se registró para los seis años de gobierno de Miguel de la
Madrid. Es más, desde el sexenio de
Lázaro Cárdenas, los crecimientos sexenales del PIB más bajos corresponden a
los de AMLO y De la Madrid.
El director general Editorial y
columnista en El Financiero, Enrique Quintana en su columna Coordenadas del 07
de diciembre, dice: la última vez en la que un resultado sexenal del PIB había
sido negativo fue en el sexenio de Miguel de la Madrid, entre 1982 y 1988.
Estamos viviendo el peor sexenio en
materia de crecimiento económico en tres décadas.
Explica,
si nos ponemos optimistas, el nivel del Producto Interno Bruto por habitante
con el que terminaremos este sexenio será 2.9 por ciento inferior al que
teníamos cuando empezó. Eso si nos ponemos optimistas, pensando que creceremos
3 por ciento este año, 1.8 por ciento el próximo y 2.5 por ciento en 2024. Si
creciéramos, como muchos proyectan, a una tasa media de 2.5 por ciento en el
siguiente sexenio y el ritmo de aumento de la población fuera de 1.2 por ciento
al año, estaríamos recuperando el nivel de 2018, ¡en 2027! Tal vez cuando se
ven estos números se entiende el por qué al presidente de la República le
molestan las mediciones económicas, señala Enrique Quintana.
Quienes defienden a López Obrador
dicen que los pasados gobiernos, a los que AMLO califica como neoliberales,
dieron peores resultados que el actual, a los que es necesario recordarles que
el crecimiento del PIB de esos sexenios si en efecto fue raquítico, tal y como
se les criticó en su momento. Por ejemplo, de Salinas a Peña Nieto, el
crecimiento en ese lapso fue de apenas del 1.2 por ciento, pero este porcentaje
nada tiene que ver si se comparan con el -0.5 por ciento de caída promedio al
año de la Cuarta Transformación.
El pueblo de México necesita
liberarse de las mañaneras, debe estudiar científicamente la sociedad para
darse cuenta de que las dádivas del gobierno no acaban la pobreza. Acabar este
flagelo social, es algo más complejo, se necesita una distribución más justa y
equitativa de la riqueza. Pero debemos tener cuidado. Los demagogos prometen
repartir lo que no existe. Para alcanzar niveles elevados de bienestar social
se requiere de una gran capacidad productiva. En este sentido cobra toda su
relevancia la eficiencia productiva.
Hace décadas, a raíz del incremento
de la pobreza se vio la necesidad de cambiar el modelo económico en nuestro
país por otro más justo, que garantice empleo, mejores salarios, salud,
educación, vivienda, entre otras necesidades elementales que hasta el momento
nos siguen negando. Esto nos indica que hoy más que antes, urge un proyecto
superior que rebase no solo al proyecto morenista sino a todos los gobiernos
anteriores, pues con AMLO estamos viendo el peor sexenio en materia de
crecimiento económico.
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