Un
momento por favor
José de
Jesús Juárez Martín
Aunque era tarde, la gente salió al ver
llegar a la policía a aquella casa que por la noche se llenaba de ruidos y de
sombras tambaleantes que se perdían por las calles al amanecer de cada fin de
semana.
Nadie
sabía quiénes eran los invitados noctámbulos que regularmente llegaban después
de las 10 de la noche desde hacía 4 o 5 meses y llenaban con sus autos la
estrecha calle cerrada, el desconocimiento de su identidad y de sus
entretenimientos o asuntos nocturnos de cada ocasión se guardaban celosamente
tras de aquellas cortinas metálicas que resguardaban las puertas y ventanas de
la silenciosa casa deshabitada durante el día, era un secreto que se prolongaba
desde hace mucho tiempo.
Anoche,
justo el fin de semana, de este esplendido mes de octubre, el silencio se hizo
temprano y los visitantes parecían tener prisa por retirarse después de las
doce de la noche, antes de la una de la mañana, después de expresiones y los
gritos de alegría que acostumbraban tener en cada reunión en aquella silenciosa
casa durante cada día y que sólo cobraba vida por la noche de los fines de
semana.
Una
grande mancha de sangre en el patio quedó al descubierto, y un goteo
de sangre de la puerta hasta la puerta de un vehículo estacionado quedaron
visibles ante la brillante e irrespetuosa luz de la luna llena, fue cuando llegaron personal de la Autoridad
y de la Guardia Civil, después de su comunicado y alertamiento de su repentina
salida y dispersión se presentaron pistola lista, los 5 gendarmes con su Comandante encabezando
el contingente armado, por una gran mancha de sangre que dejaron en su salida
en el dintel de la puerta de la casa mencionada, por la mancha pensaron en un algún delito,
herido, o asesinato, por eso con cautela penetraron a la oscura casa, poco después
de la una de la madrugada, cuando de ordinario la salida de los asiduos
visitantes eran después de las dos de la mañana, para quedar en calma al
derredor de las cuatro o cinco de la mañana, de ahí la cautela con que se
presentaron a la casa los guardianes de la ley.
Luego,
salieron molestos algunos, otros carcajeándose de la situación. Por no haber
encontrado rastros de lo que temían los vecinos que alertaron a la Autoridad,
subieron a sus camionetas, llevaban envuelto en manteles rojos y blancos algo de
mediano tamaño, algunas botellas de licor a medio consumidas y dos o tres
envoltorios chicos de a kilo en un saco, se retiraron ante la mirada de los
testigos en una escena llena de confusión.
La
presencia de la policía, el secreto de la breve investigación, la sangre en el
patio, la actitud desconfiada con pistola en mano de los guardias y el bulto
recogido a toda prisa, pareció confirmar la suposición de un crimen que no se
ha publicado y que la quietud de la casa guarda entre sus muros.
Sin
embargo, ayer por la noche, el político esperado no se presentó en la casa
mencionada, los anfitriones e invitados pretendieron dormir temprano, no
contaban con el temor y la alarma de los vecinos que llamaron a la policía, por
su repentina salida de la casona aquella donde se reunían de ordinario con un
horario mucho más amplio.
Después
de la comilitona nocturna dejaron los visitantes, unos inconfundibles cuernos
de chivo, como testimonio de la sabrosa birria al estilo Sur de Jalisco, los
guardianes de la ley, no encontraron delito alguno manifiesto que perseguir y
se llevaron el resto del chivo para el recalentado de ahora, con sus
respectivos kilos de tortillas, como desagravio a sus servicios prestados a la
comunidad que pidió se investigara el misterioso caso de la deshabitada casa y
sólo ocupada por la noche del fin de la semana.
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