Víctor Hugo Prado
Nuestro
querido México se encuentra frente a un escenario complejo y riesgosos para
mantener la vida democrática, así lo deja ver la reforma electoral que se
promueve desde la presidencia de la república con el apoyo de la bancada
morenista y aliados en el Congreso de Unión. De lo que se trata es de
desmantelar al INE, creando una autoridad electoral nacional cuyos integrantes
serían votados directamente por el “pueblo”, recortes a partidos políticos en
el financiamiento y la aparición en medios de comunicación, reconfigurar el
Congreso eliminando a 200 diputados de representación proporcional en la cámara
baja y elegir a los 300 restantes por listas nacionales en lugar de distritos
electorales. Se trata de eliminar al árbitro imparcial y afianzar el poder
pleno en el legislativo a una sola fuerza política y aliados.
La
Comisión de Venecia, ayer hizo pública una opinión sobre el proyecto de reforma
constitucional del sistema electoral: considera que no contiene suficientes
garantías para la independencia e imparcialidad de las autoridades que se
proponen en la reforma, sostienen que “para quienes impulsan la reforma electoral
de nada han valido las elecciones que desde el 1994 ratificaron la fortaleza
institucional, el profesionalismo y la experiencia de las autoridades
electorales autónomas e independientes para la democracia mexicana”. En los
últimos 30 años, el antiguo Instituto Federal Electoral (IFE) y el actual
Instituto Nacional Electoral (INE), con el apoyo de los organismos locales, han
organizado 23 elecciones federales y 271 elecciones locales. Fue precisamente
la fortaleza de las diferentes instituciones que conforman el sistema electoral
lo que facilitó la realización de las elecciones con las que ganó el presidente,
y las del 2021, las más grandes en la historia de México, sobre todo
considerando que se realizaron en el contexto de una pandemia.
Convendría
repasar que la vida democrática durante el siglo pasado fue turbulenta en los
primeros 40 años por los acontecimientos previos a la revolución y posteriores
al triunfo de la revolución. Que los 45 restantes fueron de dominación de un
partido único, con elecciones a cargo del gobierno, inmerso en el control
centralista, caracterizado por contiendas desiguales para las diferentes
fuerzas políticas e imperando el fraude electoral. Ahí está el ejemplo de la
elección de 1988, en donde Cuauhtémoc Cárdenas, aliado con un conjunto de
fuerzas democráticas fue víctima del fraude. Por cierto, el organizador de la
elección era la Secretaría de Gobernación y su titular era Manuel Bartlett,
quien justificó el silencio informativo con un pretexto técnico: “se cayó el
sistema”. Conviene saber que la democracia ha sido resultado de intensas
luchas.
La
reforma que se propone, de aprobarse será el inicio de una dictadura, como la
cubana, la de Nicaragua o Venezuela. En mi opinión no hay que permitirla.
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