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martes, 11 de octubre de 2022

José Guadalupe Barragán Navarro o su gran legado en el arte de la fotografía



 

Fernando G. Castolo*

 

 

Hombre bueno, prudente, atento, educado y bromista; proyectaba la personalidad de un muchacho inocente, no maleado de su entorno bochornoso. Poseía la cualidad de la palabra certera, a la vez que elocuente, en temas que eran su pasión: el futbol, la fotografía y la biblia. No, nunca casó, aunque alguna vez nos dimos cuenta que visitó a una dama en El Platanar. Se vistió para la ocasión y mantenía la emoción de un adolescente enamorado.



        

    Nos convocó en su torno para organizar una Sociedad de Fotografía del Sur de Jalisco, en donde fui incluido en carácter de "honorario". Gustaba de viajar e invitar a captar, con la lente, el paisaje ordinario de pueblos y bosques, imágenes que adquirían el don de lo extraordinario cuando las interpretaba con su sensible palabra de verdadero artista de postales.


            En una charla me comentó que había nacido en 1931, el año en que se cumplieron los cuatro siglos de las apariciones de la guadalupana, y que llegó al mundo un 19 de marzo, por ello ostentaba el nombre de José Guadalupe. También me compartió que había sido "hermano de leche" de mis tías las Cibrián, dado que él fue amamantado con el dulce elixir de la madre de ellas; y, en verdad, se trataban como hermanos.


            Desde muy joven se interesó en el deporte, más no como jugador, sino como promotor, siendo bien recordado en su paso por varios clubes y asociaciones zapotlenses. También fue un apasionado de la fotografía. En 1951 el llamado "Club Fotográfico", que encabezaban en Zapotlán los recordados poetas Félix Torres Milanés y Roberto Espinoza Guzmán, editaron una pequeña plaquette con muestras fotográficas de varios profesionales y aspirantes a este arte. Su material aparece en ese pequeño cuaderno que resulta ser un documento interesante que ventila las inquietudes de las juventudes en esos años. Por la década de los años ochenta y noventa del pasado siglo, sus trabajos fotográficos enarbolaron los carteles que anuncian las solemnidades josefinas, llamados Décimas.





Siempre fue un activo participante de grupos eclesiales, convirtiéndose en un verdadero protagonista en el nacimiento de la Diócesis de Ciudad Guzmán.


            Al final de sus días, cobijó en su casa-habitación a una Universidad Católica, donde promovió sus eruditos conocimientos bíblicos e involucró a varios especialistas en temas de Historia de la Iglesia Local.


            Todavía retengo en mi memoria la última sonrisa que dibujó su infantil rostro en la celebración de su 91 aniversario: engulló unos camarones, que acompañó con una cerveza, y saboreó la delicia de un pastel de zanahoria. Feliz despedida para ti, amigo y maestro: José Guadalupe Barragán Navarro; gracias por tanto y por todo.




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