José
Luis Vivar
Este
apellido es sinónimo de una imaginación desbordante que comprende viajes
fantásticos, descubrimientos científicos, aventuras, pero sobre todo una gran
visión del futuro. Un futuro en el que muchos de sus elementos teóricos y
tecnológicos que aparecen en las páginas de sus libros, se fueron convirtiendo
en coincidencias y aproximaciones que nos siguen sorprendiendo.
Para este caballero cuyo nombre de pila es Julio quien nació en Nantes —población ubicada a las orillas del río Loira, en el Oeste de Francia—, hace 194 años, sus textos siguen siendo motivo de admiración, de análisis y de respeto. En nuestro país y el resto del mundo se le sigue leyendo, quizás no con el fervor de antes, pero las reimpresiones de cada uno de sus títulos continúan a la venta, además de que el cine y las series de televisión recurren a él, aunque actualizado para que llegue a un mayor número de audiencia.
En décadas pasadas
a la obra de Julio Verne se le clasificó como lectura infantil y juvenil. Las
versiones condensadas con ilustraciones fueron hechas para los primeros, en
tanto que los textos completos se entregaban para los segundos. De ahí que
fuera algo común que un adolescente se diera tiempo para leer alguna voluminosa
novela de Verne, cuando curiosamente en el siglo XIX era leído por un público
adulto que se maravillaba con cada novedad que publicaba.
A menudo las
etiquetas suelen ser injustas, y todo sucede en diferentes momentos. De autor
infantil y juvenil lo han clasificado también como creador de Ciencia Ficción, o
Fantástico. En el mejor de los casos se le identifica como un Visionario; es
decir, como un hombre que supo intuir lo que tal vez podría suceder en el
futuro.
Pero independientemente de todas las etiquetas y clasificaciones, Julio Verne no se consideraba un científico, tampoco un ser que fantaseaba o un profeta, sino que escribía sobre lo que más le gustaba: los mapas, las cartas de navegación y las hazañas de los grandes exploradores que hacían viajes a lugares remotos. Solo a través de sus historias pudo dar rienda suelta a ese viajero y por qué no, a ese inventor que le hubiera gustado ser.
Las máquinas que
sirven para el desplazamiento de sus viajes no se limitan a los tradicionales
de la época que le tocó vivir, además del caballo, la diligencia, los barcos,
el ferrocarril y el globo, presenta objetos como el Espanto, un artefacto que
se utilizaba tanto en la tierra como en el aire; el Nautilus, el submarino
impulsado por electricidad; o la nave espacial que viaja a la luna, la cual es
lanzada al espacio por un poderoso cañón.
También diseñó otros objetos como la cámara fotográfica submarina, el prototipo de internet, armas eléctricas, las video llamadas y tantos más que siguen sorprendiendo. Verne poseía una innata curiosidad que lo hacía tener siempre a la mano un lápiz y una libreta. Todo lo que llamaba su atención en los diarios, revistas o libros que leía, lo subrayaba o lo anotaba. De ahí que cada cifra, hecho histórico o asunto que escribía era revisado minuciosamente.
Recomendar sus libros a los nuevos
lectores es una buena opción, porque nunca pasan de moda y porque les brindará
la oportunidad de descubrir un mundo diferente donde la imaginación es su mejor
aliada. Para quien lo haya leído en épocas pasadas, no pierde tiempo en retomar
otra de las muchas aventuras que disfrutaron.
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