Aquiles
Córdova Morán
El 27
de julio pasado, el presidente López Obrador anunció en su conferencia matutina
su propósito de pasar de la austeridad republicana, que ha sido la norma de
gasto de su gobierno, a lo que llamó pobreza franciscana. Al día siguiente se
reunió con su gabinete en pleno en Palacio Nacional, donde habló por extenso de
su plan. Estos dos hechos han suscitado en la gente preguntas como: ¿cuál es la
razón de esta nueva política de gasto? ¿Qué medidas concretas de ahorro se
ejecutarán y qué partidas del gasto público se afectarán? ¿Cuánto dinero se
piensa ahorrar y cuál será su destino?
Todos
los medios esperaban que, al terminar la reunión, se les diera amplia
información sobre estas cuestiones, pero se quedaron esperando: ninguno de los
asistentes quiso dar ningún detalle ni la mínima opinión sobre lo tratado;
todos parecían tener demasiada prisa y contestaron a las preguntas de los
reporteros con un simple gesto de la mano o la cabeza; algunos simplemente las
ignoraron. Al parecer, todo lo que se sabe sobre la pobreza franciscana es lo
que ha dicho el Presidente y lo que declaró en rueda de prensa el subsecretario
de Hacienda, Gabriel Yorio, el 29 de julio.
Según
EL UNIVERSAL del 28 de julio, el Presidente dijo en su mañanera, previa a la
citada reunión, que la pobreza franciscana “no contempla bajar los salarios ni
llevar a cabo despidos en dependencias del gobierno federal. (…) Tampoco se
detendrá ninguna obra”. Aseguró “que todos los trabajadores del gobierno
federal tienen garantizados sus sueldos, aguinaldos y «no hay recortes»”. Y
agregó: «Yo pienso que todavía podemos avanzar más sin despedir trabajadores.
Ahhh, porque los neoliberales inventaron lo de la austeridad, la variable
austeridad, pero siempre pensando en despedir trabajadores y en recortar
salarios a los de abajo» Y añadió: “«Adelanto de que no vamos a tener
dificultad, no vamos a detener ninguna obra (…) Y lo que es sagrado, pues es la
nómina, todos los que trabajan al servicio del pueblo: maestros, médicos,
enfermeras, servidores públicos, todos, marinos, soldados, policías, todos
tienen garantizados sueldos, aguinaldos, no hay recortes y eso es lo que vamos
a ver hoy», explicó”.
Como
se ve, la explicación del Presidente explica muy poco de las cuestiones que
preocupan a la gente sobre lo que él mismo bautizó como “pobreza franciscana”.
Más bien, su discurso busca tranquilizar a los trabajadores que quizá temen más
despidos, rebajas a sus salarios y prestaciones o las dos cosas juntas, y para
dar lustre a su plan ataca a los neoliberales de atentar sin miramientos contra
los derechos de sus trabajadores, lo que contrasta con el respeto que les
ofrece su propio proyecto. Pero, sobre lo medular de la pobreza franciscana,
guarda un curioso silencio que incrementa los temores y las dudas.
Por
su parte, Gabriel Yorio, subsecretario de la Secretaría de Hacienda habló, con
fecha 29 de julio, en los siguientes términos: “El plan franciscano que ha
anunciado el Presidente es prácticamente un cuarto esfuerzo de austeridad
relacionado con gastos que no son necesarios o que no afectan la operación del
Gobierno federal. Al mismo tiempo va a haber otras medidas que tienen que ver
con medidas de eficiencia, que tienen que ver con mejorar, utilizar de manera
muy estratégica la liquidez y esto implica otra vez hacer algún tipo de barrido
sobre otros fideicomisos que existen todavía por ahí, tratar de mantener el
esfuerzo de combate a la evasión fiscal”. El que quiera puede comprobar aquí
que también Hacienda elude aterrizar sobre las cuestiones fundamentales del
asunto, refugiándose en afirmaciones generales, vagas, vestidas con un lenguaje
técnico que la gente de a pie no entiende; por ejemplo, “medidas que tienen que
ver con medidas de eficiencia” o “que tienen que ver con… utilizar de manera
muy estratégica la liquidez”. ¿Qué quiere decir esto, en cristiano? ¿A qué
“medidas sobre medidas de eficiencia o medidas para utilizar de manera muy
estratégica el dinero en efectivo (liquidez)” se refiere Hacienda? ¿Por qué no
las señala por su nombre común, si la intención es explicarle al gran público?
¿Y qué es eso de hacer “algún tipo de barrido sobre otros fideicomisos que
existen todavía por ahí”? ¿Es acaso muy difícil señalar de qué fideicomisos se
trata y decir, sencillamente, que los van a desaparecer para usar sus fondos en
otra cosa?
Sigue
Hacienda: “No es subir impuestos, es otra vez centrarnos en que paguen los
evasores fiscales y estas medidas están pensadas para que en el margen se
continúe manteniendo este blindaje sobre un presupuesto que tiene ingresos y
gastos que están evolucionando de manera muy positiva y que nos van a permitir cerrar
el año fiscal con un menos nivel de endeudamiento”. Como se ve a los señores
inversores si se les habla claro: no pagarán más impuestos y no deben
preocuparse por la nueva política franciscana; pero como de todas formas hace
falta “blindar” el presupuesto federal para no seguir endeudando al país, hace
falta la pobreza franciscana para conseguir dinero suficiente para que el
gobierno pueda seguir invirtiendo en sus obras predilectas y en sus programas
sociales destinados a comprar el voto de los pobres. Sin embargo, nada de esto
se formula con claridad ¿Por qué? ¿Tienen miedo de que el pueblo conozca la
verdad y la rechace?
Termina
Hacienda. “Los recortes que ha establecido el Presidente bajo el plan de
pobreza franciscana no tienen que ver con gasto de inversión, gasto público,
gasto de áreas sensibles o prioritarias, sino con disminuir gastos
innecesarios, como los asociados a viajes al extranjero, abundó el funcionario.
«El presidente ya ha establecido que no se van a realizar más (viajes al extranjero),
también se van a tomar decisiones con respecto a alagunas posiciones que
quedaron vacantes, estos son ahorros por el lado administrativo»” (REFORMA, 29
de julio). Todo eso estaría muy bien si también se nos presentaran las cifras
necesarias para demostrar que basta con suprimir los viajes al extranjero y
ahorrarse el pago de plazas vacantes para juntar los dos billones de pesos de
que habló el Presidente ante su gabinete en pleno. Aun así, resulta evidente
que eso no es suficiente y no explica todo el plan. La duda permanece: ¿de
dónde sacarán el dinero que les hace falta para cubrir los gastos del gobierno?
Como el monje loco: nadie sabe, nadie supo.
Ante
la falta de una explicación oficial confiable, se entienden y justifican las
fundadas explicaciones y especulaciones de los medios, columnistas y personajes
de la política. Veamos algunas de ellas. “…de cara al último tercio de su
administración, el presidente reunió a todo su gabinete –el legal y el
ampliado- para evaluar los avances y analizar desafíos. El reto: alcanzar la
«pobreza franciscana». Y es que al mandatario le quedan poco más de dos años de
administración y en su intento por culminar todos los proyectos en puerta,
anunció más medidas de austeridad, con las cuales se logrará –dijo- un ahorro
de dos billones de pesos”, (ejecentral, 28 de julio). Según otra nota de eje central,
del 31 de julio, “El anuncio sobre la «evolución» al plan de pobreza
franciscana provocó una percepción negativa respecto al gobierno del presidente
López Obrador que alcanzó el 61 por ciento en redes sociales”. Como vemos, la
pobreza franciscana suena, en los oídos de mucha gente, más a amenaza que a
promesa, porque les hace temer que, en realidad, venga una nueva ola de
recortes presupuestales a las partidas destinadas al gasto social como salud,
educación, seguridad, agua potable, desarrollo municipal y otros de naturaleza
parecida que ya hoy se encuentran en situación crítica. En pocas palabras,
temen que la pobreza franciscana acabará empobreciendo más a los pobres, que
son los que terminarán pagando las obras faraónicas y los programas electoreros
de Morena.
“«Vamos
a llevar a cabo medidas de austeridad adicionales. Vamos a reducir bastante,
casi no va a haber viajes al extranjero, o sea, vamos a procurar que toda la comunicación
se haga por teléfono o por teleconferencias. Y vamos a reducir viáticos aún
más, y otras medidas», apuntó el mandatario federal, sin embargo, la
construcción de sus tres grandes obras de infraestructura, la refinería Dos
Bocas, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) y el Tren Maya, suman
sobrecostos de al menos 231 mil millones de pesos o 57 por ciento del
presupuesto original, de acuerdo con documentos oficiales y declaraciones del
Gobierno”, (Carlos Martínez, VANGUARDIA MX, 28 de julio).
“Pobreza
franciscana será recorte de recursos, dice la oposición”. Para el senador
Germán Martínez, dichas medidas de austeridad no son más que un recorte al
presupuesto, debido a que el Gobierno Federal ya no cuenta con los recursos
suficientes para seguir operando. Martínez comentó que con la inflación, los
programas sociales están quedando en polvo, en añicos, no sirven. Lo que les
dan a los viejitos, a «las personas con discapacidad o a las becas Benito
Juárez, eso está quedando en nada con la carestía y la inflación»” (EXPANSIÓN
Política, 28 de julio). Héctor Saúl Téllez, diputado panista, “consideró que
dichas medidas son solo un discurso falaz, frívolo y acomodaticio del
presidente López Obrador para continuar recortes en distintas áreas para seguir
con un gasto público irresponsable en «obras faraónicas» sin planeación y con
altos sobrecostos”.
Jesús
Zambrano, presidente nacional del PRD, “dijo que lo expresado por el Ejecutivo
Federal es solo un discurso frívolo, pues «sabe que las finanzas están mal y lo
que necesita es seguir haciendo recortes de donde pueda para seguir financiando
sus caprichos»”. Zambrano fincó su afirmación mostrando que “el gasto público
ha seguido creciendo: en 2018 fue de 5.3 billones de pesos, en el 2021 de 6.7
billones de pesos y para 2022 será de 7 billones de pesos. Qué pobreza
franciscana ni que la canción, concluye. ¡Es corrupción y mentira! Ineptitud e
ineficacia en el manejo del gasto público. (misma nota). “Advierten que pobreza
franciscana busca callar instituciones. Ayer, la vicecoordinadora de Morena en
la Cámara de Diputados, Aleida Álvarez, indicó que en el próximo presupuesto
federal buscarán recortar más recursos a organismos autónomos, especialmente al
INE y el Poder Judicial, como parte de la pobreza franciscana anunciada por el
Mandatario Federal. El panista Carlos Valenzuela advirtió que con dicho recorte
buscan que ya no existan los «otros datos» y que solo prevalezcan los que
presenta López Obrador” (REFORMA, 28 de julio).
Y
todo esto, ¿para qué? Para tapar los enormes boquetes que la mala planeación y
peor ejecución de los gastos de este gobierno ha abierto en el presupuesto
nacional y para seguir comprando conciencias con el fin de ganar la presidencia
en 2024. Pero para eso hace falta lograr mucho más dinero, un dinero que, para
no seguir endeudando al país, como dijo Yorio, solo puede salir del bolsillo
del pueblo de México. Esto provocará más pobreza, hará que más gente dependa de
las dádivas del gobierno y que más gente vote por la permanencia de Morena en
el poder. El Presidente sabe bien todo esto, pero sigue adelante porque su meta
es, precisamente, crear más pobreza: “Se trata de multiplicar a los pobres a
costa de las clases medias y los ricos. Así de increíble o ilógico que pueda
parecer, los hechos muestran que ha sido justamente su política desde antes de
iniciar el sexenio. Visto así hacen sentido una serie de medidas que ha tomado
el presidente”.
Tras
de mencionar algunas, el autor en cita concluye: “Así, lo que podría parecer un
sinsentido de López Obrador, afirmar que debemos transitar a la pobreza
franciscana, es en realidad un propósito firme del presidente que ha conseguido
en sus tres años de gobierno. Este objetivo declarado se ha traducido en
decisiones personales y de política pública que han logrado, efectivamente,
hacer que haya más mexicanos pobres. Suena absurdo, pero no lo es para López
Obrador. Seguramente tiene motivos políticos «de gran peso», como quizás hacer
depender a más población de las dádivas del gobierno y mantenerlos como
clientes seguros de su régimen. Horror, pero así es” (Enrique Cárdenas, EL
FINANCIERO, 9 de junio).
Al
pueblo, predispuesto siempre a castigar los abusos de los de arriba, le
complace el discurso de AMLO contra la minoría rapaz y a favor de los pobres,
lo cree a pies juntillas y aplaude al Presidente. Su pobreza reduce casi a cero
su juicio crítico, mata su capacidad para sacar conclusiones de los hechos que
suceden a su alrededor, todo lo cual vuelve más difícil la tarea de criticar y
desenmascarar las falacias de la 4T. Con todo, no hay más salida que persistir
tenazmente en la tarea educar, politizar y organizar al pueblo para que
defienda sus intereses. Mientras más engañado y manipulado esté más empeño,
inteligencia y tenacidad hay que desplegar en la tarea de abrirle los ojos,
sacarlo del engaño y la manipulación y enseñarle a luchar con éxito por su
verdadera liberación, por sus propios intereses, no por quienes lo manipulan
para garantizar los suyos.
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