Fernando
G. Castolo*
Zapotlán
es un pueblo muy antiguo. Existen estudios y vestigios arqueológicos que dan
cuenta de ello, de su gran aporte cosmogónico en el ámbito prehispánico.
Hacia
el año de 1521 los primeros peninsulares se aproximaron a estas geografías,
encabezados por el capitán don Francisco Cortés de San Buenaventura, primo del
conquistador Hernán Cortés.
Después, en el año de 1529, acompañando en sus
campañas colonizadoras a Nuño Beltrán de Guzmán, el andariego fraile Juan de
Padilla, quien llegó a la antigua mesoamérica en la segunda barcada de
misioneros evangelizadores, conoce el valle de Zapotlán y se maravilla de su
exótico paisaje.
Nuevamente,
según las crónicas, regresa a esta región en 1531 con la intencionalidad de
establecer una misión para su catecumenado, no pudiendo cristalizar esta idea
por motivo de que la población indígena atravesaba por una pandemia. Entonces,
no es sino hasta 1532 cuando, finalmente, lleva a cabo su gran proeza: juntar
todos los pueblos diseminados en torno al gran valle y reunirlos en el punto
poblacional más importante llamado Zapotlán, rebautizando a dicha comunidad con
el nombre de Santa María de la Asunción.
Las
hipótesis ventiladas sobre este nombre se traducen en tres interpretaciones
académicas: primera, que el espíritu misionero de Padilla le haya hecho traer
consigo a la diminuta advocación mariana a la que puso bajo su protección el
proyecto de conversión; segunda, que, en una fecha aproximada a la celebración
de este misterio religioso, haya concebido la refundación; y, tercero, que,
como se ha manejado, el pueblo fue erigido el 15 de agosto.
Por
otro lado, la gran mayoría de los cronistas mencionan que el episodio se
verificó en el citado 1532 y no en 1533 como se ha manejado. Si esto fuera
reconsiderado, dado que carecemos de una cédula real fundacional, entonces
nuestra primitiva Santa María de la Asunción de Zapotlán, hoy la cosmopolita
Ciudad Guzmán, está conmemorando su 490 aniversario, y estamos a escasos diez
años para festejar los 500 años de nuestra fundación hispánica.
Fray
Juan de Padilla no construiría un convento formal sino hasta 1535, cuando el
primer virrey de la Nueva España le otorga su apoyo para consolidar su gran
proyecto de catequesis, propagando la religión católica en todos los rincones
del actual Sur de Jalisco y el Estado de Colima.
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