Fernando
G. Castolo
Deambular
por la región siempre es una experiencia que bien vale la pena. En esta
temporada vacacional los días de asueto obligan a planear paseos en familia,
paseos que, para todos los presupuestos, se pueden disfrutar al máximo.
Los
pueblos en torno a Zapotlán ofrecen una buena oportunidad para descubrir
rinconadas, geografías, paisajes, arquitectura, gastronomía y peculiaridades
que solamente se dan con el gusto de visitarlas.
En
Amacueca, por ejemplo, existe una hermosa edificación franciscana del siglo
XVIII, conjunto conventual en cuyo interior se resguarda una de las más bellas
reliquias de Jalisco: un retablo barroco que luce en todo su esplendor, donde
se encuentra la venerable imagen del Cristo llamado "El dulce nombre de
Jesús".
Sayula,
la cuna de Rulfo, posee uno de los cascos históricos más bellos del entorno,
con sus plazas y portales neogóticos. Al fondo del pueblo, el convento (también
franciscano) donde fastuosas solemnidades se verifican en diciembre en honor a
la guadalupana.
Zacoalco
de Torres es famoso por sus equipales, pero también lo es por sus tacos
enchilados y su fruta de horno. Aquí, otro gran Cristo es solemnizado: El Señor
de la Expiración.
Atoyac,
la tierra del cinto piteado, pequeño pueblo en que se puede degustar el rico camote
enmielado; tierra nativa del célebre poeta don Arcadio Zúñiga y Tejeda, así
como del filólogo e intelectual don José Luis Martínez.
El pueblo mágico de Tapalpa, la tierra de
colores, es poseedora de magníficas construcciones vernáculas que ennoblecen un
paisaje uniforme de arboladas praderas y casas blancas con tejas naranjas. Los
tamales colados son la delicia, así como el borrego al pastor.
El
distinguido pueblo de San Sebastián del Sur posee la delicia de los
chicharrones de cerdo, donde Totolos y Coloradas representan lo más acendrado
de su cultura.
En
Zapotiltic también los hay, pero lo más bello de este municipio son sus
magníficos cascos de hacienda, vestigios de la otrora opulencia que se detentó
en la región.
A
Tuxpan la han eternizado con sus fiestas y solemnidades que en número igualan
los días del año, donde pervive como vestigio ancestral su famosa Cruz Gorda.
No ir a la Estación a comer unos tacos es imperdonable.
Tecalitlán,
la tierra del mejor mariachi, se distingue por su birria; goza de la fama de
que en sus calles y plazas se encuentran las mujeres más hermosas de la
comarca, popularidad que comparte con Tamazula de Gordiano, el suelo de los
Záizar, donde tiene sus privilegios la diminuta Virgen del Sagrario.
Rancherías
y pequeñas comunidades, entre las villas y ciudades conservan ancestrales usos
y costumbres, donde en franca charla se degusta un pajarete, una cerveza o un
mezcal. El sur de Jalisco es festivo en todos sentidos, y ahí tenemos una
opción, de primera, para asistir estos días de ocio con la delicia de sus
paisajes, arquitectura, gastronomía y artesanías.
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