Fernando
G. Castolo*
La
ciudad, en su caminar, ha sido impulsada por hombres y mujeres visionarios,
comprometidos y propositivos, cuya fina manufactura les ha permitido
dimensionar una sociedad compleja en todos sentidos, pero trascendente a más no
poder.
Monseñor
León Villegas nació en la ciudad de su apellido paterno, dentro de los límites
estatales de Guanajuato en el año de 1943 (muy pronto celebrará su 80
aniversario). Realizó estudios en Roma, después de haber estado en el Seminario
de su ciudad natal, donde obtuvo la Licenciatura en Teología Dogmática y en
Derecho Canónigo.
Allá
mismo fue ordenado sacerdote por Su Santidad Pablo VI en 1970. Entre 1972 y
1975, ya de retorno a México, fue Prefecto y Director Espiritual del Seminario
Menor de León; para, posteriormente, convertirse en Director Espiritual del
Seminario Mayor de allá mismo.
Se desempeñó, igualmente, como Secretario
Canciller de la Curia Diocesana entre 1987 y 1990. Su Santidad Juan Pablo II lo
preconizó Obispo de La Paz, Baja California, el 21 de febrero de 1990,
recibiendo la Consagración el día 29 de marzo inmediato. A la par de esta
importante encomienda, dentro de la Conferencia del Episcopado Mexicano, entre
otras responsabilidades, fue Vocal de la Comisión Episcopal para la Pastoral de
Movilidad Humana.
El 11 de diciembre de 1999 es nombrado Obispo de la Diócesis de Ciudad Guzmán, tomando posesión oficial el 10 de febrero de 2000 en medio de una pletórica Santa Iglesia Catedral. Su peculiar carisma le hizo ganar el respeto, la admiración y el cariño de una comunidad, mayoritariamente católica, en el ámbito geográfico del Sur de Jalisco durante 17 años en que fue el Pastor de este rebaño.
Definir
a un personaje como don Rafael León Villegas en una palabra es difícil por las
muchas cualidades que posee pero, sin temor a equivocarnos, podríamos asegurar
que puede ser Longánimo, ese raro concepto que no es otra cosa más que la
estrecha relación entre la perseverancia y constancia de ánimo frente a los
obstáculos y las adversidades; sí, porque Su Excelencia ha sido un estoico fiel
a su circunstancia; a ese espacio y a ese tiempo que le han hecho trascender
como uno de los más notables personajes de Zapotlán en los últimos años, siendo
un verdadero privilegio mantenerlo aún como uno más de sus vecinos.
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