Juan
Palomar
El Voclán/Gómez Farías
Es una
de las haciendas más antiguas de la región de Jalisco. Según algunas versiones
data de mediados del Siglo XVIII. Y de ella queda muy poco. Y lo poco que queda
poco durará a este paso. ¿Quién es la autoridad responsable? El Instituto
Nacional de Antopología e Historia y también la Secretaría de Cultura de
Jalisco. En su medida, el Ayuntamiento de San Sebastián del Sur, municipio en
el que se ubica la hacienda, y la propia delegación de La Cofradía del Rosario,
como se llama la hacienda.
Es un lugar histórico, y de peregrinación. Cuentan que hacia 1747, un arriero llegó hasta el zaguán de la casa, pidió pernoctar allí. Llevaba consigo una mula cargando dos grandes cajas. El asilo le fue concedido. Al amanecer el arriero había desaparecido, dejando atrás las cajas. Por meses permanecieron allí, en espera del regreso de aquel hombre. Cuando se pensó que no habría más noticia de él, decidieron abrir las enigmáticas cajas. Aparecieron dos grandes imágenes de bulto: la de la Virgen María y la de Señor San José.
Mandaron
de la hacienda por el señor cura de Zapotlán. Éste se percató de inmediato de
la valía de las esculturas y de, dicen, una cierta aura que ya las rodeaba. La
misteriosa procedencia de ambas imágenes y la no menos intrigante desaparición
de su portador dieron pie desde entonces a múltiples leyendas y creencias
populares. Dispuso el sacerdote, en acuerdo con los hacendados, llevar en
triunfal peregrinación a las imágenes hasta la parroquia de Zapotlán para
entronizarlas allí con toda solemnidad. Es así que, cada año, durante las
grandes fiestas en honor a Señor San José, patrono del pueblo, se celebran
procesiones y actos de veneración.
Bastaría esta relación histórica y patrimonial para evitar la completa ruina, y buscar la restauración integral del casco de la Hacienda de la Cofradía del Rosario. De ella, lo único que permanece en buen estado y en funciones (a pesar de ciertas modificaciones inútiles e indebidas) es la capilla de la hacienda, edificada con toda reciedumbre en la década de 1880. Las posibilidades del casco para ganarse la vida son amplias. Pero en primer lugar, se requiere urgentemente su protección expresa y activa por las autoridades arriba mencionadas. Luego, encontrar su vocación, lo que no es muy difícil: por ejemplo, un parador-spa con múltiples atractivos: el clima, la magnífica arquitectura, la cercanía inmediata de la bellísima laguna de Zapotlán para realizar diversas actividades acuáticas, la práctica del hipismo y otros muchos deportes, la estupenda cocina regional (con todo y cuachala), las excursiones a la vecina Sierra del Tigre y alrededores… Algunos empresarios talentosos –ojalá que locales- pueden lograr todo esto y obtener buenos dividendos.
Nuestro patrimonio arquitectónico e
histórico se pierde día con día. No podemos permitirlo. La espléndida portada
de La Cofradía ya se derrumbó parcialmente, y no aguantará uno o dos tiempos de
agua más. Pero todo daño es reparable. Es preciso mover voluntades e
imaginaciones para salvar y preservar, con gran beneficio de la comunidad
(empezando con la de allí) a la legendaria y, a lo que se sabe, tricentenaria
Hacienda de la Cofradía del Rosario.
(Fotos:
Rinconcito de Jalisco)
EL DATO*
Era,
originalmente una cofradía de españoles. Su primer propietario fue Francisco de
Sayavedra, el famoso erasmista que menciona Arreola en sus memorias. Entre sus
últimos dueños están: Rafael F. Mendoza, Juan E. Palomar, Santiago Gutiérrez e
Ignacio Enríquez.
*Por
Fernando G. Castolo, historiador.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario