Eduardo Campos Flores
Aunque
en los últimos meses hemos estado escuchando todos los días hablar de la
inflación, no por ello nos dejó de impactar la información que publicaron
algunos medios de comunicación el día 25 de agosto del presente año, entre
ellos el diario Mural del grupo Reforma. Las notas publicadas coinciden en que
la inflación crece más de lo previsto y llega a 8.62% anual. Hago un extracto
para compartirlo con los posibles lectores de esta modesta colaboración:
El Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) del País repuntó 8.62% en los primeros quince días de agosto, con lo que la tasa anual de inflación general se convirtió en la más elevada desde la segunda quincena de diciembre de 2000, es decir, la mayor en 21 años y 7.5 meses. Dicha tasa también resultó mayor al 8.55% previsto por el consejo de la compañía estadounidense de asesoría financiera (Bloomberg) y superó el objetivo puntual del Banco de México (Banxico) del 3%.
En
este sentido son sumamente importantes las advertencias de riesgo de más
aumentos. Según la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto del Inegi, el rubro más
importante para los hogares en México es la alimentación, que incluye los
gastos de bienes de consumo no duradero en alimentos y bebidas. Este indicador,
resulta ser el más importante de todos porque abarca 38% del total del gasto
mensual familiar. Sin embargo, este porcentaje aumenta hasta 51% para los
hogares de menores ingresos. En contraste, para los hogares de mayores
ingresos, la alimentación sólo representa 28%. Por lo que llama la atención que
los precios de los energéticos y los agropecuarios no han dejado de subir.
Se
debe dimensionar la gravedad de la situación. Debido al bajo crecimiento
económico y el alza desenfrenada de la inflación, en Jalisco ha crecido la
pobreza.
De
acuerdo con académicos de la Universidad de Guadalajara (UdeG) en los últimos
meses de 2021, las personas en pobreza pasaron de 2.29 a 2.63 millones de
jaliscienses.
Los
investigadores de la UdeG aseguran que muchas familias de la entidad no tienen
los 11 mil 529 pesos para adquirir los productos de la canasta básica. Si a eso
se le agregan servicios como el pago de la luz, agua, teléfono y renta, se
necesitarían alrededor de 22 mil 182 pesos para tener todas estas condiciones
de forma mensual. Además, si las personas tienen alguna enfermedad crónica
deben atender gastos en medicamentos y consultas que podrían elevar el
presupuesto hasta los 38 mil 546 pesos.
Lo
anterior refleja que la salida no es fácil, pues la inflación generalizada de
los precios es un fenómeno estructural, una manifestación clara del agotamiento
irreversible de la globalización neoliberal que prevalece en el mundo y en
nuestro país. De tal manera que es necesario remarcar que la inflación no puede
curarse con viejas recetas o paliativos como lo está haciendo el gobierno de la
Cuarta Transformación que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador
con su plan antiinflacionario, el Pacto Contra la Inflación y la Carestía
(PACIC).
La
única solución posible es la lucha de los obreros por mayores salarios y
mejores niveles de vida, es decir, una lucha contra el capital, cuyo poder
monopólico ha impuesto precios a costa del imparable empobrecimiento de las
grandes masas y más desigualdad. Bajo esta terrible realidad, las medidas
temporales como el PACIC no sirven de nada, porque fue elaborado sin base
científica y sin un conocimiento a fondo de la naturaleza de la inflación
actual.
Lo
que debemos entender es que tanto la pandemia así como la inseguridad mundial
provocada por la política guerrerista y rapaz de Estados Unidos, han venido a
dejar al descubierto que la inflación es inherente al deseo atroz de ganancia
del capital que se traduce en una lucha permanente entre la utilidad de las
empresas y el salario de los trabajadores, o sea, la pandemia y la amenaza de
guerra nuclear por parte de los Estados Unidos han desorganizado el mercado de
insumos y de materias primas para los grandes monopolios, lo cual ha elevado
sus costos de producción y disminuido sus utilidades.
Los
salarios ya están bastante deprimidos, y las empresas transnacionales para
seguir acrecentando sus utilidades no les queda otro recurso que echar mano de
su poder monopólico de imposición de precios a escala planetaria ralentizando
la producción, es decir, generando una escasez artificial y, por tanto, una
elevación de los precios.
Por
lo que, ante la inflación desenfrenada, los trabajadores deben organizarse y
luchar, no contra los patrones, sino contra el capital. Frente a este
escenario, los mexicanos que se ven obligados a trabajar en la economía
informal o formal, en empleo temporal y los que padecen desempleo abierto,
deben organizarse y educarse para constituir una fuerza poderosa y luchar en
mejores circunstancias por mayores salarios y mejores niveles de vida. Los
obreros mexicanos están llamados a jugar el papel que la historia les tiene
asignada. Esta es la única alternativa para salir de la crisis económica
mundial.
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