Pedro Vargas Avalos
En la
actualidad, en nuestro país se han desatado intermitentemente, verdaderas
campañas de prensa para desacreditar o ensalzar y en su caso, callar
acontecimientos, ya sean sobre personajes o sucesos significativos, con lo cual
se desorienta a la opinión pública. El reciente caso lamentable del asesinato
de dos sacerdotes jesuitas en Chihuahua, generó informaciones que han sido
suspicazmente difundidas, provocando apreciaciones controvertidas.
Los
medios de comunicación, ahora multiplicados por el desarrollo del internet, han
dado por tomar partido, sobre todo en nuestro país, y a título de informar, lo
que hacen es omitir u optimizar hechos, posicionar organismos y enaltecer o descalificar
personas. En consecuencia, el receptor de esa “información”, sean noticias,
reportajes, entrevistas, comentarios o análisis, debe ser cauto y reflexionar
cuidadosamente sobre lo que lee o escucha, para finalmente quedarse solo con lo
cierto y su ecuánime dimensión.
Por
ello es de suma trascendencia lo que expresó recientemente el máximo jerarca
del catolicismo, considerado justamente como excepcional líder mundial:
Francisco, el jesuita argentino y jefe del Estado de la Ciudad del Vaticano,
cuyo nombre de pila es Jorge Mario Bergoglio.
En
una entrevista que hace unos días concedió a la presidenta de la agencia de
noticias TELAM, la sudamericana Bernarda Llorente, el que fuera desde 1998
arzobispo de Buenos Aires hasta que fue electo sumo pontífice en 2013, expuso
que “un medio de comunicación tiene que estar atento a no caer en la
desinformación”. Y luego agregó en su modismo bonaerense: “Tenés a los medios
de comunicación que te da la impresión que tienen una metralla en mano para
destruir gente”.
Al
respecto, puntualizó este innovador Papa: “El valor de un medio de comunicación
es expresar la verdad, que la comunicación no cambie la esencia de una
realidad”. Y eso es lo que exactamente no sucede con la mayoría de los medios
de comunicación, no solo en México, sino en todo el mundo.
Desde el punto de vista de Francisco, los
cuatro pecados o faltas del periodismo son: en primer lugar, la desinformación
que consiste en publicar “lo que me conviene y callarme lo otro”, es decir, no se
debe desinformar; se tiene que comunicar todo. Y cuando vemos periódicos como
Reforma, El Universal, El Financiero, etc., etc., incluidos los diarios
tapatíos, nos quedamos con la magra degustación de que no informan cabalmente.
El segundo pecado, es la calumnia, y explica:
“Se inventan cosas, a veces destruyen a una persona con una comunicación”. Y en
otras ocasiones, al tergiversar los hechos, concitan o buscan inducir
torcidamente, a los lectores o escuchas, lo cual es inmoral y de mala sangre.
El
tercer yerro es la difamación, “que no es calumnia”, según aclaró el pontífice.
Se trata de cuando se divulga una postura del pasado de una persona “que quizás
ahora cambió”. Aquí se inscriben los variados casos de políticos que, habiendo
justificadamente mudado de partido, son desacreditados por ello. Sobre este
tema, ilustra el Vicario del catolicismo: “Es como si a vos adulto te trajeran
los pañales sucios de cuando eras chiquito”. A buen entendedor, media palabra.
El
cuarto pecado lo denomina como la coprofilia. “Es el amor a la caca, a la
porquería, o sea buscar ensuciar, buscar el escándalo por el escándalo”. Y en
este capítulo, la mera verdad que muchos medios y todavía más comentócratas,
intelectuales orgánicos y casi todos los pasquineros, se lucen. Porque muchos
de ellos, hablan con el programa que sustenta o pregona tal partido o
movimiento político y no lo advierten, en consecuencia, dice Francisco, “eso es
innoble, no es de bien nacido”. Y como efecto, “Esto crea una cultura de la
indiferencia, del conformismo, del relativismo que nos daña a todos”. Por lo
tanto, debemos entender que “La comunicación es algo sagrado, es de las cosas
más lindas que tiene la persona humana y los medios de comunicación tienen una
gran responsabilidad didáctica”.
En
su conferencia mañanera del 8 de junio reciente, el primer mandatario de México
manifestó sobre lo anterior: “la verdad, la verdad, qué claro el papa
Francisco”. Y no cabe duda de que, hablando en plata pura, lo es. En seguida sobre
la prensa, expresó: Si no hay pluralidad, si los medios “sólo se dedican a
atacar, como lo hacen, y son muy poquitos los que hacen análisis objetivos,
profesionales y que actúan con independencia, que argumentan, pues esos que
están dale y dale y dale, … cansan y terminan por perder credibilidad. Eso sí
es propaganda, no es información”.
Abundando
sobre esta cuestión, siguió diciendo el gobernante: “Antes se decía: ‘La prensa
se regula con la prensa’; ahora yo diría: la prensa está más regulada por la
gente, por el pueblo, porque quien nos califica a todos en una democracia,
auténtica, verdadera, es el pueblo, es la gente”. En lo cual creemos que tiene
razón rigurosa. Y en cuanto a la libertad de expresión, que tenemos cabalmente
en nuestra patria, dijo tajante: que se garantiza el derecho a disentir, que está
prohibido prohibir, concluyendo: “Nosotros no vamos a censurar a nadie. Y no
importan los titulares del Reforma o de El Universal o los
artículos de los columnistas, las declaraciones así, contundentes, ¿no?
atrevidas, en contra del presidente, nada de eso va a ser censurado”.
Terminamos
nosotros, subrayando lo singular de las declaraciones del Papa Francisco, y nos
adherimos a la valoración que, sobre él, realizó Andrés Manuel López Obrador,
presidente de la república: “Sin duda, es el dirigente espiritual y político
más importante del mundo, independientemente si somos creyentes o no, el
dirigente espiritual y político más importante del mundo”. Y como un asistente
a la mañanera le insistiera sobre si esa calificación incluía al mandamás de los
vecinos del norte, AMLO enfatizó: “Que todos nosotros, que todos, gobernantes
de China, de Rusia, de Estados Unidos, de países de nuestra América, de Europa,
de líderes religiosos, intelectuales, comunicadores, que todos”.
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