Fernando
G. Castolo
Inspirado
en uno de los textos de nuestro celebrado Juan José Arreola, diremos que un
buen día, de pronto, aparecieron por las calles de Zapotlán gente extraña; por
todas partes se veían, y hablaban y vestían de una forma que nomás se conocía
por algunas películas.
La
gente les decía "húngaros", y se imaginaban que estaban en busca de
algún oso que se les perdió en las faldas del Nevado de Colima... Por los años
treinta del pasado siglo, el entonces Presidente Plutarco Elías Calles,
permitió el ingreso al país de familias venidas del lejano oriente,
especialmente de Líbano, y muchas de ellas se radicaron en nuestro pueblo.
Ahí
tenemos a varios linajes de apellidos extranjeros que hoy son parte de nuestra
identidad: Baruqui, Weber, Zacarías-Urtiaga, Dipp, Manzur, Anisz, Levy...
familias todas ellas que dominaron el panorama social de la ciudad durante la
primera mitad del siglo XX. Sus miembros, con el tiempo, se radicaron en otras
ciudades de mayor importancia, donde descollaron sobremanera en el arte del comercio.
Claro, no todas estas familias se radicaron específicamente en la época
señalada; algunas ya tenían presencia local desde finales del siglo
decimonónico.
La
gastronomía que traían consigo le dio un giro peculiar a lo que nosotros
engullíamos. Las especies se empezaron a utilizar con más frecuencia en los
platillos locales, así como las harinas de trigo. Las novedades en los
productos que ofertaban fascinaron la curiosidad de los lugareños, así como
también el corazón de paisanos y paisanas, dado que los matrimonios con los
nativos y nativas no se hicieron esperar.
Existen
hoy en día notables familias que ostentan estos apellidos como los Briseño
Dipp, los Weber Chávez o los Preciado Zacarías-Urtiaga, por mencionar algunos
ejemplos. Algunas damas pertenecientes a estos linajes, destacaban por su
belleza y, muchas de ellas, fueron reinas o princesas de las festividades
locales.
Es cierto, en el principio, muchas de estas
familias comenzaron con un comercio barato y accesible, distinguidos siempre por
su arte en la atención al cliente; pero, al paso de los años, llegaron a
detentar verdaderos emporios comerciales que dominaron el mercado regional,
como fue el caso de los Baruqui.
Y
qué decir de los Anizs, que tuvieron la visión de impulsar la fundación de la
fábrica de papel de Atenquique, el mejor "trusts" de la historia
regional de estas familias que practicaban el judaísmo. Zapotlán enriqueció su
panorama cosmopolita con la presencia de libaneses, llegando a destacar en el
ámbito nacional el actor Pedro Manuel Weber Chávez (Ciudad Guzmán, 1933), sin
duda alguna, un orgullo para esta tierra que supo ser cobijo de estos
extranjeros que se paseaban por las calles y la Plaza de Armas de Zapotlán, y
por todas partes descendieron como escalas de Jacob.
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