Fernando
G. Castolo*
De
repente el centro de Zapotlán se llenó de un aromático olor a tule. El tule de
la Laguna, fresco y recién confeccionado en petates, se transportaba hasta la
plaza de armas del pueblo. Todos se disponían en armar la gran canasta de
petates que, en forma de ruedo, se erigía para llevar a cabo las nueve corridas
de toros en honor a Señor San José.
En
el mes de octubre, después de que culminaban las solemnidades religiosas al
santo patrono (del día 13 al 22), tenían verificativo las fiestas profanas,
donde las vendimias de los diversos productos de la región se disponían en
torno a nuestra plaza de toros. Esta plaza guardaba todas las características
de la famosa Petatera de Villa de Álvarez, en Colima.
Juan
José Arreola le comenta a Fernando del Paso (en "Memoria y olvido"):
"Eran plazas de madera, construidas a base de tapiloles, que son troncos
de pino morillo. Tenía dos redondeles: el exterior, o sea un círculo formado
por tapiloles enormes, y otro redondel interior. Los travesaños iban de un
redondel a otro, y los aseguraban con alcayatas y con grandes amarres de cables
de jarcia (...)".
Mientras
esto ocurría, en la Laguna los maestros artesanos dirigen a un contingente de
trensadores que se encargan de confeccionar los tapetes de tule, llamados
petates, que servirían para darle una estética al conjunto del ruedo. "
(...) entre tapilole y tapilole se ponían fajillas de madera, que también
llamábamos latillas. Y, para mayor seguridad, toda la estructura se forraba con
petate. Petate verde". Una vez culminado el armado de nuestra plaza de
toros, entonces comenzaban los festejos profanos, donde todos se divertían
durante nueve días completos. "Ya en la plaza, que huele a madera recién
cortada, a petates verdes y a sogas de lechuguilla, todos se lanzan al ruedo,
porque el que no anda perdido está a medios chiles (...) Unos jinetean y otro
torean con la cobija a los bueyes que sacan (...)", dice Arreola en
"La feria". Las celebraciones no religiosas, también contaban con un
mayordomo u organizador, una especie de moderno empresario taurino, llamado
Juez Privativo, que se encargaba de traer figuras del momento y gestionaba el
apoyo de los ganaderos de la región.
Y,
con el auxilio del Ayuntamiento, cobraba las entradas y mantenía el buen orden
y la limpieza del ruedo. Nuestra plaza de petates, según se observa en actas
del propio Ayuntamiento, ya funcionaba desde principios del siglo XIX. En el
acta del 19 de octubre de 1837 se da cuenta de la tragedia que se suscitó al
caer un tablado del ruedo, dejando heridas a varias personas que se encontraban
en la parte inferior observando el espectáculo taurino.
La plaza de toros dejó de armarse en el centro poblacional a partir de 1906, en que el espacio destinado para tal fin se transforma en el parque Juárez, disponiéndose al centro un monumento en honor al prócer mexicano. Después funcionó en el espacio de la plaza del Mercado (donde hoy se erige el inmueble comercial denominado Mercado "Paulino Navarro"), hasta que en 1913 se inician los trabajos de construcción. De esa manera desapareció uno de los iconos más representativos y tradicionales de nuestro pueblo: La Petatera zapotlense.
*Historiador
e investigador.
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