Guadalupe Valle Chávez
La
visita del pasado 12 de julio, del presidente de México, Andrés Manuel López
Obrador, a su homólogo, Joe Biden, presidente de los Estados Unidos (EE. UU.)
pretendió ser una reunión importantísima para ambos países, especialmente para
México, al tratarse de asuntos relacionados con la migración, con los paisanos
radicados en aquel país y con temas de comercio, economía y seguridad.
Eran
muchas las expectativas, a pesar de los diferendos marcados por la inasistencia
del presidente de México a la Cumbre de las Américas, que se llevó a cabo el
pasado mes de junio y las declaraciones que López Obrador ha hecho.
No
obstante, la reunión entre ambos mandatarios se realizó y en ella López Obrador
expresó sus planteamientos y peticiones al presidente de Estados Unidos, entre
los que destacan los siguientes: la posición de México de garantizar y duplicar
el abasto de gasolina para que más estadounidenses puedan cargar gasolina en la
frontera; poner a disposición de EU más de mil kilómetros de gasoductos en la
frontera sur con México para transportar gas de Texas a Nuevo México, Arizona y
California; propuso se suspenda la aplicación de aranceles a ciertos productos,
de acuerdo con el T-MEC; iniciar un plan de inversión privada y pública entre
ambas naciones para producir bienes que fortalezcan los mercados y, finalmente,
poner orden al flujo migratorio y permitir la llegada a EE. UU. de obreros,
técnicos y profesionales de distintas disciplinas, mexicanos y
centroamericanos, con visas temporales de trabajo, para asegurar que no se
paralice la economía por falta de mano de obra. Asimismo, regularizar y dar
certidumbre a migrantes que desde hace varios años trabajan honradamente en EE.
UU.
Esta
reunión puso en evidencia la errática política exterior del Gobierno mexicano,
la poca importancia que Biden le otorga a dicha visita, pasó casi desapercibido
el hecho en los medios de comunicación de aquel país; además, a juicio de
varios analistas mexicanos se nota la falta de oficio del ejecutivo en política
exterior, otra vez hacemos el ridículo, ofreciendo nuestros recursos
energéticos y pidiendo un acuerdo migratorio que sabemos que no será posible.
Otra vez la demagogia, la política rastrera y miope del presidente.
El
problema migratorio, los temas de economía y comercio, así como los problemas
de seguridad, entre otros, son temas que importan mucho a los mexicanos y a
toda Latinoamérica; además, la economía mexicana depende en un alto porcentaje
de la economía norteamericana.
La
reciente tragedia del tráiler de la muerte en San Antonio, Texas, nos dice a
las claras la urgente necesidad de un acuerdo migratorio que le de salida a
este grave problema, que ha sido deliberadamente manipulado a conveniencia de
los vecinos del norte.
Es
de risa la postura de López Obrador ofreciendo a los estadounidenses acceso a
nuestro país en la frontera para que puedan consumir gasolina barata,
ofreciendo los gasoductos del país y clamando por un acuerdo migratorio,
mientras que Biden responde con displicencia que tengamos paciencia.
El
presidente regresó de Estados Unidos con las manos vacías, sin compromisos
serios que incidan ni en la maltrecha economía mexicana, recordar que según
informó el INEGI en junio alcanzamos el 7.99 por ciento de inflación, la más
alta en 21 años, ni en el problema de la migración, ni en el problema de
seguridad, ni en ningún otro problema de los muchos que aquejan a nuestra patria
y, si, por el contrario, el presidente se comprometió a invertir 1,500 millones
de dólares en infraestructura fronteriza.
La
relación de México con Estados Unidos (EE. UU.), es una relación de
servidumbre, no puede ser otra, mientras nuestra economía no se desarrolle con
independencia, mientras no se fortalezca y se nos impongan tratados comerciales
como el T-MEC, en condiciones desiguales y ventajosas para los vecinos del
norte, nuestra economía seguirá dependiendo de la economía estadounidense y, por
tanto, no habrá un acuerdo migratorio justo.
Los
trabajadores de México y del mundo entero deben saber que son ellos los que
generan la riqueza, los que han labrado la fortuna de los grandes capitales y
de la entronización de economías tan fuertes como la de EE. UU. que pretende
gobernar el mundo entero, imponer su modelo económico, un modelo que ha
demostrado ser de lo más rapaz y sanguinario, inhumano y cruel, que no le
importa la vida de los mexicanos, sino sólo las ganancias que percibe por el
trabajo no pagado a estos. En consecuencia, un verdadero acuerdo migratorio
congruente con las necesidades de la clase trabajadora sólo será posible cuando
está se organice y luche por defender sus intereses. Chávez, Dirigente del
Movimiento Antorchista en el sur de Jalisco.
La
visita del pasado 12 de julio, del presidente de México, Andrés Manuel López
Obrador, a su homólogo, Joe Biden, presidente de los Estados Unidos (EE. UU.)
pretendió ser una reunión importantísima para ambos países, especialmente para
México, al tratarse de asuntos relacionados con la migración, con los paisanos
radicados en aquel país y con temas de comercio, economía y seguridad.
Eran
muchas las expectativas, a pesar de los diferendos marcados por la inasistencia
del presidente de México a la Cumbre de las Américas, que se llevó a cabo el
pasado mes de junio y las declaraciones que López Obrador ha hecho.
No
obstante, la reunión entre ambos mandatarios se realizó y en ella López Obrador
expresó sus planteamientos y peticiones al presidente de Estados Unidos, entre
los que destacan los siguientes: la posición de México de garantizar y duplicar
el abasto de gasolina para que más estadounidenses puedan cargar gasolina en la
frontera; poner a disposición de EU más de mil kilómetros de gasoductos en la
frontera sur con México para transportar gas de Texas a Nuevo México, Arizona y
California; propuso se suspenda la aplicación de aranceles a ciertos productos,
de acuerdo con el T-MEC; iniciar un plan de inversión privada y pública entre
ambas naciones para producir bienes que fortalezcan los mercados y, finalmente,
poner orden al flujo migratorio y permitir la llegada a EE. UU. de obreros,
técnicos y profesionales de distintas disciplinas, mexicanos y
centroamericanos, con visas temporales de trabajo, para asegurar que no se
paralice la economía por falta de mano de obra. Asimismo, regularizar y dar
certidumbre a migrantes que desde hace varios años trabajan honradamente en EE.
UU.
Esta
reunión puso en evidencia la errática política exterior del Gobierno mexicano,
la poca importancia que Biden le otorga a dicha visita, pasó casi desapercibido
el hecho en los medios de comunicación de aquel país; además, a juicio de
varios analistas mexicanos se nota la falta de oficio del ejecutivo en política
exterior, otra vez hacemos el ridículo, ofreciendo nuestros recursos
energéticos y pidiendo un acuerdo migratorio que sabemos que no será posible.
Otra vez la demagogia, la política rastrera y miope del presidente.
El
problema migratorio, los temas de economía y comercio, así como los problemas
de seguridad, entre otros, son temas que importan mucho a los mexicanos y a
toda Latinoamérica; además, la economía mexicana depende en un alto porcentaje
de la economía norteamericana.
La
reciente tragedia del tráiler de la muerte en San Antonio, Texas, nos dice a
las claras la urgente necesidad de un acuerdo migratorio que le de salida a
este grave problema, que ha sido deliberadamente manipulado a conveniencia de
los vecinos del norte.
Es
de risa la postura de López Obrador ofreciendo a los estadounidenses acceso a
nuestro país en la frontera para que puedan consumir gasolina barata,
ofreciendo los gasoductos del país y clamando por un acuerdo migratorio,
mientras que Biden responde con displicencia que tengamos paciencia.
El
presidente regresó de Estados Unidos con las manos vacías, sin compromisos
serios que incidan ni en la maltrecha economía mexicana, recordar que según
informó el INEGI en junio alcanzamos el 7.99 por ciento de inflación, la más
alta en 21 años, ni en el problema de la migración, ni en el problema de
seguridad, ni en ningún otro problema de los muchos que aquejan a nuestra
patria y, si, por el contrario, el presidente se comprometió a invertir 1,500
millones de dólares en infraestructura fronteriza.
La
relación de México con Estados Unidos (EE. UU.), es una relación de
servidumbre, no puede ser otra, mientras nuestra economía no se desarrolle con
independencia, mientras no se fortalezca y se nos impongan tratados comerciales
como el T-MEC, en condiciones desiguales y ventajosas para los vecinos del
norte, nuestra economía seguirá dependiendo de la economía estadounidense y,
por tanto, no habrá un acuerdo migratorio justo.
Los
trabajadores de México y del mundo entero deben saber que son ellos los que
generan la riqueza, los que han labrado la fortuna de los grandes capitales y
de la entronización de economías tan fuertes como la de EE. UU. que pretende
gobernar el mundo entero, imponer su modelo económico, un modelo que ha
demostrado ser de lo más rapaz y sanguinario, inhumano y cruel, que no le
importa la vida de los mexicanos, sino sólo las ganancias que percibe por el
trabajo no pagado a estos. En consecuencia, un verdadero acuerdo migratorio
congruente con las necesidades de la clase trabajadora sólo será posible cuando
está se organice y luche por defender sus intereses.
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