Fernando
G. Castolo*
Mi
madre me dijo que Señor San José llevaba en sus cienes el oro de la familia.
Eso me hacía sentir orgulloso. Con los años, en el ejercicio de la
investigación histórica de Zapotlán, supe que ello nunca fue posible.
Decepcionantemente el oro que mi abuela y muchas damas de la ciudad obsequiaran
al párroco don Adolfo Hernández Hurtado, acudiendo a la invitación que hizo
desde el púlpito: "Señor San José llevará a perpetuidad su oro, para mayor
la gloria de Dios Nuestro Señor", nunca llegó a manos del orfebre
fabricante... Después de que el 24 de octubre de 1956 se llevará a cabo la
tradicional rifa para elegir al nuevo mayordomo de las solemnidades, y saliera
electa doña Estela Sánchez de Arias, inmediatamente se pensó en cristalizar la
promesa que los zapotlenses hicieran en aquel año de 1926: coronar
pontificiamente a la taumaturga imagen josefina.
Las
gestiones fueron exitosas, y el Papa Pío XII desde Roma autorizó la sentida
petición: "coronar con corona de oro a Señor San José de Zapotlán".
Entonces, el Señor Cura Hernández Hurtado, quien fue invitado para compartir la
mayordomía con la señora Sánchez de Arias, puso manos a la obra a fin de juntar
el suficiente metal amarillo para confeccionar las coronas (porque también el
Niño Jesús y la Virgen del Rosario serían coronados).
Sin
embargo, ese oro nunca se utilizó. Cuando lo examinó el artesano orfebre lo
desechó por "corriente". Es probable que el Señor Cura se haya
reservado las mejores piezas de la rica joyería que logró reunir; cuando menos
eso se pensó en su momento. Lo cierto es que la mayordoma (respaldada
incondicionalmente por su esposo don Antonio Arias Pedroza), adquirió en la
Institución Financiera y Fiduciaria "Crédito Minero y Mercantil, S.
A.", dos kilos de plata fina de ley y cinco kilos de oro fino de ley, con
un costo total que ascendió a los $60 mil 600 pesos; una verdadera fortuna para
la época. A ello es necesario sumar el pago de $40 mil pesos por servicios en
el diseño y confección al maestro orfebre poblano José Ledezma.
La
corona de Señor San José tuvo un peso final de 3.1 kilos de oro en 18 kilates;
la corona de la Virgen del Rosario tuvo un peso final de 1.65 kilos de oro en
18 kilates; y la corona del Niño Jesús tuvo un peso final de 1.6 kilos de oro
de 18 kilates. En el respectivo contrato el señor Ledezma señala que por
cambios hechos en el diseño original (incluyendo la manufactura de una vara)
solicita un pago extra por $8 mil 300 pesos. Estamos hablando de un gran total
de $109 mil pesos.
Eso
costaron las coronas que lucen en sus cienes la Sagradas Imágenes, joyas con
las que se revisten en los días de la gran fiesta anual o en ocasiones
sumamente especiales. La solemne ceremonia de la coronación se verificó el 22
de octubre de 1957... El oro de los zapotlenses es probable que haya ido a
parar a las arcas personales del Señor Cura, quien compartió el gran botín con
Su Eminencia el Cardenal don José Garibi Rivera. Don Adolfo Hernández Hurtado
fue premiado por este "piadoso" acto con una sede episcopal. En enero
de 1958 se convirtió en Obispo de Tapachula.
Debemos,
entonces, a la familia Arias Sánchez el agradecimiento perpetuo de los
zapotlenses por su desprendimiento, dado que nunca recuperaron la fuerte
inversión, a grado tal que, inclusive, perdieron varias propiedades que habían
quedado hipotecadas como garantía de los fuertes préstamos que solicitaron a
las diversas instituciones bancarias.
Hoy
en día la feligresía está convencida que estas coronas le pertenecen a
Zapotlán; y, en efecto, doña Estela Sánchez de Arias, antes de fallecer, heredó
las respectivas facturas al pueblo, concluyendo así un capítulo que nos hizo
trascender más allá de épocas y fronteras...
*Historiador
e investigador.
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