Fernando
G. Castolo*
"(...)
Pero ahora, cada que agarres Guerrero o bajes la Colorada, la gente te mira
como diciéndote adónde vas (...)". En este fragmento de "La
feria" (1963), Juan José Arreola se refiere a ese paso obligado, rumbo a
la zona de tolerancia, del conocido barrio de la Colorada. Pero, ¿por qué se le
conoce así a este céntrico barrio de la ciudad?... El padre Juan Cabeza de Vaca
Velasco, nativo de Guadalajara, llegó a predicar su ministerio al pueblo de San
Gabriel, auxiliando al señor Cura don Gabino Velasco.
Personaje
bien parecido, según lo describe Guillermo Jiménez en "Zapotlán"
(1940): "Gran tipo de hombre, de bellos ojos nazarenos y negras barbas que
se derramaban sobre su pecho de atleta (...)". Por las noches, solía
caminar en la plaza principal, mientras escuchaba una deliciosa melodía que
alguien interpretaba al piano.
Desde
la elegante casa en que salía el sonido, una dama de gran linaje ejecutaba
maravillosamente las delicadas piezas en el teclado. Su nombre era María
Díaz-Santana Hernández, joven viuda de don Dionisio Ochoa Gutiérrez. En medio
del embeleso nocturno ambos se enamoraron, ante la escandalosa opinión de la
comunidad. Por esa razón huyen y se refugian en Zapotlán.
"Me
imagino la tormenta interior del Padre Cabeza de Vaca, que socavaba su espíritu
eligiendo la humedad de una boca entreabierta (...)". Él había
"colgado los hábitos" para dedicarse de lleno a satisfacer sus deseos
carnales con su amada amante. Para subsistir en Zapotlán establecen una fábrica
de cigarros en la esquina de las calles Hidalgo y Artes (hoy José Rolón), negocio
a la que le imponen el nombre de La Colorada. Por esta razón, a ese barrio se
le conoce con ese mote. En el preciso lugar de la fábrica hoy se erige una
tienda de conveniencia.
Tuvieron
esa cigarrera durante ocho años (de 1901 a 1909), tiempo en el cual los
"señalamientos" no cesaron. El hermano del Padre Cabeza de Vaca, el
también sacerdote Rafael, fue quien más presión ejerció a fin de disolver
aquella relación "pecaminosa". Inclusive, uno de los pequeños que
concibió la pareja fue registrado como "hijo del pecado". Ante la
constante presión de la penosa situación María no soportó más y, en un acto
desesperante, se envenenó con cianuro.
N1
"Sobre la mesa dejó una carta cuajada de arrepentimiento (...)". El
Padre Cabeza de Vaca, igualmente arrepentido, se fue a España en donde se
internó en un convento de Cartujos, lugar en el que fallecería años después...
Así que para llegar a la zona de tolerancia de la ciudad (hoy calle Lerdo de
Tejada), forzosamente se tenía que pasar por La Colorada.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario