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domingo, 3 de julio de 2022

Ciudad episcopal VIII


  

Fernando G. Castolo

 

 

Nuestra Iglesia particular es la más antigua dentro del actual territorio jalisciense. Aquí, en la antigua Tlayolan-Tzapotlan, arribaron los primeros evangelizadores en el año de 1521, al tiempo en que era sometida la gran Tenochtitlan.



No es sino hasta 1529 cuando avista este gran valle el andariego franciscano Juan de Padilla, en un primer reconocimiento que realiza sobre la zona. Tres años después, vuelve a estas geografías con la intencionalidad de dejar formalmente establecido un centro evangelizador, dado que le pareció propicio al agradable ambiente y lo sano del clima.


Aunque se tiene como fecha "oficial" el 15 de agosto de 1533 como la fundacional del pueblo de Santa María de la Asunción de Zapotlán, en realidad la formal fecha data de los primeros días del mes de enero de 1532.





En el año de 1535 llega como primer virrey de la Nueva España don Antonio de Mendoza y Pacheco, paisano y gran amigo de Padilla quien, al saber la feliz noticia, se va a su encuentro a la gran capital, en cuya audiencia le solicita maestros canteros y albañiles, así como maestros de música y canto.


Sus peticiones fueron escuchadas y resueltas al momento. Entonces se realiza el primer importante edificio del pueblo: el templo y convento, puesto bajo la protección y patrocinio de la citada María Virgen en su Asunción. Desde este convento se realizaban las correrías para llevar a cabo la catequesis en la región, saliendo de aquí los frailes que fundarían importantes conjuntos conventuales como el de Ajijic, Etzatlán o Tuxpan. Desde entonces a la antigua Zapotlán se le considera un centro religioso por excelencia; de ahí que, este su vocacionamiento, tenía que concluir en reconocerse, tarde que temprano, en un importante polo regional del catolicismo.


A lo largo de la historia, podemos observar a varios personajes que, pasando por la parroquia de Zapotlán, serían elevados a dignidades de mayor rango; era como una especie de centro de preparación para acceder a puestos más altos en el clero. Ser párrocos en esta Ciudad garantizaba aspiraciones en otros niveles y en otras latitudes. Muchos párrocos llegaron a ser Canónigos, Obispos y hasta Arzobispos; y muchos otros, se dice, murieron en olor de santidad.





Zapotlán tenía bien merecido ser sede Episcopal, dada su alta dimensión en el espectro cultural de su acendrado catolicismo. Además, el rostro particular de la Iglesia guzmanopolitana se evidenció grandemente fortalecido a partir de la coronación pontificia de Señor San José, siendo, en ese momento, la primera imagen de este santo varón coronada por decreto de Su Santidad el Papa en todo el continente americano, donde se dieron cita las más altas dignidades del clero mexicano de la época, lo que resultó todo un acontecimiento de carácter universal.


Este episodio, así como muchos otros registrados en la historia de la Iglesia local, fue determinante para dar nacimiento y consolidación a nuestra Diócesis de Ciudad Guzmán, la que jubilosa celebra sus primeros 50 años de vida.

 

*Historiador e investigador.




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