Fernando
G. Castolo
Nuestra
Iglesia particular es la más antigua dentro del actual territorio jalisciense.
Aquí, en la antigua Tlayolan-Tzapotlan, arribaron los primeros evangelizadores
en el año de 1521, al tiempo en que era sometida la gran Tenochtitlan.
No
es sino hasta 1529 cuando avista este gran valle el andariego franciscano Juan
de Padilla, en un primer reconocimiento que realiza sobre la zona. Tres años
después, vuelve a estas geografías con la intencionalidad de dejar formalmente
establecido un centro evangelizador, dado que le pareció propicio al agradable
ambiente y lo sano del clima.
Aunque
se tiene como fecha "oficial" el 15 de agosto de 1533 como la
fundacional del pueblo de Santa María de la Asunción de Zapotlán, en realidad
la formal fecha data de los primeros días del mes de enero de 1532.
En
el año de 1535 llega como primer virrey de la Nueva España don Antonio de
Mendoza y Pacheco, paisano y gran amigo de Padilla quien, al saber la feliz
noticia, se va a su encuentro a la gran capital, en cuya audiencia le solicita
maestros canteros y albañiles, así como maestros de música y canto.
Sus
peticiones fueron escuchadas y resueltas al momento. Entonces se realiza el
primer importante edificio del pueblo: el templo y convento, puesto bajo la
protección y patrocinio de la citada María Virgen en su Asunción. Desde este
convento se realizaban las correrías para llevar a cabo la catequesis en la
región, saliendo de aquí los frailes que fundarían importantes conjuntos
conventuales como el de Ajijic, Etzatlán o Tuxpan. Desde entonces a la antigua
Zapotlán se le considera un centro religioso por excelencia; de ahí que, este
su vocacionamiento, tenía que concluir en reconocerse, tarde que temprano, en
un importante polo regional del catolicismo.
A
lo largo de la historia, podemos observar a varios personajes que, pasando por
la parroquia de Zapotlán, serían elevados a dignidades de mayor rango; era como
una especie de centro de preparación para acceder a puestos más altos en el
clero. Ser párrocos en esta Ciudad garantizaba aspiraciones en otros niveles y
en otras latitudes. Muchos párrocos llegaron a ser Canónigos, Obispos y hasta
Arzobispos; y muchos otros, se dice, murieron en olor de santidad.
Zapotlán
tenía bien merecido ser sede Episcopal, dada su alta dimensión en el espectro
cultural de su acendrado catolicismo. Además, el rostro particular de la
Iglesia guzmanopolitana se evidenció grandemente fortalecido a partir de la
coronación pontificia de Señor San José, siendo, en ese momento, la primera
imagen de este santo varón coronada por decreto de Su Santidad el Papa en todo
el continente americano, donde se dieron cita las más altas dignidades del
clero mexicano de la época, lo que resultó todo un acontecimiento de carácter
universal.
Este
episodio, así como muchos otros registrados en la historia de la Iglesia local,
fue determinante para dar nacimiento y consolidación a nuestra Diócesis de
Ciudad Guzmán, la que jubilosa celebra sus primeros 50 años de vida.
*Historiador
e investigador.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario