Juan
José Ríos Ríos
En el
sentido de usar o aprovecharse excesiva o indebidamente, es como empleo el
término y quiero tratar este tema, tomando como ejemplo la situación actual que
vivimos en Ciudad Guzmán, que por la naturaleza del terreno donde se haya
asentada, nuestra querida ciudad sufre una herida, grave y al parecer sin
alivio, generada por la falla geológica que prácticamente la atraviesa de norte
a sur, y cuya manifestación se viene dando, cada vez más agresiva, desde ocurrido
el temblor del 19 de septiembre de 1985.
Apenas están por cumplirse 37 años
de aquella fatídica fecha, por los daños materiales causados y las víctimas
mortales que produjo y, posterior al fenómeno natural que nos afectó, de esos
años a la fecha la ciudad comenzó, y sigue experimentando, un proceso de
crecimiento en el número de viviendas y con ello de personas que la pueblan,
aumentado con ello no solamente la demanda de servicios públicos, también la
cantidad de vehículos que circulan sus calles en donde, prácticamente, no ha
ampliado su equipamiento por lo que se viven más problemas en materia de
movilidad y tránsito.
Lamentablemente, quizá por la falta
de un verdadero plan de desarrollo y, más que nada porque no ha habido la
debida aplicación de las autoridades que a lo largo de todos estos años han
gobernado el Municipio de Zapotlán el Grande, se ha generado un proceso de
desarrollos habitacionales sin ton ni son. Sin duda que esto ha venido a cubrir
en mucho la demanda o necesidad de tener casa propia por las familias que
carecían o carecen de ésta, pero a su vez, algunos de estos desarrollos fueron
asentados en terrenos que quedan dentro de la zona de manifestación de la falla
geológica, que ya se había hecho presente y por lo tanto no se tomaron providencias.
Qué decir de quienes, muchos años
antes del sismo del 85, habían construido sus viviendas en el trayecto de la
citada falla, que han visto el deterioro y prácticamente destrucción,
dejándolas en calidad de inhabitables, por las afectaciones que ésta ha
provocado en sus casas, tanto por el lado de la calle Manuel M. Díeguez,
Ignacio Mejía, por la colonia Santa Rosa y en su paso hasta la zona conocida
como “El Chacuaco” hasta colonias más al sur poniente de la zona urbana de la
ciudad, lo que al parecer ya no tiene vuelta atrás.
Por otro lado y de una manera
también agresiva, se han venido dando cambios de uso de suelo, sin ton ni son,
tanto en terrenos antaño dedicados a la siembra de maíz, y en áreas con mucha
pendiente, como sucede en la parte nororiente y suroriente de la ciudad, suelos
que al cambiar y sin el adecuado tratamiento, han contribuido grandemente al
azolvamiento del vaso de la laguna, el ejemplo más reciente de este fenómeno lo
estamos padeciendo desde la tarde del lunes cuatro de julio, fecha y tormenta
que enciende los focos rojos y puso muy de manifiesto lo vulnerables que está
nuestra ciudad y quienes la habitamos. Por fortuna duró poco tiempo, de lo
contrario estaríamos lamentando más daños materiales y afectaciones que las originadas
por las aguas de lluvia en esta ocasión.
Fueron grandes las corrientes de
agua que provocó la tormenta, que dejaron en calidad de insuficientes los
sistemas de colectores pluviales construidos en la pasada administración que,
sin duda, de mucho sirvieron para impedir que calles como Leona Vicario y las
familias que viven en su trayecto, se vieran más afectadas por la gran cantidad
de agua que corrió en su trayecto y otros puntos de la ciudad. Por otro la
habrá que tomarse muy en cuenta, por parte de las autoridades locales, el
problema que denuncian vecinos de la colonia Cruz Blanca y quienes habitan La
Giralda, entre otras. También, las autoridades deben de estar más al pendiente
de lo que se hace en los terrenos, sobre todo en lo que es su competencia, la
zona urbana, autorizando cambios de uso de suelo solamente en terrenos que no
se consideren de riesgo, o que puedan ocasionarlo a quienes moran en sus
cercanías.
La pregunta es… ¿Será suficiente lo
ocurrido, para empezar a tomar medidas necesarias y a tiempo?
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