Fernando
G. Castolo*
I
El mes
de junio es el más evocado en prosas y poesías que avivan el entusiasmo por la
vida o invocan la sublime tristeza. Sí, porque junio marca el inicio del
temporal de lluvias, las que al contacto con el suelo hacen nacer los verdes,
en todas sus tonalidades, pintando los cerros y las montañas, las llanuras y
los valles...
II
Y para
enmarcar aún más este inicio de aguas, con que la naturaleza nos obsequia
anualmente todo su vergel, la iglesia católica, como antaño las culturas
prehispánicas, tiene a su santo predilecto: San Antonio de Padua, a quien se le
celebra el día 13; y cabe acotar que, a pesar de la dura competencia con San
Isidro Labrador (pon el agua y quita el sol) o con San Juan Bautista, en el
imaginario religioso se reconoce a Toño como el que "las trae", de
todas todas...
III
Una vez
que la tierra se ve empapada, es momento de sembrar, según la consigna de
viejos campesinos, y, dependiendo del buen o mal temporal, casi siempre estamos
degustando los frutos de la tierra en octubre, cuando han terminado las aguas e
inician las cosechas...
IV
Y en
octubre, por cierto, también la iglesia católica tiene al santo que representa
la culminación de la temporada: San Francisco de Asís, a quien se le festeja el
día 4; sin embargo, este santo tiene un rival sin igual que le roba toda la
atención en ese mes, cuando menos aquí en Zapotlán. Se trata de Señor San José,
a quien se le brindan danzas como gesto de agradecimiento por el alimento que
se ha cosechado y que garantizará la pervivencia de los hijos de este valle...
V
Por eso
el adagio popular que se ha escuchado desde antaño, de generación en
generación, es que "Toño las trae y Pancho se las lleva", en franca
alusión al temporal de lluvias, cuyas nubes oscuras ya se anuncian presagiosas
en nuestros cielos eternos...
*Historiador
e investigador.
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