Víctor
Hugo Prado
Las
complejidades del bachillerato en el estado son el fiel reflejo de lo que
acontece en el país. No solo por la pluralidad de instituciones responsables,
sino por la complejidad de los diferentes planes de estudio y modalidades
educativas. Hay bachilleratos generales, tecnológicos, escolarizados,
intensivos semiescolarizados, no escolarizados, abiertos, a distancia, en fin. Si
la estructuración de la oferta educativa de nivel medio superior es compleja,
los retos que enfrentan día con día alumnos y maestros, son más.
En
el bachillerato se da el tránsito de adolescente a adulto joven, de sujeto
dependiente a sujeto independiente, en este nivel se adquiere la ciudadanía,
esa condición jurídica que les permite asumir responsabilidades legales, tomar
decisiones, elegir a sus gobernantes, ciudadanos con capacidad plena para crear
y participar directamente en espacios públicos democráticos estatales y no
estatales.
Quienes
en estos días están egresando, les tocaron solo dos semestres de trabajo en el
aula de manera presencial, primero y sexto semestre, porque de segundo a
cuarto, lo hicieron virtual y a distancia. Descubrieron, aunque a muchos no les
guste el trabajo virtual y a distancia, que los trechos en metros o en kilómetros
no son una barrera para el aprendizaje, que la enseñanza y el conocimiento en
el hoy y ahora, se dan en todos los medios: en el aula, en la casa, en la
habitación, en el jardín, o donde sea que uno pueda conectarse para tener
acceso a contenidos, deliberaciones, debates, exposiciones o a ideas distintas
provengan de donde provengan.
Hay
múltiples voces que afirman que esta generación escolar tiene un déficit de
aprendizajes formales en comparación con otras generaciones que no vivieron el
fenómeno mundial de la pandemia. En otras palabras, que saben menos que otros
que cursaron la preparatoria sin pandemia. ¿Usted lo cree? En mi opinión son
una generación distinta, que observó y vivió un fenómeno que ha dejado más
aprendizajes que a otras.
Son
distintas porque lograron la capacidad de adaptación y resistencia, tuvieron
que enfrentar los embates del desempleo y las crisis de las economías en las
que se vieron envueltas las familias, porque ayudaron a sobresalir y
sobrevivir, vivieron el salto cualitativo de las formas diferentes de aprender
y de enseñar, a cuidarse a sí mismos y a otros, superaron y están superando la
soledad, los estragos socioemocionales, hay una generación viva, en un país
donde más de medio millón de mexicanos perdió la batalla con la muerte y muchos
más vieron gravemente afectada la salud. Vivieron un momento que en los últimos
100 años no hay comparación.
Su
resiliencia es una ventaja, que los puede llevar a ser mejores egresados,
mejores, hijos, mejores hermanos, mejores ciudadanos, mejores jalisciense y
mejores mexicanos. Y si, son distintos.
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